VÍDEO | Toreros Muertos y el punk copan una velada con aroma a la 'movida' en Valladolid
El punk no está muerto, como rezan los ingleses, y ‘Toreros Muertos’, guiados por la inmortal voz de Pablo Carbonell, se encargaron de mantener viva la llama de esa esperanza en una de las últimas noches del verano en Valladolid, al albur de un entregado público local, eso sí, sentado en las sillas dispuestas por la organización, a fin de evitar aglomeraciones y mantener a la Covid como invitada non grata, impaciente, también, por adentrarse en el último fin de semana con las restricciones horarias del ocio nocturno y de la Feria y Fiestas de la Virgen de San Lorenzo, por el momento.
Así, las gotas de nostalgia previas a la actuación de la banda nacida en plena ‘movida madrileña’ se disiparon en cuanto comenzaron a redoblar los primeros acordes de, si cabe, la más tradicional de las aperturas en los conciertos del panorama musical nacional con ‘Ya están aquí los Toreros Muertos’, con Carbonell haciendo magia y efectos especiales a través de sus castañuelas.
Así, al tibio público que en unos pocos casos se permitió el, cuando menos, dudoso lujo de asistir con unos minutos de retraso a la cita con la música con la que proliferaron las pulseras de cuero con tachuelas y las crestas, le bastó con los primeros botes de la banda, ataviada con faldas escocesas y de faralaes, gafas de sol y pinturas de todo tipo en sus rostros, a ritmo de sus clásicos para, pese a encontrarse sentados en sillas, de dos en dos, hacer vibrar la Plaza Mayor de Valladolid con toda la energía que permite un concierto cuyo público posa sus cuerpos sobre cuatro patas, en lugar de botar entre la multitud, como solía ser, y volverá a serlo.
Las 900 personas que se daban cita de cara a la banda madrileña tan sólo eran una parte de la congregación que, sin generar tumultos en los bancos y terrazas en parte, también, por los dos cinturones de seguridad creados en torno al concierto y a la Plaza Mayor, era testigo de los acordes de la nostalgia al más puro estilo del punk.
Carbonell, como no podía ser de otro modo dada su vis cómica, ironizó sobre un frustrado homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer que, tras no prosperar, lo tornó en un ruego a todo aquel usuario de bicicleta eléctrica que copa las calles de las grandes – y no tan grandes – ciudades para que, “por favor”, las guarden. “Si hubieran incluido la prohibición de la bici eléctrica en su programa, igual tendrían mi voto” bromeó, también, sobre un posible voto hacia determinada fuerza política liderada por un hombre con barba afilada. También quiso agradecer, en nombre de todo el grupo, a los Servicios de Limpieza de Valladolid “por su excelente trabajo”, durante toda su estancia en la capital castellana.
Mientras tanto, la cálida noche de viernes y el Conde Ansúrez comenzaban a notar cómo, cada vez, más brazos se alzaban en dirección al cielo para acompañar a un bajo, una guitarra, una batería y una voz completamente entregadas en el segundo y último fin de semana de la celebración local de Valladolid.