Casi 34 años impartiendo clase en la Universidad de Valladolid. Este es el bagaje de Jesús Ángel Pisano, director de la Escuela de Ingenierías de Industriales. Una dilatada carrera dentro de las aulas y que sirve como ejemplo para celebrar este 5 de octubre como el Día Mundial del Docente.
Nada más terminar sus estudios también en la UVa en septiembre de 1987, comenzó a trabajar en octubre de ese mismo año como profesor ayudante de escuela universitaria en el departamento de Ingeniería Eléctrica en la antigua Escuela Técnica Superior de Ingenierías Industriales (ETSII). Fue un camino largo hasta que en 1991 presentó su tesis doctoral y en 1992 fue nombrado profesor titular de la Universidad. Su amor por la docencia le llevó a desempeñar su primer cargo como gestor de la Escuela en 2006, cuando tomó posesión como secretario académico. Un puesto que ocupó hasta 2014, momento en el que fue nombrado director de la Escuela de Ingenierías Industriales (tras cambiar su nomenclatura en 2009) y que a día de hoy todavía mantiene.
- Cuando empezó a estudiar ingeniería, ¿quería dedicarse a la docencia desde un primer momento?
- Sí, rotundamente si. Siempre me ha gustado dar clase.
- ¿Ha cambiado mucho la forma de dar clase de cuando empezó a ahora?
- Por supuesto que sí, las clases de ahora nada tienen que ver con las que yo empecé a impartir, sobre todo en el apartado de innovación docente y de los medios didácticos que se emplean ahora. En aquel entonces, disponíamos de poco más que un simple proyector de acetatos y no siempre. Tampoco había tantas clases prácticas como hay ahora y desde luego, no se prestaba atención a las que se denominan “competencias trasversales”.
- ¿Y el perfil del ingeniero? ¿Ha cambiado?
- Efectivamente, al igual que la ingeniería y la tecnología están en continuo proceso de cambio, lo mismo sucede con el perfil del ingeniero o de la ingeniera. La ingeniería de hoy nada tiene que ver con la de hace 25 años. Es mucho más colaborativa. Los ingenieros e ingenieras hoy en día se integran en equipos mucho más multidisciplinares, tienen que tener competencias lingüísticas, de trabajo en equipo y tienen que tener una gran capacidad de adaptación.
- Y usted, ¿qué tipo de profesor es?
- Soy de esos que cuando va a dar clase, intenta recordar cuando yo era estudiante y me pongo en el papel de mis alumnos, de tal manera que procuro evitar aquellos aspectos que en su momento yo no entendía.
- Primero fue secretario y desde hace 7 años director de la Escuela de Ingenierías Industriales de la UVa, ¿por qué decidió dar ese paso?
- Digamos que había que dar ese paso, como vocación de servicio.
- ¿Fue decisión suya o le animaron a ello?
- De todo un poco, pero conste que no me arrepiento. Mi etapa en cargos de gestión me ha permitido “conocer” una universidad desconocida para mí, acostumbrado hasta ese momento a dar clase e investigar.
- ¿Cómo se gestiona una Escuela de Ingenierías Industriales?
- Jaja, con mucho cuidado. Procurando resolver los problemas sin originar otros mayores. Ese ha sido mi máxima como director.
- ¿Qué le parece que muchos jóvenes tengan que marcharse de Valladolid e incluso de España para poder trabajar ?
- Bueno, tal vez no sean muchos. De todas formas en este mundo globalizado quizás no sea tan peligroso. No obstante, tal vez el problema esté en el tejido industrial de Valladolid y del país.
- ¿Cuál podría ser la solución ante este problema?
- Tal vez un acercamiento más intenso y “práctico” entre universidad y tejido industrial que permita debatir las fortalezas y debilidades entre todos. Y quizá fomentar más la iniciativa propia, el emprendimiento.
- ¿Una reflexión final sobre la docencia?
- La docencia, en general, ha sufrido en estos mis 34 años como profesor profundos cambios pero no puede ser que cada poco tengamos nuevas leyes. Los profesores no podemos estar cada cuatros años adaptándonos a los vaivenes políticos. Todo el mundo habla repetidamente de un pacto de estado por la educación, pero parece imposible. Hagamos, entre todos, un pacto a largo plazo, ¿será posible? Si todos actuamos con amplitud de miras más allá de la puerta de nuestro despacho yo creo que es posible. Yo no pierdo la fe.