Eran las 6.15 horas de la madrugada del domingo, 6 de octubre de 1996, cuando se declaraba un incendio originado en la discoteca ‘Siete Siete’ situada en la Avenida de Santa Teresa número 34 de la ciudad del Pisuerga. El fuego se cobraba cuatro víctimas mortales, dos de ellas funcionarios del Servicio Municipal de Extinción de Incendios y Salvamento, como informaba el parte oficial del Ayuntamiento de Valladolid, desde alcaldía, en un documento al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León.
El sargento, José Luis Vidal Arias, de 39 años de edad, con 14 de servicio en el cuerpo, casado y con tres hijos y el bombero, Juan Carlos Matarranz de las Moras, de 34 años y 13 de servicio, casado y con un hijo, perdían la vida en un trágico suceso en el que resultaron también heridos otros dos bomberos: los suboficiales Gerardo Abia Romero y Francisco Arias Barrero.
El parte recoge que, según los primeros indicios, el fuego se originó en “un solo foco sin poder determinarse su origen” y que “uno de los encargados con un cliente intentaron sofocar el fuego con uno de los extintores del establecimiento” pero que, de forma inusitada, el fuego acabó por “adquirir enormes proporciones frustrando la tentativa de extinción”. Las causas del incendio no llegaron a esclarecerse de forma oficial aunque testigos afirmaron que las llamas pudieron deberse a una colilla o a un papel prendido bajo unos sillones o incluso a un problema con el panel de interruptores.
A última hora de la tarde de ese trágico domingo el Instituto Anatómico Forense de Valladolid identificaba los cadáveres de las dos mujeres fallecidas, que se sumaban a los bomberos. Eran Lucía Escudero Martín, de 51 años y natural de Fombellida de Esgueva, y María del Carmen Velasco González, de 36 años y nacida en la localidad segoviana de Cuéllar.
25 años después de una tragedia que calcinó el corazón de todos los vallisoletanos charlamos con Jaime Vidal Escudero, hijo de uno de los profesionales del fuego fallecidos, con Roberto González García y Jesús González Nieto, dos de los bomberos que estuvieron allí en esa trágica madrugada que forma parte ya de la historia negra de la ciudad pucelana.
Orgullo y recuerdo de su hijo
Valladolid se sumió, tras conocerse la noticia de los cuatro fallecimientos, en la más profunda de las tristezas. Las banderas del Ayuntamiento ondearon durante dos días a media asta y la capilla ardiente, ubicada en el Salón de Recepciones desde las 18.00 horas del domingo, acogió a miles de vallisoletanos que quisieron agradecer la labor de los profesionales fallecidos que con su actuación evitaron males mayores.
Jaime Vidal Escudero, hijo de José Luis (uno de los profesionales fallecidos), tenía solo 4 años cuando ocurrieron los hechos. “Era muy pequeño y no recuerdo nada”, nos cuenta, y añade que cuando pasó el tiempo y le explicaron cómo se produjo la muerte de su padre sintió “orgullo” porque intentó “ayudar a los demás hasta el final”.
“Lo siento como una situación pasada a la que toda la familia se ha tenido que acostumbrar. Es un suceso muy triste que, sin embargo, ha hecho que todos nos hayamos unido aún mucho más. Mi madre lo pasó mal pero con la ayuda de todos se consiguió reponer”, añade Jaime.
A sus 29 años él también forma parte, desde hace dos, del cuerpo de los Bomberos de Valladolid. Una profesión que “ha mamado desde pequeño” y un “trabajo que a todo el mundo de niño le gustaría ejercer” y afirma que “cuando consigues entrar la satisfacción es plena”.
Cuando llega este trágico 6 de octubre los recuerdos inundan la mente de los familiares de José Luis Vidal Arias que “se reúnen para ir a visitarle al cementerio” para rendirle el homenaje que merece. Homenajes como los que se produjeron un día después del triste incendio en los funerales de ambos bomberos fallecidos en las Iglesias de San Benito y Nuestra Señora del Carmen y que movilizaron a más de 3.000 personas en la capital del Pisuerga.
Una actuación que marcó su vida
“Sonó la alarma y salimos al aviso en la discoteca. Cuando llegamos allí salía mucho humo por una de las puertas. Pepe (por José Luis Vidal) nos dio las indicaciones y localizamos rápidamente a las dos chicas. Los cadáveres estaban juntos. Según comentaban fuera los testigos una de ellas bajó porque se le había olvidado algo en la planta de abajo, dinero o no sé qué y ya no pudieron salir”, nos cuenta Jesús González Nieto.
Él es uno de los bomberos que acudió ese fatídico día al incendio. En la actualidad suma 31 años de experiencia en el cuerpo. En aquel 1996, seis. Y se iba a enfrentar a una actuación que marcó su vida para siempre.
Jesús nos cuenta que minutos después del hallazgo de las mujeres se encontró “a Pepe sin vida”, y que “pidió ayuda para sacarle del lugar” después de intentar activar uno de los dispositivos de oxígeno de los que disponían por aquel entonces los profesionales, sin suerte, al ser “a demanda” para intentar reanimar al sargento.
“En cuanto a las causas, se apuntaba que alguien con un mechero quemó una planta ornamental en una esquina e hizo que el techo, que era de corcho, se quemara por dentro. Cuando las llamas alcanzaban a toda la discoteca a Rafael Barca, que le tocó salir andando, le iba cayendo el plástico encima quemándole la cabeza y acabó abandonando el lugar con el pelo ardiendo”, añade Jesús. Rafael, que ha declinado la invitación a participar en este reportaje, fue uno de los siete heridos a mayores de los dos bomberos anteriormente citados. Las quemaduras afectaron al 50% de su cuerpo y tuvo que ser trasladado, de urgencia, a una Unidad Especializada de Quemados de la Comunidad de Madrid
Este bombero añade que los días posteriores al incendio fueron “muy emotivos” porque la ciudad “se volcó” y que recuerda con especial cariño a Pepe y Matarranz. “Con Pepe tenía una muy buena relación. Incluso, un año antes, le pedí la tienda de campaña para ir a Suances y me la dejó”.
En su día de permiso
“Estaba de descanso ese día aunque era mi sección la que estaba trabajando. Sobre las 6.15 vi pasar un camión muy rápido y pensé que no era normal que saliera a esas horas y a esa velocidad por lo que decidí ir, en mi coche, a buscar el lugar del incendio y llegué hasta la discoteca ‘Siete Siete’”, afirma Roberto González García.
Él es un claro ejemplo de un trabajo vocacional que no entiende de días ni horas. A sus 54 años el residente en Renedo suma 28 años en el cuerpo y no duda en asegurar que recuerda ese 6 de octubre de 1996 “con mucha tristeza e impotencia” añadiendo que “se pasó bastante mal”. El profesional del fuego explica que “nada más llegar ya sabían que sus compañeros habían fallecido” y que “el shock fue muy grande”.
“Cada vez que llegan estas fechas la emoción te invade. Lo recuerdas como si hubiera ocurrido ayer. En el funeral estábamos todos destrozados porque trabajábamos juntos. Al final la vida pasa y tienes que seguir adelante, no queda otra”, asevera.
Roberto nos confiesa que su trabajo “le sigue llenando mucho” y que “disfruta del mismo” y añade que ahora “intenta enseñar y aportar todo lo que sabe” a los nuevos bomberos que están entrando en el cuerpo después de que se estén produciendo jubilaciones.
Tres testimonios duros de personas que viven en sus carnes toda la emoción de este 6 de octubre que marcó la historia de la ciudad del Pisuerga hace ya 25 años.