Según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente, hasta el 90% de nuestro tiempo lo pasamos en espacios cerrados. Lugares donde la calidad del aire en ocasiones no es la mejor, algo que por lo general parece no preocuparnos, tal y como señala el investigador del Instituto de Procesos Sostenibles (IPS) de la UVa, Javier González. "Tradicionalmente, solo la contaminación del aire y el entorno exterior se ha tenido en cuenta, pero en muchos escenarios, los niveles de contaminación son mayores en el interior. Un problema que se ha acentuado con la COVID-19, así como la necesidad de tratamiento del aire interior para mantener una buena calidad de aire".
Atendiendo a datos publicados por la Organización Mundial de la Salud, más de cuatro millones de personas mueren prematuramente al año por enfermedades atribuibles a la contaminación del aire de los hogares. Además, este tipo de polución genera pérdidas multimillonarias a empresas y Estados debido a la reducción de la productividad de los empleados, a las bajas laborales, mayores gastos del sistema de sanidad pública, etcétera.
Se estima que en el año 2010 los costes asociados a la contaminación ascendieron a 1.431 billones de dólares en la región de Europa. En este contexto, investigadores del Departamento de Ingeniería Química y Tecnología Ambiental de la UVa han publicado una revisión sobre la contaminación del aire en interiores y las estrategias de control.
"La investigación en esta área presenta una gran oportunidad de innovación que puede tener mucho impacto en el funcionamiento de los edificios en un futuro no muy lejano. La mayor eficiencia energética de los edificios y los mayores niveles de contaminación que pueden darse pueden hacer que las biotecnologías sean indispensables para obtener una buena calidad de aire de interior", reflexiona el investigador.
Contaminación interior
La contaminación del aire y la exposición humana al aire de baja calidad es una de las amenazas ambientales que más preocupan actualmente a investigadores y personal sanitario. Sin embargo, estos efectos cada vez serán mayores debido al continuo crecimiento de las ciudades y a la mejora del aislamiento de los edificios. La normativa de edificación moderna se basa en fomentar el ahorro energético, provocando la reducción sustancial del intercambio de aire y, consecuentemente, un aumento de la concentración de contaminantes interiores.
"Las medidas para la mejora de eficiencia energética suelen conllevar menor intercambio de aire con el exterior, que es la medida más sencilla de prevenir la mala calidad de aire de interior. Con sistemas de ventilación forzada aún se necesitaría aclimatar el aire exterior, por lo que en un futuro de mayor eficiencia energética la solución sería depurar el aire interior. En este escenario las tecnologías de depuración deben aparecer como una solución que sea viable y económica, por lo que la investigación en esta área es fundamental", propone Javier González.
La información disponible sobre la contaminación interior es, hasta ahora, muy limitada, pero existen evidencias de que materiales particulados, compuestos inorgánicos volátiles y compuestos orgánicos volátiles son los contaminantes más frecuentes. "Y, ¿de dónde proceden estos contaminantes? Las partículas ingresan en los ambientes interiores, por un lado, a través de la ventilación, y, por otro, a través de aparatos de combustión como hornos o estufas y el humo del tabaco. Este contaminante es especialmente preocupante cuando el combustible utilizado es biomasa", señala González.
Por otro lado, los compuestos inorgánicos volátiles como el dióxido de carbono (CO2), el monóxido de carbono (CO) o el ozono pueden aparecer en dispositivos de cocina y calefacción defectuosos, gases de vehículos o chimeneas. Y los compuestos orgánicos volátiles, tales como el benceno, el naftaleno o el tolueno, se desprenden, entre otras cosas, de los materiales de construcción utilizados en los edificios, plásticos, pinturas, productos de limpieza y farmacéuticos, entre otros.
"La contaminación más frecuente podría deberse a las partículas, ya que pueden provenir de todo tipo de fuentes. También se encuentran con bastante frecuencia compuestos inorgánicos como CO2, CO, óxidos de nitrógeno y ozono. El material particulado y los compuestos inorgánicos volátiles han sido muy estudiados en contaminación exterior, por lo que han sido los primeros en estudiarse en ambientes interiores. En los últimos años se están detectando cada vez más compuestos orgánicos volátiles en entornos de interior, que provienen tanto de materiales del propio edificio como de productos de uso puntual limpieza o higiene personal", aclara el investigador del IPS.
Soluciones alternativas
En este contexto, es fundamental encontrar mecanismos de prevención y minimización de las emisiones de contaminantes en interiores que sean suficientes y técnica y económicamente viables. Se han propuesto varias estrategias para prevenir la emisión y disminuir la concentración de gases. En general, la ventilación es la medida más sencilla y viable, y combinada con un control de la temperatura y la humedad relativa da buenos resultados. No obstante, cuando esto no es posible por encontrarse, por ejemplo, el edificio en una zona con alta contaminación exterior, las tecnologías físico-químicas y los métodos de purificación de base biológica se establecen como alternativas.
"Actualmente, en los edificios de nueva construcción ya se incorporan estas tecnologías como buena combinación de eficiencia energética y control de calidad de aire. En espacios de mayor contaminación externa sería beneficioso incorporar estas tecnologías. El inconveniente es que las tecnologías de tratamiento de aire de interior, especialmente las que más ventajas ofrecen como las biotecnologías, aún están en desarrollo y apenas existen dispositivos comerciales que puedan utilizarse en un escenario real", concluye González.