A sus 40 años, el vallisoletano (nacido en Casasola de Arión), Álex Clavero, consigue sacar una sonrisa matutina a todos los que enchufan la radio de camino al trabajo tras saltar de la cama y el pertinente paso por la ducha.
Apasionado de las cañas, las tapas y los pinchos, el pucelano suma ya 20 años como cómico. Y es que en la Navidad de 2001 protagonizó su primer monólogo. De ahí y hasta este 2021 pasando por una pandemia, el cómico nos cuenta cómo ha sido su trayectoria y nos habla de un proyecto futuro que verá la luz en el mes de noviembre.
¿Se siente una gran responsabilidad a la hora de hacer reír a la gente que se está levantando y lavándose los dientes?
La responsabilidad es llegar a tiempo y con los ojos lavados. Más que responsabilidad para mí se ha convertido en una ilusión. Yo digo que quiero darle unos minutos a la gente para que al levantarse piensen que la vida merece la pena y tengan energía a lo largo del mismo. Da igual los chistes o el monólogo. Lo importante es decirles que la vida puede ser guay.
¿En qué se inspira? ¿Es difícil contar con un monólogo diario?
Voy fatal de tiempo cada día. Cuando tengo la idea pronto se puede utilizar la expresión de que todavía me queda día. Si no tengo la idea a media mañana, la jornada se me queda corta porque me cuesta muchísimo encontrar de qué hablar. Más que hacer los chistes, el problema es de qué hablar para que tenga sentido y vaya acorde con el día.
El monólogo del gimnasio de Valladolid era obligado
Cuando encuentras un tema de una noticia es genial pero no puedes estar todos los días haciendo noticias porque tampoco, por desgracia, hay tantas graciosas. Intento transformar muchas de las noticias malas en cómicas, pero hay muchas que no se puede.
¿Qué tiene la radio que funciona con cualquier género, también con el humor?
La radio es un medio indestructible. Le han salido los mayores opositores de toda la historia de la humanidad con la televisión o Internet pero al final la radio se va transformando y adaptando y siempre está presente en nuestra vida.
Es un medio que nos acompaña trabajando o conduciendo. Es un amigo virtual y eso es difícil de empatar. Este medio crea una familia de fondo y la gente le coge muchísimo cariño porque tiene muchos contenidos, de muchísimos palos y se convierte en parte de tu vida.
Hay gente que tiene actividades muy definidas y las realiza con la radio de fondo y eso que ahora la radio es televisada. Me tengo que quitar el pijama cuando hacemos el programa. Es como una televisión. Una de las cosas que me dicen y me hace gracia es: “Te veo todos los días en la radio”. Son unas palabras que me sorprenden mucho.
¿Se queda con el formato cara a cara antes que la radio?
Soy una persona que en la vida me puedo suelo cansar de todo. Varío y me gusta probar cosas nuevas. Esto en lo laboral, por si me oye mi mujer (risas).
El formato en directo es brutal porque es con el que empecé y con el que aprendí a hacer humor. Son muchas las actuaciones que tengo a mis espaldas y tienes la ventaja de que puedes ser más ácido, más crítico y decir cosas que en medios de comunicación no puedes.
Por otro lado, está la radio que puede ser más reflexiva y servir como acompañamiento y al final la televisión. Yo crecí con la tele y salir en la televisión es lo más.
¿Ha sido muy difícil hacer reír a la gente durante la pandemia?
Difícil hacer reír no. Ha sido difícil el tener las ganas de hacer reír. Tener cuerpo para hacer reír. He estado trabajando y yendo a la radio toda la pandemia desde la primera semana. Los 15 días en los que el mundo se paró, yo no paré. Era el único coche que estaba por Madrid dando vueltas. Muchos días iba asustado a la emisora, con un técnico al lado de la pecera, también con miedo. Los dos pensando que éramos los únicos que estábamos ahí hasta que con el paso de los días te empiezas a sentir bien de ir por sentirte útil y que puedes ayudar con algo en plena pandemia. Es muy satisfactorio el estar ahí.
Que haya sido difícil hacer reír es entendible. En la radio, mis compañeros empezaron a trabajar desde casa y yo trabajaba solo. ¿Era difícil? Sí. Imagínate contarle chistes a una pared que es lo que he estado haciendo durante año y medio.
Creo que no ha sido difícil hacer reír a la gente. Cuando he vuelto al teatro pensaba que iba a escuchar menos las risas por las mascarillas y el aforo pero al final lo oía mucho más. Creo que la gente se ríe más que antes de la pandemia.
¿Cómo definiría su humor?
Voy a dejar que lo defina la gente. Hace poco hice un monólogo buscando críticas que hiciera la gente a mi humor. Las más repetidas eran: la primera, me encantas porque a mí también me gusta mucho el humor tonto. La segunda: a mí no me haces ni puta gracia pero a mi mujer le flipas y vemos tus vídeos todas las noches antes de dormirnos. La tercera: veo tus vídeos todos los días cagando. Mis vídeos tienen un formato muy ajustable a esa necesidad fisiológica. De aquí deduzco que mi humor es tonto, somnoliento y que dura un “cagao”.
En cuanto a los monólogos enfocados en Valladolid, ¿Cómo surge el del gimnasio?
Me la dio JJ Vaquero. Estábamos haciendo el espectáculo de las Fiestas de Valladolid. Estaba en el backstage con el ordenador encendido y entre sketch y sketch, cuando no me tocaba a mí, escribía la sección de la radio. Me faltaba un tema para esa semana y JJ Vaquero fue el que me dijo lo del gimnasio. Cuando te dan un tema así te lanzas a ello. La busqué por Internet, mi rigor no es de periodista, pero contrasté con varios medios y al comprobar que era cierto me puse con ello. Una vez tengo el tema ya tengo mucho ganado y si el titular es gracioso como es el caso pues éxito asegurado.
En un monólogo en Aldeamayor de San Martín el año pasado dijo que estaba todo parado hasta que apareció el cocodrilo del Pisuerga
No suelo cebar mucho este tema porque tengo un espectáculo nuevo en ciernes que estrenaré en breve en Valladolid y toco este tema. Lo tengo reservado para no gastarlo mucho. Será en noviembre, el segundo fin de semana seguramente, cuando lo estrenemos. Cuando juegas en casa quieres que todo salga perfecto.
Hasta su pueblo ha salido en los monólogos.
¿Es cierta la historia de la persiana, el balcón y el lío que se fue un poco de madre en Casasola de Arión?
Totalmente. Solo hay una pequeña mentira y es que no fue este año. Yo tenía 14. Me gusta hacer la comedia partiendo de hechos que son verdad, me ayuda mucho para después dejar la duda de si es realidad o ficción. Cuando encuentro ese punto, cuando me preguntáis si es cierto o no me encanta. Me gusta mucho llegar a ese punto en el que se duda si es verdad o no. Intento no desvelarlo. La mayoría de esa historia es cierta.
¿Cómo le da un día por decir: “voy a ser monologuista”?
A mí no me da. Le dio a un colega mío. Siempre he sido poco listo en general. La frase “Clavero fue muy listo” nunca la he escuchado. He tenido suerte de rodearme de gente muy buena en mi vida. En la Universidad contaba una historia en los botellones muy graciosa sobre mi estancia en el internado. Con esa historia se morían de la risa y me hacían contarla una y otra vez. Era como un monólogo por aquel entonces pero no se llamaban monólogos, sino historias.
Llega el Club de la Comedia, se ponen de moda los monólogos, los concursos y todo el mundo me decía que me apuntara a uno. Un amigo, David Ferreras, tuvo a bien apuntarme. Me trajo el número de teléfono en el que ponía solo “Chapu”, que era el que lo organizaba, y ahora actúo con él. Me apunté y gané el concurso. Triunfé porque eran malísimos los demás.
Al haber ganado sentí la obligación de presentarme a otro, lo que pasa es que Juan Herrera, que es el creador del “humor amarillo” en España y trabajé con él en ‘El Hormiguero’ me dijo: “No te presentaste a otro concurso porque hubieras ganado este. Lo que pasa es que cuando estabas ahí arriba e hiciste reír a la gente y te aplaudió, te picó el bicho y te dejó el veneno dentro”, una frase que me hizo reflexionar.
Era el veneno de la satisfacción de hacer reír fuerte a alguien y que te aplauda sin que sean tus amigos. Eran desconocidos y no lo había vivido nunca. Y hasta hoy.
¿En casa hay el mismo humor o tu mujer te para los pies?
Sí tengo una niña que se llama Adriana y mi mujer, Cristina. No hay tantas risas. En casa es todo menos gracioso. El que menos gracia hace ahí soy yo. Soy una persona, por lo general, bastante seria. Soy de Valladolid. No estoy de risas todo el día aunque me lo paso muy bien con ellas en casa.
En sus monólogos, ¿el tema político le da respeto tratarlo?
No tengo problema. Respecto a los límites yo creo que al humor no hay que ponerle límites, hay que ponerle sentido. La gente tiene que tener sentido del humor pero tú también tienes que tener sentido.
Con el tema político yo no busco ofender. Me gusta consumir el humor negro pero no hacerlo porque no me siento cómodo. Cuando veo cómicos que lo hacen lo disfruto mucho. Hay gente que me dice que hago más chistes de Rajoy que de Pedro Sánchez y les respondo que la gracia de uno y la del otro no tienen nada que ver. Intento hacer humor y me da igual el color político.
Deseo y objetivo para el futuro
Mirando, sobre todo, al proyecto en ciernes que se va a llamar ‘La Nueva Normalidad’. Y va de esa nueva vida que tenemos. El título no es demasiado original pero da a entender perfectamente esa nueva vida a la que tenemos que hacer frente.
Estoy trabajando en el proyecto a raíz de la pandemia. Me gusta hablar de cómo eran las cosas antes, cómo son ahora y con el virus he enlazado esa idea de show con la nueva vida que tenemos. Estoy poniendo todos los ratos libres que tengo, que son ninguno, en este nuevo proyecto.