El Teatro Calderón de Valladolid vuelve a ser sede, como lo fue en el año 1975, de la visita del granado actor británico, esta vez, en carne y hueso, Malcolm McDowell, muy lejos del áspero carácter que mostraba en el filme, con una sonrisa permanente en su rostro, que aumenta en las distancias cortas. Hace 46 años Valladolid aún vestía en blanco y negro y el ambiente universitario de una ciudad de 200.000 habitantes reclamaba aires renovadores tras décadas con la ciudad y el país anclados en el ostracismo más profundo. ‘La naranja mecánica’ se estrenó, a nivel mundial, en 1971 y hubo que esperar cuatro años hasta ser proyectada, por primera vez en España, en la gran pantalla de Valladolid. Stanley Kubrick dio el visto bueno a su proyección tras una carta en la que el entonces director de la Semana Internacional de Cine, Carmelo Romero, le aseguró que se proyectaría en la Universidad de Valladolid. Ahora, la edición número 66 de la SEMINCI es testigo del estreno de ‘La naranja prohibida’, un documental dirigido por Pedro González Bermúdez, que cuenta cómo se fraguó el estreno a nivel nacional, en Valladolid, de la obra de Kubrick.
Su narrador es Malcolm McDowell (Horsforth, Reino Unido, 1943), actor que dio vida a Alex DeLarge, y narra la suerte de treta, a instancias de las altas esferas de Warner Brothers en España, para persuadir al director de estrenar en Valladolid. Él quería que se proyectase en las universidades y, pese a que el público fue exclusivamente universitario, se vio en el Teatro Calderón, tras colas de espera de más de 24 horas para la première. Su primer pase, con la guerra de Vietnam en sus últimos años, se produjo a la vez que “las televisiones transmitían aldeas en llamas y niños huyendo del terror a la hora de cenar, blanqueaban la violencia, algo que hizo que la contracultura joven, como aquí, en Valladolid, recibiera de una manera tan necesitada una película con semejante sátira sobre la misma”, asegura McDowell en declaraciones a este medio con motivo del estreno del documental.
McDowell, con el pelo más canoso que a sus 25 años, con un sobrio y jovial conversar que aleja a cualquiera de pensar que la personalidad de DeLarge le imbuyó y “con la mente menos afilada que entonces”, comparte cómo un personaje tan trascendental para el cine de culto y la cultura pop no le ha acompañado durante el resto de su vida puesto que, ante todo, no es “un actor de método”.
El británico, con un tono de voz reposado, diametralmente opuesto al carácter de DeLarge en el filme de Kubrick, asegura que al preparar un papel tan relevante para la historia del cine de culto no lo hace “pensando en si vas a influir a la gente o a convertirte en un icono”, como acabó siendo para figuras de la cultura pop como Madonna o David Bowie.
“DeLarge es el primer antihéroe total que protagoniza una película de estudio, es un ser inmoral por los cuatro costados, muchos años antes de que nos topáramos con otro como Hannibal Lecter”, asegura McDowell. A su vez, muestra la trascendencia de crear su personalidad desde cero ya que “no tenía un referente”, más, si cabe, tras la negativa de Kubrick a ofrecerle unas líneas maestras para edificar la personalidad. “Le pregunté que quién era este tío (Alex DeLarge), a lo que me espetó un ‘para eso te contraté, para que tú me lo digas’, incrédulo como nunca le había visto”, recuerda, entre risas, el británico.
“Te topas con un reto en forma de personaje a crear que, si bien, no quieres que la gente le quiera, sí que tienes que conseguir atraer al público para que se quede hasta el final”, valora McDowell sobre el personaje que fue condenado a catorce años de prisión por asesinato. “Lo edifiqué hasta el punto cercano a la farsa, sin llegar a ella, algo que se refleja a la perfección en la escena en la que DeLarge y sus ‘drugos’ llegan a la casa del escritor y, cantando ‘Singin’ in the rain’, se puede llegar a pensar en lo divertido de la situación hasta que el espectador se da cuenta de lo que realmente está pasando, una violación”, comenta McDowell sobre una de las escenas culmen de la “comedia negra” de Kubrick.
“La irreverente combinación de sátira con violencia es la que hizo que la película fuera acribillada en la crítica estadounidense y que Kubrick fuera tildado de fascista, al hacer de la violencia algo súper entretenido… aunque no creo que los fascistas tuvieran ese objetivo”, ironiza McDowell.
‘La naranja mecánica’ supuso un descubrimiento de la filología, también, debido al ‘lenguaje inventado’ que figuraba en el guion. Un hecho en absoluto “complicado” para el actor principal ya que, dada su trayectoria en la ‘Shakespeare Company ’, “cuando uno se acostumbra a trabajar con Shakespeare, su lenguaje no da miedo”. Cuenta cómo, incluso, cuando creaba a Alex DeLarge, se basó en el Ricardo III de Laurence Olivier (1955). “Le veía como un viejales, tal y como los jóvenes me verán a mí ahora”, prosigue McDowell, a la vez que aclara que Kubrick “no le daba mucha importancia al lenguaje en la película, por miedo a que la gente no entendiera ciertas partes”.
La interpretación es un arte que, inequívocamente, se basa en la improvisación, aunque tenga, tras de sí, un entramado guion, como es el caso de ‘La naranja mecánica’. No obstante, McDowell y su savoir faire fueron capaces de acuñar términos de su propia cosecha al personaje como ‘gulliver’, que en la traducción al castellano se utilizó la palabra ‘quijotera’.
Stanley Kubrick
Malcolm McDowell es uno de los actores tocados por la fortuna de haber sido dirigidos por el cineasta encargado de obras como ‘2001: Una odisea en el espacio’ o ‘Senderos de gloria’. El británico alaba la relevancia de Kubrick en el cine, no con la película protagonizada por el mismo, sino con otro tótem del séptimo arte como fue ‘2001’.
“Dio el salto milenario que necesitaba una ciencia ficción que venía de los escenarios de cartón piedra y de Flash Gordon a un cine de muy altos presupuestos y que servía para que el público reflexionara sobre cuestiones filosóficas, como ‘de dónde venimos’ y ‘hacia dónde vamos’”, destaca el actor.