La bisoñez no tiene por qué estar reñida con la madurez y es una especie de dogma asumido, casi, a pies juntillas, al hablar de un prodigio o un talento de temprana edad, sobre todo, en el ámbito deportivo. Más, si cabe, se da esa circunstancia en el motociclismo donde, además de ser España una constante cantera de pilotos laureados como pocos, desde el ‘12+1’ de Ángel Nieto hasta el rodillo actual, pese a las lesiones, de Marc Márquez, pasando por insignes como Gibernau, Pedrosa o Lorenzo, la precocidad da pie a que jóvenes de once años coincidan, en sus comienzos en la competición, con los mejores años de sus ídolos, como lo es el de Cervera de Izan Rodríguez, vallisoletano y recién proclamado campeón de las FIM MiniGP World Series, en las inmediaciones del valenciano Ricardo Tormo.
Su coronación como campeón se produjo en la misma semana en la que el campeonato de MotoGP echaba el telón, hasta la próxima temporada, a pocos metros del asfalto de ‘los mayores’. Allí, tras la consecución del título, Izan pudo deleitarse y cumplir el sueño de todo aquel que ama el olor a gasolina y la velocidad “con la invitación al paddock y a presenciar el fin de semana desde, también, las gradas”, tal y como explica el flamante campeón.
“Mi gran ídolo es Marc Márquez y… Valentino… no es muy de mi agrado”, explica el joven vallisoletano tras la reciente retirada de ‘Il Dottore’. Destaca, con una sonrisa que trasciende de la emoción del momento, cómo se sacó “muchísimas fotos, tanto en el circuito como en la gala del domingo, con casi todos los pilotos”, dejando paso a esa emoción que todo niño guarda por conocer a los más exitosos talentos.
Indagando en sus orígenes sobre las dos ruedas que, dada su aún corta edad, se remontan, tan sólo, siete años atrás, explica cómo ya “con cuatro años” se subió a su “primera moto”. No por generación espontánea sino por “los genes de familia” Izan se enganchó a este deporte. “De más pequeño” -ríe- “veía las carreras por la tele con mi abuelo”, uno de los grandes ‘culpables’ de la afición del precoz piloto.
Esa precocidad, en cuanto a la edad, debería convivir con la ingenuidad de los más pequeños pero, lejos de ello, Izan es más que reservado. “Me guardo estos logros para mí porque, de hecho, me daba vergüenza cuando, antes, contaba las cosas en el colegio y otros niños se reían al no creerme”, explica. Precisamente, una de las fortalezas de Rodríguez es la capacidad de pedir ayuda cuando lo necesita, como después de cada prueba de los diferentes campeonatos cuando, después de haberse ido a, por ejemplo, Cataluña o Andalucía el miércoles, regresa el domingo a casa y el lunes pregunta “a profesores y compañeros por todos los deberes y exámenes” que necesita realizar para ponerse al día. “Requiere mucho esfuerzo, pero el motivo por el que lo hago, la competición, compensa de sobra”, añade.
Izan, que normalmente entrena en el circuito de karting FK1 de Villaverde, en Medina del Campo, encuentra sus fortalezas como piloto “al dejar marchar la moto, cuando no tiene gas y justo antes de frenar”, que es donde verdaderamente disfruta. “Esa circunstancia se complica al ir junto con otros pilotos alrededor, puesto que tienes que adaptar las rutas en los pasos por curva, pero estoy mejorando mucho en ello”, destaca.
“Me cautiva la adrenalina que siento a cada metro y, aunque cuando analizas los datos de velocidad tras cada prueba, se demuestra que es muy alta, sobre la moto apenas la percibo, porque no hay ninguna referencia fija y sólo lo siento al afrontar cada gran frenada”, subraya, con la sana falta de respeto al miedo que todo piloto necesita.
El joven vallisoletano, que comenzó a competir a los seis años “porque antes no se podía”, en el burgalés circuito de Kotarr, estima imprescindible la labor de los patrocinadores. “No somos ricos, precisamente, pero necesitamos un poco de ayuda para afrontar las carreras y todos los viajes, que la mayoría son a Cataluña o Andalucía”, desliza, justo antes de que su madre, Virginia, deje claro que “la intención no es la de moverse de Valladolid”.
Sacrificio
Ya de por sí, lejos de la vida ‘habitual’ de un niño de su edad, la de Izan no lo es ni en sus períodos vacacionales, que los aprovecha “para entrenar o, como mucho, hacer rutas en bici por la montaña, que es muy bueno para las piernas”, asegura, siempre, pensando en la preparación física para soportar los esfuerzos que le exige su moto.
Desde este pasado verano comenzó a prestar mucha más atención al entrenamiento físico, lejos de la moto, “cada día, en casa”. Explica, por último, que se trataba “de algo que nunca había trabajado” pero que es fundamental, sobre todo, al pilotar motos cada vez más potentes. “Debido a ese esfuerzo y constancia diarios consigo domar la moto a mi voluntad”, concluye, contundente, Izan.