Reflexiones de un apoderado independiente
Tras dar una vuelta por su amplio apartamento, para ir reuniendo fotos y datos de nuestro personaje, proseguimos con la entrevista.
Carlos Zúñiga: el último romántico del toreo (Parte 2ª)
P.- ¿Qué condiciones debe reunir un buen apoderado?
R.- Honradez. Ser honrado y trabajador y, sobre todo, defender al torero como si fuera uno mismo; ser leal a él y convencer al torero que puede y quiere ser. Y también es necesario que el apoderado crea que su poderdante puede ser torero.
P.- ¿Existen, de verdad, los apoderados independientes?
R.- Sí, por suerte existen y yo creo que son los mejores, y porque creo que ponen a los toreros en su sitio. Ahí están los casos de Joselito o Ponce que siempre han ido en solitario y nunca cambiaron de apoderado. Y hay otros toreros en figura que han pasado por las manos de quince o veinte apoderados. Yo creo que para los toreros un apoderado independiente es lo más importante.
P.- ¿Qué torero de los que apoderó le ha dado más satisfacciones?
R.- Hubo varios; uno que me entusiasmaba fue Uceda Leal, un torero con unas cualidades y una expresión enorme en su forma de torear. El Boni en su momento también fue un diestro con mucha torería. Y Morenito es un torero que también ha tenido mucho pellizco. Y por supuesto Celso Ortega.
P.- ¿Y los que menos, hasta llegar a enfadarle y dejarlos definitivamente?
R.- (risas) Uno que no quiero mentar por no hacerle daño. Pero sí, hubo un par de ellos que fueron incómodos…
Morenito de Aranda y la amistad familiar
P.- A Morenito de Aranda lo descubrió y usted lo hizo torero, incluso le trataron como a un hijo en la familia ¿Hubo correspondencia por parte del torero?
R.- Desgraciadamente no…
P.- ¿Pudo llegar más lejos el diestro arandino si no se rompe la relación?
R.- No es que pudiera llegar a ser porque lo apoderara yo, aparte de que es un grandioso torero y le caben muchos toros en la cabeza, además de ejecutar el toreo de la forma clásica como lo hace, el problema es la espada. Y mientras no arregle el problema de la espada va a ser muy difícil…
La faceta de empresario
La nueva aventura de apoderado la lleva en solitario, hasta que da el salto a la organización de festejos, pero sin dejar los apoderamientos. De ello, y de la situación actual de la fiesta, Zúñiga lo analiza en profundidad.
¿Qué plazas han sido las más y las menos interesantes de las que ha gestionado?
R.- Ha habido de todo. Yo empecé por los pueblos como todos, pero eran importantes para mí por la ilusión que tenía como fueron Aranda y Astorga. Luego cogí Huércal Overa, (que la llevé nueve años) Medina, Alcázar de San Juan, Requena, Vinaroz, Plasencia, Laguna de Duero, etc. donde se daban corridas de toros y ya podías hablar con las figuras porque iban a estas plazas. Hemos dado toros en Melilla, la Coruña, Burgos y una joya como es Gijón donde este año se han cumplido 20 años de gestión continuada. Pero siempre procuré hacer las cosas bien, aunque en unas plazas salieron mejor que en otras. Siempre lo hice con mucha ilusión, pero sobre todo con el corazón. Estoy muy contento con lo que he hecho.
Melilla, la peste equina y los caballos marroquíes
Hacemos una parada en Melilla. Año 1989. A Carlos le conceden la plaza para dar la corrida de feria y monta un cartel atractivo: Julio Robles, Víctor Mendes y su torero, Celso Ortega. Pero la peste equina impide el traslado de las cuadras de caballos de picar desde la península, y nuestro personaje tiene que buscar una solución inmediata a cinco días vista…
Fue tremendo, -nos comenta Zúñiga entre risas- porque se agotaron las entradas, la subvención era alta y no me la podía jugar. Así que, tras engañarme un taurino melillense, atravesé la frontera y por mediación de un marroquí dimos con una cuadra de caballos que el menos nos sirvieron dos, ya que otros dos pudimos encontrar en la propia Melilla. Pero el problema era volver a Melilla con los caballos. Total, que eché mano de un amigo -Manuel Céspedes, a la sazón delegado del Gobierno en Melilla y anteriormente jefe de seguridad de Moncloa, con Felipe González- y pudimos llegar a Melilla siguiendo las indicaciones del secretario de Céspedes: dos marroquíes, a los que les di una propina, cruzaron los caballos agarrados del ramal. Una vez en la plaza y todo listo para el festejo, los picadores de Robles y Mendes se negaron a montar los caballos de los moros y la corrida se suspendió. Se dio tres días más tarde con otro cartel, pero ya no fue la gente porque la feria se había acabado. En fin.
P.- Cuando las taquillas no funcionaban como debieran ¿Cómo se las arreglaba?
R.- Pues con mucha suerte, porque tuve el acierto de trabajar con el director de un banco (Español de Crédito) que me dio la vida, y gracias a él, pagando muchos intereses, tuve la posibilidad de hacer cosas que nunca hubiera podido haber hecho sin dinero. Pero siempre fui muy serio y correspondía a la confianza que depositaban en mí.
P.- ¿Ha sido usted generoso con los toreros o intentó “rebañarles” como se dice en el argot?
R.- He respetado muchísimo en ese sentido a los toreros, porque el hombre que se pone frente a un toro debe ganar su dinero, lo que pasa es que algunas veces las circunstancias mandan y si el público no acude a los toros la cosa se complica. Pero cuando les he pedido el favor a los toreros (rebajar honorarios) a mí me lo han hecho.
P.- Suponemos que ha visto usted “el color del dinero”, aunque según confesión no se ha hecho rico como empresario, pero sí para vivir holgadamente.
R.- Bueno, holgadamente, holgadamente no (risas). Pero bien, dentro de mis posibilidades y mis circunstancias, sí. Yo he sacado adelante a mis cuatro hijos que no les ha faltado nunca de nada y he tratado de que vivan bien. Y yo no he vivido malamente nunca.