Nacido en la localidad palentina de Meneses de Campos, Luis Argüello, obispo auxiliar de Valladolid, espera que este año la Semana Santa se pueda vivir en su máximo esplendor aunque con ciertas precauciones. Después de dos años de restricciones, provocadas por la pandemia, los cofrades tienen un mayor deseo de poder procesionar por las calles aunque Argüello, como ha reconocido a EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León, cree que habrá quienes aún tengan cierto respeto a la COVID-19.
El también portavoz de la Conferencia Episcopal, reconoce que su forma de vivir la Pascua siempre ha sido en la calle, así como que en Valladolid, esta festividad, tiene una fuerza especial gracias a la imaginería que se puede contemplar por sus calles.
Apasionado de las procesiones nocturnas, afirma que la Semana Santa debe ser no solo recogimiento, sino también una expansión provocada por la resurrección de Jesucristo después de su muerte.
- ¿Qué es la Semana Santa para un cristiano?
- La celebración del acontecimiento central de la fe cristiana que es la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. En realidad, es lo que celebramos cada domingo. La Semana Santa es una explicación anual del significado del domingo y por eso es tan importante.
- ¿Cómo hay que vivirla?
- Tratando de unir, como seguramente es todo lo humano, aspectos más racionales cono los que son emotivos. Aspectos de celebración en el templo y en la calle. Poner en el centro acontecimientos que nosotros celebramos y también la expresión de cultura y religiosidad popular que la Semana Santa ha hecho que surgiera a lo largo de los siglos y de los sitios.
- Explíquese…
- Yo creo que los dos grandes acontecimientos de la fe cristiana, la Navidad y la Pascua, han dado lugar, en todos los lugares donde la fe cristiana se vive, de una u otra manera, a expresiones populares singulares que se concretan en cada sitio. En España, la de los siglos XV, XVI y XVII hacen que cristalice, incluso desde el punto de vista de la imaginería, de una manera que tiene que ver con la gran reforma del Concilio de Trento. Ahora, acogiendo esta tradición, también la vivimos desde la novedad del Concilio Vaticano II.
- Este año se pueden celebrar de nuevo las procesiones tras dos años suspendidas por la COVID-19 ¿espera que la gente salga a la calle aún con más ganas?
- Sí, pero seguramente se unan dos tipos de expectativas. Unos con este deseo grande de salir y otros con cierta prevención a la hora de valorar posibles contagios. Habrá, por tanto, deseo de hacer cosas juntos, aunque compartiendo las reservas de otros. Porque hay mucha gente que ha tenido algún familiar, amigo o conocido, que ha pasado el virus, algunos incluso teniendo que ir a los hospitales, y habrá gente que lo tenga presente.
- Es que han sido dos años duros.
- Lo que hemos vivido en estos dos años es una experiencia de fragilidad y de vernos desbordados por lo que podríamos llamar el misterio del mal. El mal de la naturaleza, como ha sido el virus o el volcán de La Palma. Además, somos conscientes de otro mal que podemos llamar moral con la realidad de la guerra cercana que nos hace caer en la cuenta de que, en este momento, en el mundo hay decenas de conflictos armados y en un mal que nos desborda porque podemos establecer sus causas, pero es un misterio que nos supera.
- ¿Ve algún enlace de estos factores con la Pascua?
- Sí, con el núcleo de lo que celebramos. El misterio del mal en el que un hombre inocente es crucificado en el madero de los criminales. Ahí, siempre hemos encontrado una esperanza. No hay que olvidar que, cuando surge nuestra manera actual de vivir las procesiones, también había pestes, conflictos bélicos y la gente acudía a mirar a un Cristo, o a una Virgen, para encontrar en lo divino un consuelo. Y una motivación para enfrentarse al mal en sus diversas formas.
- Durante la pandemia usted fue muy consciente de ese mal y fue muy prudente con las celebraciones de Semana Santa estando de acuerdo con todas las restricciones o suspensiones…
- No fue solo una decisión personal sino de nuestra Diócesis con nuestro obispo, Ricardo Blázquez, y de la Iglesia en general. Siempre hemos mantenido el deseo de que la vida de la Iglesia pudiera mantenerse, pero al mismo tiempo pensamos que forma parte del amor cristiano hacer lo posible para no ser cauce de la transmisión de la enfermedad.
- Este año el pregonero de la Semana Santa en Valladolid es Javier Burrieza, usted ya ha tenido experiencia como tal ¿cómo tiene que ser un pregón de Semana Santa?
- Como su propio nombre indica, tiene que ser un anuncio cantado. Como no se trata de sacar las dotes de cantor (risas) debe ser un anuncio que tiene que ver con lo personal y la experiencia de cada uno. En el caso de Javier es un ‘capillita’ que está muy metido en el ámbito de la Semana Santa y por tanto ya tiene esa experiencia. Además, es un historiador y seguro que va a poner música de su personal experiencia al anuncio de lo que va a pregonar. Solo le aconsejo que sea fiel a su propia experiencia.
- ¿Le dan muchos quebraderos de cabeza las cofradías?
- Forma parte de su historia el vivir una permanente tensión entre la afirmación de lo propio, de lo que es cada una de ellas o imagen a la que dan culto, y sabiéndose parte de una realidad mayor. Sin esa realidad mayor, que es la propuesta de la Semana Santa, cada Cofradía aislada no tendría sentido.
- Digamos entonces que hay tensión entre lo propio y lo común.
- Sí y ello, que es algo general a la vida de los hombres, en las cofradías se vive de una forma muy especial. A veces dando demasiada importancia a aspectos que yo creo que son de segunda importancia y otras tratando de querer contribuir a lo mejor desde la perspectiva de cada uno. Insisto en que el futuro de la Semana Santa en Valladolid ciudad, como puede ser en Medina del Campo, Medina de Rioseco, Tordesillas o Peñafiel, es muy importante que se dé importancia a lo común que luego necesitará el rostro de cada una de las cofradías.
- Pasa igual en la vida.
- Eso es. En una situación de crisis como la actual, si cada sector se fija en lo propio y no tiene en cuenta las necesidades del común, difícilmente saldremos adelante.
- Le voy a poner en un compromiso ¿es la Semana Santa de Valladolid la mejor de España?
- Para los vallisoletanos sí. Y en Sevilla, Zamora o Arcos de la Frontera piensan igual de las suyas. A mí no me parece mal que cada uno piense que lo suyo es lo mejor siempre que no perdamos de vista que lo que celebramos es un acontecimiento de todos.
- ¿Cómo recuerda usted la Semana Santa cuando era un niño?
- Mi primer recuerdo es la Semana Santa de mi pueblo marcada por los rigores que había a finales de los años 50. Se cerraba el bar, dejaban de sonar las campanas, todo el pueblo estaba en los actos litúrgicos… Era todo muy singular. Luego vine a Valladolid a estudiar y tuve dos etapas. Una más vinculada al Colegio de Lourdes, dónde yo estudiaba, en el que había una propuesta de vivencia de la Semana Santa con las Pascuas Juveniles. Y la otra siendo más cofrade de acera. A mí la calle me gusta, así como los acontecimientos que allí se viven. Ir de una procesión a otra, moverme de un sitio a otro, es algo que siempre me ha gustado.
- ¿Ha sido usted cofrade?
- No he pertenecido a ninguna cofradía, pero sí me ha gustado seguir el acontecimiento como cofrade de acera.
- De niño que prefería ¿la Navidad o la Semana Santa?
- La Navidad por una razón muy evidente ya que estaba interno en el colegio, con un internado de los de antes. Veníamos al colegio a finales de septiembre y no salíamos hasta las vísperas de la Navidad, con lo cual, esa primera salida, me producía una emoción singular. De hecho, la vuelta al colegio después de esas fechas era la más dura.
- Se dice que la Navidad debe ser alegría y Semana Santa recogimiento ¿está usted de acuerdo?
- Hasta cierto punto. La Pascua demuestra un doble movimiento del corazón. En un momento dado se recoge y eso, quienes ya tenemos años, sí que es verdad que hemos vivido la Semana Santa marcada por ese recogimiento incluso ambiental. Pero debe ser un recogimiento para vivir una expansión. Vivimos ese recogimiento hasta el Viernes Santo y después, cuando llega la resurrección de Cristo, tenemos dificultades para vivir con alegría ese momento. Subrayamos más la Cuaresma y menos la Pascua.
- De todas las procesiones de Valladolid ¿Cuál es la que más le emociona?
- Siempre me han removido más las procesiones de la noche. Responden más a nuestro estereotipo de procesiones más silenciosas, con una gran importancia de la imagen. No puedo negar mi devoción singular al Cristo Atado a la Columna y su procesión del Martes Santo que iba hasta la Pilarica para hacer la promesa del silencio. Ahora se ha modificado su recorrido, pero me sigue gustando especialmente. También el Cristo de las Cinco Llagas que sale el Sábado Santo me gusta mucho, dentro del aprecio general que tengo a toda nuestra Semana Santa.
- Si fuera usted embajador de la Semana Santa de Valladolid ¿cómo convencería a cualquier persona a que viniera a vivirla?
- Lo primero intentaría convencerles de que celebrarán el acontecimiento, ya sea en su casa o moviéndose. Una vez que tomaran la decisión de salir les diría que el atractivo grande de la Semana Santa de Valladolid es el haber podido mantener una imaginería muy singular en la que la fuerza de las imágenes tiene la capacidad de transparentar la misericordia. La riqueza de la Semana Santa de Valladolid es cultivar de una forma especial la devoción a la misericordia expresada en el corazón de Jesús.