El Cristo de la Luz alumbró este Jueves Santo de nuevo las calles de Valladolid. Tres años después de su última salida, y en una silenciosa procesión, acompañada de una soleada mañana, la talla de Gregorio Fernández, que data de 1630 y es una de las más queridas, partió a hombros de 24 hermanos universitarios.
La campana de la fachada del Palacio de Santa Cruz repicó de nuevo a las 11 en punto y el Coro Universitario interpretó su variado espectro. La imponente, dramática y realista figura del Santísimo Cristo de la Cruz asomó por la puerta principal, clavado en el madero y sobre un manto de flores púrpura. La gubia del gran escultor gallego, pero vallisoletano de adopción, salió de nuevo a la calle.
La emoción flotaba sobre la atenta mirada de miles de personas que abarrotaron la plaza, cómplices de un silencio casi sepulcral que rodea a una figura muy delgada, cuidada en cada poro de su piel y en la sensación de agonía. Ojos entornados que realmente impresionan, uno de ellos atravesado por una espina desde el párpado.
El paso del Cristo de la Luz, reflejo de amor estremecedor, salió acompañado de su hermandad titular, con un cortejo que inició la cruz alzada y los ciriales, portados por hombres ataviados con hábito púrpura y capucha roja, algunos de ellos descalzos, un compromiso individual. Una de las características más llamativas de la procesión es el número importante de niños que la siguen y la música protagonizada por la dulzaina, tamboril y bombo, que emula sones barrocos del siglo XVII. Un aspecto que la convierte en única. Tras la talla, responsables universitarios y municipales y la Banda Municipal de Arroyo de la Encomienda.
Tras cruzar la calle Librería, la procesión alcanzó la Plaza de la Universidad, en cuya fachada principal se celebró el habitual acto de homenaje de los estudiantes a la imagen, ubicada frente al gentío y de espaldas al coro. De nuevo, con un silencio pasmoso, los sones del ‘Gaudeamus Igitur’ envolvieron a los asistentes, mientras se realizó la ofrenda floral y uno de los miembros de la comunidad universitaria llevó a cabo una disertación sobre el conocimiento y la fe. Antes de volver a su punto de salida, la procesión se dirigió a la Catedral, en cuyo interior se rezó un Vía-Crucis.
La perla de Gregorio Fernández
La talla del Santísimo Cristo de la Luz, propiedad del Museo Nacional de Escultura, guarda importante tradición en la ciudad. Dice el historiador Javier Burrieza, pregonero en 2022, que si la Semana Santa de Valladolid “no contase con más talla que ésta, ya merecería la pena ponerse a sus pies”, gracias a su “elegancia”.
Al parecer, la obra no fue realizada para la salida procesional, sino para el espacio privado de devoción, en una de las capillas del antiguo monasterio de San Benito el Real. El viajero Isidoro Bosarte, a principios del XIX, antes de la exclaustración y desamortización, describía la obra con palabras muy elogiosas: “La buena simetría, el decoro, la elegancia del estilo, la nobleza del carácter y la divinidad”. Se trataba de una obra de madurez del maestro escultor. Matías Sangrador, de nuevo en el siglo XIX, ya lo denominaba como “la perla de Gregorio Fernández”.