“Llevo toda la vida rodeado de viñedos. He crecido en una familia de viticultores, pero profesionalmente me dedico al mundo del vino desde los 18 años. Hace dos inicié el proyecto de La Lagareta y estoy muy contento por cómo se está desarrollando”, nos cuenta Pablo Nieto Martínez, en declaraciones a EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León.
Este vallisoletano, de 27 años (cumplirá los 28 en octubre), es un joven emprendedor que ha puesto en marcha este modelo de emprendimiento que busca revalorizar los espacios y las explotaciones “con el fin de dar valor a los distintos viñedos, no solo de la provincia de Valladolid, sino de todas las zonas a las que podamos llegar”.
Dan valor a estas explotaciones haciendo las labores de la viña y luego, en algunos casos, se compra un porcentaje de la uva para producir ediciones limitadas de vino de cada paraje. El fin es “eliminar ciertos intermediarios de la cadena que no aporten valor para que repercuta directamente en el productor, así equilibrar la balanza”, nos explica Pablo. Al ser cantidades más escasas de botellas, es más fácil trabajar directamente con el cliente final. Este tiene un vino de mayor calidad, precio más accesible y es conocedor de todos los procesos. Más transparencia para mejorar la cadena.
Los inicios de La Lagareta
“La idea de poner en marcha La Lagareta surge en el año 2019. En 2020 comienza a rodar. Buscamos la monetización a través de los trabajos de viticultura y también la profesionalización del sector. Queremos dar valor, a nivel social, esta profesión que es tan importante y está tan presente en nuestro día a día”, nos cuenta Pablo Nieto.
El precursor de este proyecto intenta que las personas que están detrás de la elaboración de un vino, campo y bodega, sean valoradas y sus trabajos estén dignificados “para que salga buen vino es necesaria buena fruta” y para ello son “imprescindibles muchas labores previas” para que el consumidor no solo disfrute de un buen producto, sino que también sea consciente de todo lo que le rodea.
Este joven emprendedor nos confiesa que, tras dos años, la idea va “saliendo adelante con mucho esfuerzo”. Ahora trabajamos en viñas ubicadas en zonas como Valbuena de Duero o Mucientes dentro de la provincia de Valladolid, y en otras como en Peñaranda de Duero, en Burgos.
“Dentro del proyecto, también creamos experiencias de enoturismo para grupos privados y previamente seleccionados por lista de espera. Básicamente, explicar los trabajos que hacemos, los vinos que elaboramos y nuestra filosofía. Obviamente, esto se queda corto porque son grupos pequeños y de vez en cuando organizamos actividades más amplias para tener mayor repercusión y siempre está presente la música y otras artes como formas de conectar con el mundo. De esta forma, normalizamos un trabajo, una filosofía de vida donde nadie es más que nadie, donde al final del día todos somos seres humanos”, asegura nuestro entrevistado.
Una experiencia única
“Nuestro proyecto podría decirse que es como una bodega experimental que no tiene en propiedad ni depósitos ni viñedos. Aprovechamos los recursos, reciclamos los espacios. No le vemos mucha lógica a plantar cien hectáreas más de viñedo o hacer una mega bodega cuando hay cientos a tu alrededor que almacenan miles de litros de vino en stock cada año y muchas se ven abocadas a tirar los precios. Hacemos los trabajos de viticultura para hacer, posteriormente, algo de vino que vaya a tener una salida realista. Trabajamos las viñas en especial de aquellas personas que, por falta de tiempo o recursos, no lo pueden hacer”, explica el pucelano.
Además de vendimiar, y de buscar que el precio que se obtiene de la uva sea rentable, compran uva de los viñedos para la elaboración de ediciones limitadas de vino con pequeños productores como clientes que no se encargan de explotar la viña como actividad principal y que dejan todo en manos de La Lagareta.
“Nuestro concepto de exclusividad no va asociado a un precio alto”, sino “al tiempo que disfrutamos con todo lo que nos rodea”. Hacemos vinos con precios accesibles, pero, siendo coherentes con la cadena de valor, con las personas que han participado e intentando dignificar sus labores
“Los vinos que obtenemos de estas uvas son una representación clara de la tierra. Ya que intentamos minimizar la intervención en los vinos. Queremos hacer visible la tarea de la viña, poder vivir de la misma, crear un producto de calidad y que todo el proceso sea acorde a unos valores con los que tenemos que ser coherentes con nuestras acciones”, explica mientras descansa tras hacer la poda en verde.
Jóvenes y vino
Pablo creó, además, a finales del año 2017, la asociación: ‘Jóvenes por el Vino’. Una iniciativa que surge porque en Valladolid “tenemos más de 300 bodegas y productoras de vino” pero “no había clientela” ya que los jóvenes “no tenían esa cercanía al mundo del vino” y “no tenían interiorizado lo que era beberlo”.
“Esta asociación se crea para acercar el vino a estas personas. Ahora, en este año 2022, el proyecto se ha parado un poco porque los que formábamos la agrupación estamos a nuestras cosas y no tenemos tiempo. Está paradillo después de que hayamos pasado la pandemia que también afectó”, confiesa el creador también de esta iniciativa.
Asegura, sin embargo, que “tienen pensado retomarlo” pero “no con el ritmo de antes” y “sí para hacer un par de eventos o de reuniones anuales” con el fin de “ensalzar todos los encantos del vino” y puntualiza que esta idea “necesita de mucha implicación” y que las personas “estén siempre enchufadas a ella”.
El futuro del mundo rural
Esta es una iniciativa para que, en tiempos de crisis en los que la urbe, las grandes fundamentalmente, ganan población, se apueste por un mundo rural que “va a menos”, como apunta Pablo.
“Espero que el impacto sea lo más positivo posible y si funciona, genial, pero la vida seguirá igualmente”, añade. Afirma que el objetivo “es llegar a fin de mes y que salgan las cuentas” pero “beneficiar también a las zonas donde nos desarrollamos”, finaliza.
Una brillante idea y un joven enamorado de la tierra.