R. Travesí / ICAL
No hay bombardeos ni heridos de bala pese a que la guerra está muy cerca pero existen otras lesiones invisibles, las emocionales. La coraza que, en ocasiones, proporciona la bata blanca o el traje de médico para no dejarse llevar por sus sentimientos sirve de poco ante el dolor de familias rotas por la invasión rusa a Ucrania y la incertidumbre de saber cuándo cesará la guerra y la fecha en que podrán volver a sus casas. Y quien lo dice tiene la suficiente experiencia para enfrentarse a todo tipo de tragedias.
No en vano, Óscar Hugo Martín es un médico de Familia de Valladolid especializado en cooperación internacional , misiones humanitarias y emergencias desde hace 15 años tras haber ayudado a la población local en los terremotos de Haití y Nepal, tifón de Filipinas, campamentos de refugiados como Idomeni (Grecia) y Calais (Francia) y participado en el rescate de inmigrantes en el Mar Mediterráneo, con la ONG Proactiva Opens Arms, además de haber viajado varias veces a Gambia para desarrollar proyectos sanitarios con Ayepu.
Tras una estancia de más de veinte días, entre entre el 2 y 24 mayo, entre Isaccea (Rumanía) y Chisinau (Moldavia), de la mano de la Fundación Samu, para atender a los ucranianos -sobre todo mujeres con niños- que abandonaban su país, Martín comprobó el elevado estado de ansiedad de las personas que ha atendido. “He interaccionado mucho menos que en otros escenarios por que no quería despertar emociones. En cuanto les preguntas, se echan a llorar”, confiesa a la Agencia Ical. No en vano, reconoce que la guerra está “en frente” y la gente sufre por que sus maridos y familias siguen allí para luchar y defender su país.
En Isaccea, en el paso fronterizo entre Rumanía y Ucrania separado por el río Danubio, ha prestado apoyo sanitario a los últimos refugiados que llegaban en ferry, ya que ese puesto se cerró a principios de junio. Y es que la afluencia de ucranianos cada vez era menor, a diferencia de lo que ocurría hace dos y tres meses cuando comenzó la invasión rusa. Junto a otras ONGs como Acnur, Cruz Roja, Save The Children y una asociación de voluntarios rumanos, se han repartido a los pacientes.
Gracias a dos carpas, una con un puesto de mando y otra para un hospital de campaña, los sanitarios han prestado “asistencia comunitaria básica” a los ucranianos que llegaban entre lágrimas con mucha ansiedad, nerviosismo e hipertensión derivada por esta agitación. “Al principio, la situación era más compleja por que, con el intenso frío y las nevadas, venían con hipotermia”, precisa.
Por otro lado, la labor desarrollada en la capital de la República de Moldavia tuvo lugar en los pabellones de MoldExpo, el gran centro de exposiciones de Chisinau, para atender a parte del medio millar de refugiados ucranianos alojados en los pabellones.
Allí, el médico vallisoletano formó parte del cuarto contingente de Samu, que estaba formado por una decena de profesionales, con tres equipos de médico y enfermero y personal de logística de la fundación andaluza.
Después tres semanas entre Rumanía y Moldavia, el coordinador del centro de salud de Cigales (Valladolid) ha comprobado el comportamiento de ambas poblaciones para acoger y prestar ayuda a los ucranianos. “Lo que he visto allí sirve de ejemplo para otras crisis humanitarias y desplazamientos de refugiados”, asegura. Pese a ello, recuerda que “todo está inventado” ya que le contaron que hay mafias que venden pasaportes para hombres ucranianos y así librarse de tener que participar en la guerra, a cambio de entre 6.000 y 10.000 euros. Frente a eso, personas mayores y enfermos están atrapados en Ucrania, una situación que se agrava por la escasez de medicamentos, la falta de alimentos y el importante incremento de los precios.
Refugiados como "seres humanos"
Además, Óscar Hugo Martín elogia la organización de la Unión Europea que ha permitido que los ucranianos sean tratados como “seres humanos”, a diferencia de lo que ha ocurrido con otras crisis de refugiados en las que ha participado en Calais (afganos y africanos) y Lesbos (procedentes de Siria y otras regiones de Oriente Oriente). No en vano, precisa que se han creado plataforma para dar salida a los ucranianos y los países de la UE proporcionan acogida así como las facilidades para tramitar permisos de residencia y trabajo.
En este sentido, reflexiona que en España hay más de 100.000 peticiones de solicitud de asilo, pendientes de la respuesta de la Oficina de Asilo y Refugio. No en vano, este número contrasta con la procedimiento ‘express’ que disfrutan los ucranianos ahora.
Durante su estancia, Martín tuvo la percepción que “mucha” gente permanece en países fronterizos como Rumanía, Polonia y Moldovia a la espera de regresar a Ucrania, una vez que se resuelva el conflicto. “Han huido dejando todo atrás y con la casa a cuestas pero la intención de muchos ucranianos es volver”, concluye.