La vieja dársena del Canal de Castilla se pone guapa. Se acicala. Quiere volver a enamorar a la ciudad que le ha dado la espalda tantos años. Siete décadas después de la última limpieza del vaso, la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) desarrolla un proyecto para engalanar este espacio de la ciudad y su entorno. En 1951 se llevó a cabo con barcas, pero sin llegar a vaciarse. “Hicieron lo que pudieron, pero ni los medios son los actuales ni las condiciones tampoco. Se dejó mucha masa debajo”, rememora a Ical el director de obra en la CHD, Carlos Galicia. Ahora, las máquinas han recuperado algo más de 14.000 toneladas de fango y lodo. De los 2,5 metros de altura que tiene el vaso, 1,5 eran residuos inertes, aunque también se ha retirado “bastante vidrio o material pétreo”.
Un paseo por el fondo, que se impermeabilizará con 40 centímetros de arcilla, traslada al visitante de repente a una época anterior: singulares arquetas que tapan salidas a los antiguos molinos y fábricas, obstruidas desde hace decenas de años, galerías que ahora no se abrirán por temor a que causen fisuras, sillares movidos, tubos oxidados… Todo huele allí abajo a ese aroma de zona industrial, de punto neurálgico de la ciudad, un trasiego que generaba sensación económica, de mercado, la que tuvo en el siglo XIX cuando las barcazas poblaban esta dársena hasta la llegada del ferrocarril.
En torno a ella y su derrame hacia el Pisuerga se configuró hacia 1840 el primer espacio industrial moderno de la ciudad. El Canal se surcaba hasta 1959, año en que quedó oficialmente cerrado a la navegación. La dársena y los edificios que la abrazan languidecieron, y con ello la ciudad les dio la espalda. Hoy, bajo el paraguas que impide que el sol mañanero le aplane la cabeza, un hombre observa atentamente las obras, sobre las históricas barandillas; en el lado opuesto, en la terraza de uno de los bares que completan la postal, una mujer pasea con su perro y se asoma a ver este Bien de Interés Cultural desde hace tres décadas; la estampa concluye con uno de los usuarios de la residencia colindante que mira por su ventana cómo avanza la limpieza.
Con este empujón, parece que la ciudad quiere volver a mirar hacia las aguas del Canal, ese que el escritor Asier Aparicio definió como 'catedral número 13' de Castilla y León. Casi un siglo duró la construcción de la más importante infraestructura hidráulica en España hasta entonces (1753-1849). Parte de la ciudad reclamaba la recuperación de esta joya de la Ilustración, engalanarla para poder enamorar a los vecinos que la abrazan a diario, en el seno de un núcleo urbano que ha vivido a sus espaldas durante los últimos 150 años, desde la llegada del ferrocarril.
La “herida” de la dársena
En medio de una conversación con los ingenieros, todos ellos hablan de la “herida”. “Luego te lo cuento”, incide Galicia. Al cabo de un rato y al pasar por un llamativo movimiento de sillares, desvela que en 2015 se registró una fuga importante que se tapó con hormigón para solucionarse.
Pero ahora, con el vaso vacío, se ha descubierto que se provocó un trasvase subterráneo que afectó a la sillería y que acabó en el desagüe paralelo, al que se marchaban en torno a mil litros por segundo. “Era una barbaridad”, recuerda. El edificio del taller también se vio afectado. Gracias a la obra y la arcilla para impermeabilizar “tiene que durar al menos otros cien años”, ironiza, mientras una bandada de patos, no muy alertada por su relación diaria con el ser humano, nada aguas arriba: “También hemos pensado en la fauna, principalmente en época de nidificación”, defiende.
Gracias a una inversión de casi 650.000 euros y en una primera fase, la dársena, vacía ahora de agua y de porquería, pero no de sentimientos, se prepara para afrontar una nueva etapa que propicie un mayor uso de los vallisoletanos. Forma parte de la misma la construcción de un desagüe de seguridad en Cigales, trabajos que se están realizando de forma paralela, ya que el siguiente más cercano se encuentra en Dueñas, a casi 40 kilómetros.
El director de la obra relata que el proyecto recoge la limpieza total e impermeabilización del vaso, así como la recolocación de los históricos sillares removidos, una “tarea exhaustiva” que se acomete con agua a presión.
En siguientes fases, las dos márgenes serán aptas para el tránsito del público e incluso se cederá al Ayuntamiento una buena parte de este terreno para crear una zona pública arbolada.
Garantizar el abastecimiento
Pero todo lo que pueda parecer sencillo escribir no lo es sobre el terreno, principalmente porque el 70 por ciento de los vallisoletanos se abastecen de su agua, de esa que en muchos casos no conocían su procedencia, y que nutre a la Estación de Tratamiento (ETAP) de Las Eras, situada 100 metros aguas abajo. “Con el vaciado de la dársena para acometer su limpieza, iniciado en abril, la prioridad era mantener el abastecimiento de agua y no tener que activar ni el plan B ni el C, que será bombear agua desde San Isidro o desde el propio Pisuerga. Por eso, la obra esconde un gran trabajo”, expresa el director de obra en la CHD, Carlos Galicia, quien muestra en una visita los grandes tubos, dos de ellos de mil milímetros, que llevan el agua desde la presa artificial ubicada al inicio de la dársena hasta el aliviadero para dirigirlo a la ETAP. “Es la solución más natural mientras dura la recuperación y limpieza”, aclara el ingeniero.
De esta forma, y gracias a una “excelente colaboración” con Aquavall, Galicia asegura que tanto él como los responsables de las obras pueden trabajar “con total tranquilidad porque el abastecimiento está garantizado este verano, que es la época en la que aumenta el consumo por el calor, por las piscinas, por los jardines...” “Todo se ha hecho sin que lo notaran los vecinos cuando abrían el grifo de su casa”, prosigue.
Los plazos no son lo importante
La CHD ha restaurado también el desagüe paralelo que sale a la Avenida de Gijón y más tarde al Pisuerga, un pequeño un derrame que puede canalizar hasta 1.600 litros por segundo y que permite “dar seguridad ante una posible crecida”. Durante sus primeros metros va encajonado, más adelante es subterráneo y también se pretende abrir al viandante más adelante.
En este peculiar trabajo “lo menos importante son los plazos, sino más bien el presupuesto”, sostiene Carlos Galicia, quien se detiene frente al espectacular dique seco que se ha desenterrado junto a los talleres, los cuales también serán restaurados, y que era una especie de astillero que permitía la reparación de los barcos mediante el sistema de llenado y vaciado utilizado también en las míticas exclusas características del Canal: “A nivel práctico ya no tiene uso, obviamente, pero desde el punto de vista histórico este dique es fundamental para entender la infraestructura”.
En conjunto, el proyecto forma parte del plan estratégico de la CHD, que contempla la próxima licitación del proyecto de urbanización del entorno de la margen derecha del Canal, con un presupuesto estimado de tres millones de euros, que supondrá la recuperación del camino de sirga y la reposición de la calzada, las aceras, las instalaciones de alumbrado, el saneamiento o las zonas verdes, entre otras, además de abrir un paso peatonal a la carretera de Fuensaldaña.
También, en la margen izquierda se rehabilitarán varios edificios. Se trata, como resumió la presidente del órgano de Cuenca en una reciente visita, de “proporcionar acceso al barrio de La Victoria, dejar el talud bien organizado, que haya paso, aparcamiento, mucha zona verde y que sea un entorno que invite a pasear y a disfrutar a la ciudadanía”.