“Mi paso” por la cárcel
Es la segunda vez que Jorge Manrique “me lleva a la cárcel”; en la anterior ocasión, la visita fue junto a David Luguillano, Manolo Sánchez y el propio Manrique. Tanto en la primera, como en esta que relato, fue por una buena causa: entretener y entretenernos hablando de toros con los “huéspedes” de la prisión.
En esta ocasión ha sido por mediación -nunca mejor dicho- del abogado Alejandrino Francisco, coordinador regional de la Asociación Española de Mediación; (es decir, quién se encarga de terciar entre los ciudadanos y los agentes sociales). Alejandrino es muy amigo de Jorque y de ahí derivó la cosa de la visita.
Nos reciben los jefes
En el acceso a control nos esperaba Nuria San José, psicóloga y subdirectora del centro penitenciario. Enseguida se incorporó Carlos María Blanco, director de la prisión, a quien ya conocía a través de mi amigo César Lomas (Argales 2) que se encargó unos años de las viandas cuando los funcionarios festejan a Nuestra Señora de la Merced, su patrona, cuando llega el 24 de septiembre. Echamos de menos a Ángel Fernández, otro funcionario conocido de ambos, pero se encontraba de vacaciones.
Con ellos estuvimos charlando en el acceso al salón de actos, y de pronto empezaron a llegar en manada por ambos pasillos los “residentes”. El anuncio de la charla taurina que Nuria había colgado en el tablón de anuncios había tenido su efecto entre ellos y ellas, porque unas diez féminas hicieron acto de presencia en el patio de butacas.
Los aficionados y Jorge Manrique
Algunos de los asistentes al acto reconocieron a Jorge Manrique y se acercaron a él para saludarlo con efusión; lo que hizo que el bueno de Jorge recordara sus tiempos de torero conocido y popular.
Al estrado y a largar de toros
Instalados en el amplio escenario, y tras la presentación por parte del director, nos dispusimos a “lidiar este festejo” que, aunque menor, porque no había toros de por medio, fue mayor por el interés que puso la sala al ir descubriendo las historias de cada uno de los diestros. Hablamos de sus inicios, de las dificultades que tienen los toreros hasta llegar a la alternativa, de sus cogidas, de sus miedos y de sus sueños.
Y a torear de salón
Esto de torear de salón, es una de las facetas más bellas que ofrece el toreo. La figura erguida, la pose perfecta, los brazos jugando con las telas y los pies en movimiento, a veces, y otras clavados en la baldosa. Y sin toro.
Cuando está el toro delante la cosa cambia, pero la mayoría de las veces se roza la perfección. Y eso ocurrió con nuestros anfitriones que, al ver el perfecto manejo de los trastos o avíos, por parte de nuestros protagonistas, la sala se llenó de entusiasmo y olés. Por cierto, que Jorge recordó al gran Chaca (Herminio Jiménez) su paisano de Rioseco fallecido recientemente, quién manejaba los trastos con auténtico primor en sus clases como profesor de la escuela taurina riosecana.
Pedro Andrés, un estilista
Si al inicio de la charla comenzamos por el diestro de más antigüedad, por aquello de seguir el rito y las normas, la exhibición de toreo lo hicimos al revés; y fue el novillero vitoriano, Pedro Andrés, quién con porte torerísimo se estiró a la verónica causando gran admiración entre vítores y palmas. Luego mostraría su clase con la pañosa. Pedro Andrés, Pedri para los conocidos, es alumno de la Escuela de Tauromaquia de Salamanca y es apoderado por Jorge Manrique.
A Jorge le salió un “espontáneo” dominicano
Invitamos a Jorge, y a regañadientes accedió a coger la muleta para ofrecernos una muestra de su manejo. Y cuando el riosecano estaba en plena faena, un espontáneo saltó al albero imaginario del teatro, cogió la muleta y le dijo a Jorge que le enseñara… Y al unísono con el veterano diestro, el inesperado maletilla dominicano se hizo torero por una mañana y tuvo sus minutos de éxito. Luego saltó al estrado otro aspirante torero, pero a este se le notaba el buen manejo y pegó tres o cuatro lances que le supieron a gloria. Luego nos diría que había ido con algunos toreros…
Pablo Santana
Magistral fue la lección del diestro vallisoletano que, micrófono en mano, fue desgranando milimétricamente, y con una despaciosidad pasmosa, un pase de muleta que causó sensación por la forma de ejecutarlo. Explicamos al auditorio que Pablo Santana ejerce de profesor en el Centro de Interpretación de la Tauromaquia que creó hace unos años en Alaejos. A Santana le regalaron las féminas un dibujo alusivo a su toreo, firmado y dedicado. Había arte en el patio de butacas.
Tras la vistosa y aplaudida exhibición de toreo de salón proseguimos un rato más con la charla, donde intervinieron algunos asistentes que estaban ávidos por preguntar para sacarlos de dudas en algunas cuestiones del mundo del toro.
Y se acabó el “festejo”
Tras una hora y pico de “festejo” dimos por concluido el mismo. Agradecimos la deferencia y el trato dispensado por parte de Carlos y Nuria, quién por cierto nos hizo de reportera gráfica ante la prohibición de usar cámaras o móviles dentro del recinto.
Y nos despedimos de nuestro público; unos “inquilinos” que se portaron como auténticos y buenos aficionados. Si de algo ha servido a la Fiesta nuestra incursión carcelaria, bienvenida sea. Pero lo importante, es que hicimos sonreír y pasarlo bien a estas gentes que, por unas causas u otras, están apartados de la sociedad por un tiempo. Incluso a algunos les hicimos soñar como toreros imaginarios.
Estoy seguro, que mis compañeros de estrado han sentido lo mismo que uno: un extraño presagio al cruzar el umbral de una cárcel; pero una gran sensación interior de bienestar al salir, por haber servido de distracción por unos minutos a gentes olvidadas de la sociedad.
P.D.: “La gente olvidará lo que dijiste, olvidará lo que hiciste, pero nunca olvidarán cómo los hiciste sentir”. (Maya Angelou, escritora).