El sonido de las grúas alertaba de que algo iba a pasar en el centro de Valladolid, concretamente frente del Teatro Calderón. Alejandro ya lo llevaba avisando desde hace un tiempo: quería cambiar su quiosco de seis metros cuadrados por uno un poco más grande. Fueron Andrea y Jesús, propietarios del quiosco de Portugalete, al lado del mítico bar Penicilino, quienes dieron la oportunidad al joven quiosquero de cambiarlo por el suyo, que contraba con ocho metros cuadrados.
Esta mañana los operarios de transporte y grúas se han puesto manos a la obra para retirar el quiosco de Calderón. Y es que solo han bastado un par de horas de esfuerzo para que el local desapareciese por completo de su lugar de siempre. "Tenía previsto que en el día de hoy se dejase todo hecho, lo que lleva más tiempo es mover todos los trámites y conseguir a gente disponible para hacerlo", explica el quiosquero del Calderón.
Tras unas horas de espera en su casa, Alejandro baja a la plaza de la Libertad con Andrea y Jesús, los propietarios del antiguo quiosco del Penicilino, que aseguran "querían estar allí en el momento de la retirada del local".
En el lugar, Andrea mira con nostalgia a su negocio de toda la vida, ese que le ha dado tantos buenos momentos. "Llevábamos 33 años trabajando en este quiosco y el que nos lo vendió a nosotros llevaría aquí más de 40 años", apunta la antigua propietaria, quien afirma que es una pena que tras su jubilación nadie haya querido trabajar en el negocio.
"Lo que no quería era tirarlo a una chatarra, me daba mucha pena. Se lo ofrecimos a Alejandro y accedió", subraya. Andrea confiesa que le ha dado "una pena terrible dejar el negocio y me ha dado todo lo que he querido y más". Gracias a su ubicación céntrica y las ganas que siempre le han puesto, Jesús y Andrea han sacado adelante un negocio que, según afirman, "ha sido lo más".
Con sus dos hijos trabajando de lo suyo y tras los 4 años de jubilación, nadie hasta la fecha había querido coger el negocio. Hasta que llegó Alejandro para querer cambiarlo todo. "Con el cambio de quiosco intentaré añadir revistas extranjeras y marcas nuevas que no se hayan visto por Valladolid, es una oportunidad para enseñarles a los demás quioscos que no hay que darlo todo por perdido".
Con los operarios subidos a las escaleras quitando partes del tejado del quiosco Andrea lanza una última frase al aire. "El quiosco me daba para comer, para cenar y para todo pero hay que trabajarlo". Un negocio que sin duda ha dejado una huella imborrable en Portugalete, que ahora recobrará vida en manos de Alejandro.