De siempre, Valladolid ha sido una ciudad de costumbres. Si no lo crees, pregúntale a cualquiera que haya nacido aquí. Cuando hablamos de costumbres, no solo nos ceñimos a las cotidianas de tomarnos unas cañas e ir de tapeo por el centro, sino también a las expresiones más comunes a la hora de hablar. Y es que seguro que si has oído hablar a los pucelanos te habrás dado cuenta de que hay alguna que otra palabra que te chirría. Detrás de esa fachada fría y seca, se esconde un amplio abanico de palabras que son totalmente desconocidas para muchas personas de otros lugares de España.
Como es habitual, el contagio de palabras ha ido de generación en generación. Palabras como 'fasero' o 'banzo' ya forman parte de ese vocabulario pucelano, que se convierte en un auténtico acertijo a descifrar para gente de otras provincias. Para que no queden dudas: fasero es el nombre por el que se conoce a los trabajadores de la Fasa, la fábrica de Renault que da trabajo a miles de vallisoletanos. Y banzo se utiliza como sinónimo de bordillo o escalón.
Hablando alto y claro
Pero además en Valladolid se habla con leísmo. Seguro que alguna vez, gente de fuera, te ha corregido mirándote con cara de “cómo has podido decir eso” o dándote una clase magistral de gramática haciéndote entrar en razón que cuando hay complemento directo en una frase se utiliza el 'lo' y no 'le', y por supuesto nosotros respondemos con el único argumento al que podemos aferrarnos: "Ya, pero en Valladolid es el mejor sitio donde se habla castellano".
Y es que además no hablamos con ningún acento- detalle que ya nos diferencia de otras provincias de la comunidad-pero sí nos gusta regresar a tiempos pasados para utilizar palabras de otra época. Cada situación es una buena excusa para soltar alguna que otra palabra que pueda sonar rara a los oídos del resto. Para cocinar nos ponemos el 'mandil', para fregar llenamos los 'calderos' de agua y nos referimos a los 'telares', como esas cosas que nos estorban y que siempre están por el medio.
Si estamos ante una situación que nos deja sin respuesta soltaremos el mítico 'Anda qué...' y se quedará en el aire como si alguien nos fuese a completar la frase. También si vamos a la panadería decimos eso de "dame una barra de riche", al colegio vamos con el famoso 'carpesano' con anillas para meter los apuntes, cuando salimos, vamos a tomar 'un chisme', pero ojo, no te pique 'un fínife', un bicho solamente conocido en Pucela.
Estas expresiones se oyen por cada esquina y rincón de Valladolid configurando un idioma totalmente personalizado que se escapa de comprensión alguna fuera de nuestras fronteras.
El léxico pucelano
Y, por supuesto, no faltará un 'hijo' o 'majo' en cada conversación (unas 20 veces cada cinco minutos), o a la hora de referirse a alguien cuando no estás de muy buen humor. Puede que no sean palabras al 100% cosechadas en Valladolid, pero los pucelanos las defendemos con orgullo. Y si nos encontramos en un círculo cercano de amigos raro será si no escuchas insultarse con: 'eres un pelele', el arma estrella para defenderte en las discusiones.
En Valladolid nos atamos las 'playeras', no los tenis, ni las deportivas, ni las zapatillas de correr. Utilizamos la 'lapicera' para hacer sopas de letras, tomar notas o cualquier otra cosa. Usamos los 'pitos' para tender la ropa, en los bares se toman 'chatos' de vino y sobre las barras reluce el tono rosado del 'clarete'.
Las madres nos dicen que le pasemos 'la rodea' para limpiar la mesa sucia y cuando somos pequeños nos limpian los 'berretes' de los restos de comida que se nos quedan por toda la cara. Si vas por la calle Santiago y entras a las tiendas después de las famosas rebajas y te acercas al mostrador oirás que la gente 'descambia' los pantalones o las camisas, porque en Valladolid no devolvemos prendas, las 'descambiamos'.
Y si pasas por alguna construcción temporal que hayan puesto con gran despliegue en la ciudad, nos asombraremos por el "'estaribel' que tienen montado".
Ya cuando llegue el invierno, (porque en Valladolid hace frío de verdad) vengan las rachas de frío y la niebla se congele en los árboles, veremos la 'cencellada', que no helada, ni rocío. Porque aquí tenemos cuatro estaciones: otoño, invierno, la de tren y la de autobuses.
Un diccionario nuevo
Necesitaríamos un diccionario exclusivo para comunicarnos entre nosotros, porque, aunque parezca imposible, en Pucela llegan los 'pingüinos' y no exactamente de las costas del Atlántico, en Valladolid aparecen a dos ruedas y a todo motor en pleno enero.
Las más jóvenes sabrán que encontrarse a 'Poti' una tarde de viernes en la zona de Plaza Zorrilla y que te dé conversación de la nada ya es un clásico. Y si es tu día de suerte, también puedes encontrarte a las gemelas por la calle Santiago: no es un espejismo, van vestidas exactamente igual, incluidos complementos. Si además te animas a salir de fiesta, que sepas que aquí salimos por Coca, La Antigua, Paraíso y hace unos años por el Cuadro. Casi nada.
Los mas mayores han oído cantar 'La Puerta de Alcalá' desde una motocicleta y han visto correr a un chico detrás de los autobuses. Y en cuanto a bares...toma nota rápido porque vamos de carrerilla. La sepia se come en La Sepia, las bravas en el Zamora y el bocata de calamares en La Mejillonera, donde casualmente siempre "queda sitio al fondo". No podía faltar en esta lista la mejor croqueta del mundo, la de El Corcho.
Los días de frío vienen acompañados de los churros con chocolate en El Castillo. Y si tomando una caña te ponen de tapa aceitunas siempre quitamos el 'tito', que no confundir con el 'tete', que es el ombligo.
Y vamos a todos estos sitios presumiendo (como es de esperar), que da igual donde te encuentres, que a cualquier punto de la ciudad vamos a tardar "10 minutos andando". Cuando llega septiembre decimos que se van acercando las ferias, en vez de las fiestas, y nos tomaremos el Lorencito. Y sí, puede que tengamos un problema con la diferencia entre dejar y quedar porque "me has quedado sin palabras" o "me he quedado la mochila en casa" suena muy raro para gente de otras provincias.
Punto en boca
En definitiva, Valladolid es todo esto: un sitio peculiar. Donde si te das una vueltilla te recorres San Miguel, Cantarranas, Portugalete, Circular, Delicias, Pajarillos, Vadillos y lo que haga falta. Y es que a la ciudad no le falta de nada, cada cosa está puesta en su sitio por algo.
Los helados del Iborra, las noches del Vinos Merinos acompañado de una resaca que no te dejara 'ver ni un pijo' al día siguiente. Si hasta tenemos nuestra semana de cine. Valladolid es su gente, sus bares y restaurantes de toda la vida, su forma de hablar y sobre todo de expresarse. ¡Aúpa Pucela!