Lo acaecido en el ruedo, no justifica las tres puertas grandes ante un ganado nobilísimo, pero flojos y de escasísimo fondo, rozando la invalidez los tres primeros. La teatralización de Ferrera roza ya el esperpento. Lo mejor lo hizo Aguado.

Se salvaron los jugados en quinto y sexto lugar, que le correspondieron a Diego Urdiales (oreja y oreja) y Pablo Aguado (oreja y dos orejas), mientras que el buen cuarto lo sorteó Antonio Ferrera,(ovación y dos orejas) que hizo un toreo teatralizado, seguido de un arrimón antológico ante un toro que tardó una eternidad en doblar.

La corrida de Núñez de Tarifa (antes Benjumea) tuvo una presentación desigual, con los tres primeros toros anovillados e inválidos. Clase y excelente presentación tuvo el cuarto, aplaudido en el arrastre. Tanto el quinto y el que cerraba plaza fueron nobles y manejables, pero justos de fuerzas.

Lo mejor fue que el público acudió en más de media plaza al Coso del Arrabal, con lleno total la sombra y parte de sol y sombra. La solanera prácticamente vacía, porque hay que tener muchos bemoles para aguantar dos horas y cuarto en ardiente cemento. Eso sí, el público fue generoso y contagió al palco de forma continuada.

Ferrera y el inválido primero

Andaba el bueno de Antonio Ferreras tratando de agradar al respetable, pero con el inválido primero era imposible. No abrevió el pacense, pero tampoco sacó nada en claro. Con estocada tras pinchar, la cuestión se saldó con una oreja pedida minoritariamente y pitos al toro en el arrastre.

Antonio Ferrera se pegó un arrimón con el cuarto toro de la tarde Natalia Calvo

             

El toreo teatralizado de Ferrera con el buen jabonero cuarto

Con el jabonero cuarto, el mejor presentado de un encierro desigual que recibió un picotazo (ni sangre para una analítica), Ferrera lució su habitual y rutinario toreo teatralizado, intentando una escenificación que roza lo grotesco. Hubo tandas con gusto porque el extremeño torea bien, pero el toro pedía cercanías por su escaso fondo y, eso sí, se pegó un arrimón antológico seguido de un desplante que se agradeció por la emoción que llegó a los tendidos, poniendo al público en pie. Siguió con la escena del estoque preparado para la suerte suprema desde 15 o 20 metros. Acertó en el rincón, pero el toro, duro de muerte, tardó una eternidad en doblar (le enviaron dos recados desde el palco). Dos orejas al esportón pedidas con fuerza y ovación al toro.

Diego Urdiales, nuevo en esta plaza

Inválido y anovillado fue el primero del lote del riojano que salió en volandas sin merecerlo, con todos mis respetos. A media altura y sin pases de enjundia, toro  que tuvo sus teclas y que el riojano no quiso tocarlas a fondo, pero la efectiva estocada hizo que el público le pidiera la oreja que el usía concedió.

Diego Urdiales en pase de pecho Natalia Calvo

El quinto fue un toro manejable y noble que tuvo recorrido. Manejó la zurda con solvencia y gusto y la faena llegó con fuerza al tendido. De nuevo la espada funcionó y paseó otro apéndice.

Pablo Aguado, otra novedad en Medina

El que hizo tercero, un zapatito castaño al que el sevillano meció con empaque en el recibo capotero, fue otro inválido. Y ahí quedó todo, porque con la muleta fueron pasajes sueltos, aunque alguno tuvo belleza. La espada con acierto y  la oreja como premio un tanto exagerado.

Con el que cerraba plaza, Aguado estuvo con mucha solvencia y ofreció un exquisito temple en tandas con ambas manos que gustaron al personal. Mostró el toreo bello, el de gusto, ante un toro noblón, aunque flojo, que repitió en la muleta del sevillano. Mató arriba y el público y el palco lo premiaron con dos orejas. Dos de sus subalternos, Alvaro González e Iván García saludaron tras un buen tercio de banderillas.

Pablo Aguado en derechazo largo y hondo Natalia Calvo

                    

Con la noche echada, la gente salió contenta de la corrida, aunque otros refunfuñaban por la generosidad en el “reparto” de orejas. En fin, esto es el toreo y así hay que aceptarlo.