Campos de fútbol, hostelería infinita, museos, teatros... Valladolid esconde rincones para todos los gustos. Los gustos, que son como los colores, cada uno tiene el suyo, son infinitos hasta el más allá. Por ello, a veces algunos son tan minoritarios que se hace difícil encontrar espacios en los que satisfacer nuestro ocio favorito. Sin embargo, por extraño que parezca siempre hay un pequeño rincón en el que cobijarnos. Es el caso del arte urbano, en plena ola ascendente, pero que todavía cuesta verlo de manera habitual.
En la calle García Lesmes de la capital vallisoletana se encuentra un pequeño estudio regentado por una joven en el que el arte urbano se hace grande. Se trata de Estudios Coyote y guarda una especial peculiaridad. Y es que su dueña, Beatriz Escribano, de 26 años, es una fiel defensora del talento vallisoletano.
Coyote nace en 2018 y se basaba en la realización de fiestas y eventos, en los que también tatuaban, además de llevar a cabo exposiciones de artistas locales. Precisamente, es el estudio de tatuajes la herramienta con la que financiar este proyecto, según explica Beatriz a este periódico. "Un ejemplo es el mercadillo que hicimos el otro día con el Consejo de la Juventud, en el que busco potenciar a los artistas locales", asevera.
El proyecto de Coyote busca transmitir, "sobre todo", el arte urbano de la ciudad. "Se trata de proyectar toda la cultura urbana de Valladolid, a todos los artistas underground más con ese estilo de calle, el tatto y el grafiti", explica la joven.
Todo ello se debe a que el arte urbano "no se valora tanto como se debería" y, en especial, "en esta ciudad". "Hay artistas locales que huyen de aquí buscando una valoración o un trabajo cuando la ciudad debería potenciarles. En muchos casos para hacer murales o cualquier cosa se echa mano de los de fuera en vez de buscarles de aquí, que a lo mejor están en Barcelona petándolo, pero en Valladolid no se entera nadie", denuncia.
Una problemática que viene dada por tener "una visión de la ciudad totalmente diferente a lo que realmente es". "A lo mejor no ha avanzado tanto como Madrid o Barcelona, o no tiene tanto movimiento y diversidad, pero está emergiendo y es una manera de aprovecharse de ello", aclara.
Esa proyección del arte urbano desde Estudios Coyote busca darse en locales y bares de la ciudad, para también "potenciarles" a ellos. "Intento que las exposiciones sean algo más. Que vayas a una, te tomes un vino y conozcas a gente de tu estilo o que no lo sea, pero que te cuenten cualquier cosa y tú a ellos también y así aportar algo", puntualiza la joven vallisoletana.
Para intentar llegar lo máximo posible, las redes sociales son un reclamo perfecto. "Cuando tenemos alguna idea lo suelo poner en Instagram. También vienen aquí y me explican lo que tienen, pensamos alguna idea para hacerlo diferente y lo llevamos a cabo", aclara Beatriz.
Y es que la joven, comprometida con la causa, a mayores de ser tatuadora también aporta a la parte creativa del proyecto. "Hago de todo, ilustraciones, fotografía, tengo también una marca de joyería y bisutería, intento hacer muchas cosas", declara orgullosa de su trabajo.
Una mezcla de estilos que todos confluyen en una única idea, que es la de promover el arte urbano. Sin embargo, esa macedonia de canales de expresión artísticas no dejan de ser muy diferentes. "Para tatuar sí que necesitas tener unas bases de dibujo. A mí me recuerda más a coser que a cuando dibujas", afirma.
Un aspecto clave es convencer al artista para apostar por su trabajo, por ello, Beatriz les anima a "arriesgarse". "Cuando empecé con esto era algo difícil y sabía que no me iba a generar lo que me iba a generar otro tipo de trabajo, pero es lo que quería hacer y lo tenía claro. Hay que arriesgarse a ello con todas las consecuencias", recuerda.
Asimismo, la joven anima a sus homólogos a contactar con "otros artistas" o con ellos y se "muevan". "Lo importante es moverse, apostar por tu trabajo y creer con todas las consecuencias, las cosas cuestan pero tienen su beneficio y hacer lo que te gusta más", insiste.
Por último, Escribano hace un balance "bueno" de estos cuatro años, a pesar de que tras la pandemia ha sido "duro". "Ahora la gente está volviendo a recobrar la vida diaria y vamos a volver a empezar a hacer cosas", sentencia.
Y es que las cosas grandes no se hacen sin las pequeñas, por eso, Valladolid tiene un pequeño rincón en el que el arte urbano se vuelve grande.