Roberto Martín Sigüenza es un conocido promotor de grandes artistas. Nació y vive en Valladolid y hace algo más de un año y medio tuvo que afrontar uno de los momentos más duros de su vida tras ser increpado y agredido en un bar de la ciudad del Pisuerga por su condición sexual. Algo que denunció. La justicia le ha dado la razón con una sentencia en firme de nueve meses de prisión para el condenado por un delito de odio.
El pucelano continúa con su vida y pide que se eduque, desde edades tempranas, para que los más pequeños comprendan y asuman como normal la diversidad sexual. Todo con el fin de que nadie vuelva a pasar por una situación tan complicada como la que él mismo vivió y que le ha dejado secuelas.
P.- ¿Cómo recuerda esa tarde del 2 de mayo de 2021?
R.- Era el Día de la Madre del año 2021. Llevaba mucho tiempo yendo al bar en el que ocurrieron los hechos. En ese momento, todavía estaban las restricciones de la pandemia del coronavirus. Solo podíamos estar en la terraza. Recuerdo que estábamos de pie esperando a que se liberara una mesa. En un momento dado voy al baño. Entro en el habitáculo del mismo y cierro la puerta, sin llave. Cuando termino me doy la vuelta y en ese momento abren la puerta y veo aparecer a un señor alto y corpulento que me coge del brazo, me lo retuerce y me empuja contra la pared. Me sentí indefenso y me quedé paralizado. De pronto escuché: “marica” y “marica de mierda”. También me dijo que a los maricas como yo había que matarlos. Me tenía cogido por el cuello mientras me retorcía el brazo. Durante los hechos tenía la sensación de que asfixiaba. Pasaron unos segundos y apareció un cliente que intentó separarle de mí. Fue imposible hasta que llegaron dos camareros que consiguieron quitármelo de encima.
P.- ¿Qué hizo después?
R.- Me dirigí al bar. Cuando a él le sacan vuelve a arremeter contra mí diciendo: “te voy a matar”, amenazándome y volviendo a llamarme “marica” delante de las personas que se encontraban presentes. Mi pareja llamó a la policía y varias patrullas se personaron en el lugar con rapidez. Los agentes le pidieron la documentación y el tuvo una forma de proceder muy déspota con ellos. La Policía Nacional me recomendó ir a un centro médico tras lo ocurrido y eso es lo que hice.
P.- ¿Cuándo se decide a poner la denuncia?
R.- En ese mismo momento. Me fui al Hospital Sagrado Corazón para someterme a diversas pruebas. Determinaron las dolencias sufridas tras los hechos. A continuación, tanto mi familia, que me esperaba, mi pareja y el dueño del bar como yo entendemos que estos hechos no pueden quedar impunes. Me dirigí a la comisaría de la Policía Nacional ubicada en la calle Gerona y denuncié los hechos. Al día siguiente la Policía se puso en contacto conmigo dada la gravedad de los hechos. Existe un departamento en la comisaría de la calle Felipe Neri que trata los temas de odio y allí recibí una atención muy buena. Se preocuparon mucho por esclarecer lo ocurrido de la mejor forma posible.
P.- ¿Cómo le ha repercutido este episodio en su vida? ¿Le ha dejado secuelas?
R.- Sobre todo, los primeros meses. A día de hoy me sigue dando miedo ir solo al baño. En este sentido, lo ocurrido sí que me ha afectado negativamente.
P.- ¿Cómo ha sido el proceso judicial?
R.- Estaba todo muy claro. Lo que ocurrió, había testigos, tenía claro que lo iba a denunciar… La Audiencia de Valladolid ha condenado a esta persona por un delito de odio y estoy contento.
P.- ¿Cuál ha sido la condena final?
R.- La Audiencia Provincial de Valladolid le ha condenado a nueve meses de prisión y a no ejercer su profesión u oficio en el ámbito docente, deportivo o de tiempo libre durante cuatro años. También hay una orden de que no puede acercarse a mí a menos de 200 metros durante dos años. Además, una multa de 1.440 euros por un delito de odio. También se le ha condenado a una multa de 360 euros, al pago de las costas procesales y, en concepto de responsabilidad civil, a abonar 1.000 euros por las lesiones sufridas, 2.000 por los daños morales y un máximo de 550 euros por los desperfectos en una prenda de mi ropa.
P.- ¿La ve justa?
R.- Estoy satisfecho porque estamos a acostumbrados a ver que no se juzguen casos con delitos de odio. Valladolid ha dado un gran paso condenando los hechos como delito de odio. Sienta un precedente.
P.- ¿Es algo normal en los tiempos que corren? ¿Ha tenido más episodios desagradables de este tipo?
R.- Creo que en estos tiempos en los que vivimos no deben de suceder estas cosas. Lo que más me sorprende es que, en muchas ocasiones, se cree que estos delitos son cometidos solo por personas que atesoran un bajo nivel cultural y no es así. En mi caso fue al revés. Al final son agresiones que puede cometer cualquier tipo de persona que tenga un pensamiento retrógrado, homófobo y machista.
P.- ¿Cómo es su vida tras este episodio?
R.- Mi vida es igual que siempre. Continúo trabajando de forma normal. Lo que pretendo es que personas en mi lugar, que no denuncian por miedo o vergüenza, lo hagan. Yo podía haberme quedado de brazos cruzados, sin denunciar, pero lo he hecho. Cuantas más denuncias, y, por consiguiente, más condenas haya por esto, más se lo va a pensar un futuro agresor homófobo a la hora de actuar.
P.- ¿Qué les diría a aquellos que no respetan la diversidad sexual?
R.- Que cada uno sentimos y queremos de una manera distinta. Lo bonito de la vida es que cada uno de nosotros somos diferentes. En la diferencia está la grandeza siempre que no se le haga daño a nadie.
P.- ¿Cómo ve el futuro?
R.- Lo veo bien. Me gustaría reflejar que es muy importante educar a la sociedad desde la infancia, cuando somos niños, para que no ocurran estos casos. Si a un niño le educas diciéndole que hay tener libertad para querer y demás, todo se va a normalizar. Los padres y los colegios lo tienen que normalizar. Se puede estar con un hombre o con una mujer. No debe haber problema. Mientras no se normalice seguirán existiendo este tipo de conductas.