Dicen que lo que no te mata, te hace más fuerte. Si no que se lo pregunten a Kevin Patrick Allen. El pívot de 2.09 completaba el pasado mes de agosto el plantel del juego interior del UEMC Real Valladolid Baloncesto. Llegaba, a sus 28 años, motivado, agradecido y con ambición, con mucha ambición. Poco a poco se ha ido haciendo importante en el equipo de Paco García. Promedia casi 10 puntos y más de seis rebotes en 20 minutos de media por choque.
Números a un lado, la historia del estadounidense es dura. De esas que merecen ser leídas con detenimiento para saber apreciar verdaderamente las cosas importantes de la vida, con la familia en el epicentro. Allen es un ejemplo de superación y de afrontar los momentos más duros de esa vida.
El pívot, amante de los videojuegos, de cocinar y de ver la televisión, con el pollo como alimento predilecto, abre su corazón a EL ESPAÑOL de Castilla y León en el Polideportivo Pisuerga y nos confiesa que se considera “un hombre aburrido”.
Una dura infancia
“Nací en Michigan y después me mudé a Detroit con mi familia. Recuerdo que tenía miedo de salir. Solo lo hacía para ir a clase y volver a casa. Tenía nueve hermanos y cuando falleció mi madre todo cambió”, asegura Kevin acordándose de su infancia y echando la vista atrás, a su etapa en las calles de Ecorse, el suburbio de Detroit en el que se crió.
Fue desde esa edad cuando lo más duro llego. Con nueve años. Cuando los pequeños acostumbran a disfrutar en casa de sus padres y bajan al parque a jugar con otros pequeños. Lo de Kevin Allen fue muy diferente. Él creció entrando y saliendo de diferentes casas de acogida y orfanatos.
“Considero mis padres a la gente que estuvo conmigo de los cero a los nueve años. Aunque no fueran mis padres biológicos, así los considero. La familia que conocí después era mala gente. Me echó de casa. Me acostumbre a comer de la basura y a dormir en la calle. Otras veces tenía que dormir en el propio instituto, en las gradas del campo de fútbol”, explica en un testimonio desgarrador.
Una infancia y una adolescencia sumamente duras que le han hecho más fuerte, como él mismo confirma, y un salvavidas que llego, el baloncesto, para cambiarlo todo.
El salvavidas del baloncesto
“Empiezo a jugar al basket en el instituto, con 14 años. No tenía buenas notas, pero soñaba con jugar en la Primera División Universitaria Estadounidense, en la NCAA. Poco a poco me fui dando cuenta de que podía convertirme en un buen jugador de baloncesto”, nos explica nuestro entrevistado.
Kevin Allen es lo que se suele calificar como un trotamundos. En su etapa como profesional ha jugado, en 2017, en el PEA tailandés. Un año más tarde se fue a Nicaragua con los Brumas de Jinotega. En la temporada 18-19 desembarca por primera vez en Europa para jugar con el Targu rumano. Después, en la 19-20, forma parte del Goga albanés antes de volver, en la 21-22, al Targu donde promedió 15.8 puntos, 12 rebotes y más de un tapón con un porcentaje de 57% en tiros de campo por partido. Después, decidió marcharse a Taiwán para jugar con el New Taipéi, donde certificó también unos buenos números.
Y de esto que por su vida se cruzó el UEMC Real Valladolid Baloncesto. Nuestro protagonista nunca había estado ni había pasado por España. El baloncesto te hace viajar, salir… pero no me he enamorado de ninguna ciudad en la que haya estado o jugado. Estoy muy agradecido a Pepe Catalina por darme la oportunidad. Muy contento”, nos explica.
En busca de triunfar en Valladolid
Allen confiesa que no sale mucho por la ciudad. “Soy una persona bastante aburrida”, asegura y explica que “solo trato de construir y pensar en mi futuro”. Es muy religioso y apunta que “quiere lo que Dios quiera para mí”.
El pívot ha crecido con el paso de los partidos y nos explica cómo ha sido, desde su llegada, la relación con Paco García, entrenador del UEMC Real Valladolid Baloncesto. “Al principio pensaba que no le gustaba ni le caía bien, pero con el paso del tiempo me he dado cuenta de que es un entrenador muy exigente”, asegura para añadir que “poco a poco creo que he revertido su pensamiento hacia mí”. Él mismo asegura que “estoy jugando bien, pero puedo hacerlo mejor” y añade que “quiero demostrar que puedo jugar a un nivel alto y mejorar defensivamente”.
Sobre la NBA, a pesar de sus 28 años, no duda en afirmar que “todo el mundo sueña con ello”. “Me gustaría demostrar a los chicos del barrio que puedes crecer en proyectos trabajando duro y que puedes ser una persona sintecho, o ‘homeless’, y aun así llegar a la NBA”, finaliza.
Kevin Allen, una vida dura y un ejemplo de lucha y superación.