Febrero de 2022 es un mes que ha marcado un antes y un después en la vida de muchos ucranianos. Son muchas las personas que como Aña Selevaniuk han tenido que abandonar el lugar que los ha visto nacer y crecer. Con una gran incertidumbre y desolación sin saber qué iba a pasar. Ella cogió todo lo que pudo y, junto a sus dos hijas, emprendió un viaje que nunca se había planteado. Su siguiente destino: España y, en concreto, Valladolid.
Puso un pie en la ciudad del Pisuerga en marzo, con "miedo y dudas". Eligió este destino puesto que su padre “conocía a una mujer que nos podía ayudar”, según relata a este medio de comunicación. Cuando llegaron, la vallisoletana la acogió junto a sus dos hijas, de 3 y 6 años. “Nos metió en casa, nos ayudó con los documentos, nos dio de comer. Hizo todo lo posible por nosotras”, asevera Aña.
Después de varios meses en Valladolid, ella necesitaba trabajar en algo para poder conseguir dinero. “Es complicado el mundo laboral y yo tengo que cuidar de mis hijas”, asegura. Por ello, decidió emprender su propio negocio: un sueño hecho realidad. La ucraniana es diseñadora, pero en su país solo había estado haciendo juguetes u otro tipo de diseños, nunca había tenido su propio taller.
Ha tenido que desplazarse a más de 3.000 kilómetros para hacer realidad su negocio, que se ubica en Juan Carlos 1, número 9. “En Ucrania yo no tenía un taller como tal, mi tienda no era pública para la gente. Es diferente”, apunta. Ahora, ha abierto las puertas a la moda y ha decidido sacar sus dones a relucir para vestir a todas las personas que acudan a ella.
Los inicios han sido “muy difíciles”, sobre todo, por el idioma: “La gente no me entendía ni yo a ellos, pero utilizaba el traductor para poder expresarme y era más fácil”. Sin embargo, ella conoce su profesión y “no es complicado hacer lo que me mandan”. Es evidente que, para ella, es más complejo hablar que coser.
Tan solo lleva dos meses con la tienda abierta, aunque realmente el primero ha sido para preparar toda la documentación. Ahora mismo en lo que más se centra es en “hacer arreglos” porque eso es “dinero rápido” y es “lo que necesito”.
“Hay poca gente que conoce mi taller y no saben cómo coso, necesito más tiempo para eso. Por eso mismo me estoy centrando más en hacer arreglos y cuando me conozcan un poco más, comenzaré a hacer los diseños para quienes quieran. Es un trabajo más elaborado y necesito el dinero para poder mantener el local y a mi familia”, argumenta Selevaniuk. Lo cierto es que sabe de todo porque crea ropa interior, ropa, trajes de gimnasia ritmica e, incluso, juguetes.
Una de las cosas que más le llama la atención de los vallisoletanos a la hora de ir a un taller de moda es “que no se prueban la ropa”. Con una carcajada asegura estar “completamente sorprendida” porque en Ucrania “se prueban todo 3 o 4 veces”. Aquí, afirma que muchas personas llevan la ropa y cuando está lista “ni siquiera se la prueban, se la llevan directamente”.
La ayuda de sus padres está siendo “imprescindible”. Uno de los motores de su economía en este momento. Ellos se encuentran en otro país, refugiados de la guerra. Su marido ha venido “hace unos meses” pero “se tendrá que volver a ir” ya que “tiene un tiempo limitado para estar fuera del país”.
Valladolid le gusta y “los vallisoletanos me caen muy bien, es gente muy bonita”. El futuro es “incierto”, no sabe si podrá volver en algún momento a su país. “Ya no es solo la guerra, es que una vez que acabe, todo estará destruido”, lamenta la ucraniana. Por esa razón, no descarta quedarse en Valladolid para siempre. Quien sabe si en unos años, reinará en la capital con un taller mucho más grande y con unos increíbles diseños hechos a medida para los habitantes de la ciudad.