“El arte de no envejecer es soñar”, esta es la forma en la que Cándida -o, mejor dicho, Kandy para los amigos- entiende la vida. Tiene 87 años y nació en un pueblo de Valladolid llamado Íscar. Con apenas 20 años se tuvo que trasladar al norte del país, a San Sebastián, donde su familia montó un camping. Quizá, ese fue el momento en el que le empezó a brotar el espíritu aventurero de recorrer todo el mundo con tan solo una mochila.
Ella era la directora y, con cierta curiosidad, se acercaba sigilosamente a todos los turistas para preguntarles de dónde venían con esas furgonetas. Eran muchos los que le decían: “Estamos dando la vuelta el mundo”. Y ahí es cuando descubrió que ese era su verdadero sueño. Pero las cosas, a veces, no son como uno las planea en su mente. La vida es más compleja y te lleva por otras direcciones. Su familia tuvo que cerrar el camping puesto que, en esa parte de España, no hace demasiado buen tiempo y no era factible continuar con él.
A la otra punta del país se desplazó con su familia. Concretamente a un pueblecito llamado Carchuna, muy próximo a Motril (Granada), donde montaron un camping que, esta vez sí, funcionó. Allí comenzó con una vida que no era la que había soñado. Se casó con un abogado holandés y ella también se adentró en esta profesión. Montaron un despacho en una finca cercana al camping y tras muchos años entre papeles se jubiló y se divorció. A los 65 recupero ese sueño que había guardado en el fondo del cajón. Lo desempolvó y decidió cumplir esa vuelta al mundo que tan feliz le hacía. Y es que, la edad nunca ha sido un problema para ella, todo lo contrario: “Yo le digo a la gente que se jubila que tiene que tener un sueño. Nos hacemos mayores porque dejamos de jugar. Me entusiasma viajar y yo le digo a la gente que la edad solo es un número que pone en el carné”.
“Saqué un billete que se llamaba la vuelta al mundo y te mandaban ir avanzando. No podías retroceder e ibas a los países que tú querías. Tenías un año para hacerlo y mínimo seis meses. Yo lo hice en nueve. Acabé en la India”, relata Kandy. Un gran cambio con el que pasó de la toga a la mochila de 6 kilos. Un objeto que le ha dado nombre a sus redes sociales, en las que se mueve bajo el apodo 'Abuelita Mochilera'. Su pelo rojo es lo que le ha acompañado siempre- junto con esa peculiar coleta que le da "fuerza"- aunque desde la pandemia se ha vuelto blanco.
Los cambios psicológicos han sido muchos. Siempre fue muy coqueta y mientras era abogada iba con todos los accesorios posibles hasta que llegó el momento de hacerlo: “Me desprendí de todo, cogí una mochila y decidí que eso iba a ser mi vida a partir de ese instante”; eso fue lo que le hizo entender que era lo que había necesitado hacer toda su vida. Una de las anécdotas que recuerda con especial gracia y cariño fue la de los pendientes. Tenía toda la oreja repleta de ellos y cuando iba a hostales era complicado guardarlos. En una de sus paradas, se dirigió a un tatuador y se hizo un pendiente para toda la vida que, posteriormente, fue acompañado de otro distinto que se realizó en otro de sus destinos visitados; concretamente, en Perú.
Hay muchas personas que se preguntan cómo puede viajar tanto. Y es que no hay un mes que se quede en casa porque de eso va la vida, de disfrutar. Ella lo tiene claro: “Hay muchas maneras de viajar. Puedes ir a hoteles o albergues. Coger autobuses turísticos o los del pueblo”.
Cuando comenzó, el mundo no era tan tecnológico como ahora. Marcharse era una aventura con todas las letras. Nadie sabía de ti. Ante esa incertidumbre de saber dónde estaría Kandy desde que cogiera el primer avión hasta que llegara, su hijo le preparó una pequeña chapa que le obligó a llevar en el cuello durante todo el trayecto. En ella ponía el teléfono de su domicilio para que, en caso de que le sucediera algo, pudieran localizar a la familia.
De todos los lugares en los que ha estado, la India ha sido el que más le ha marcado. Tal es así que este mes volverá y ya serán 23 veces las que ha estado allí: “Los lugares no solo se recuerdan por el recuerdo que tienes de ellos sino por lo que has sentido, vivido”. Este sitio es “mágico”. Cuando llegó, tuvo ganas de “salir corriendo” porque veía el nivel de vida que hay: “Es un sitio muy fuerte para la persona que va por primera vez y con la vuelta al mundo pasé dos veces”.
El miedo y los problemas no existen en su vocabulario solo “las situaciones a resolver”. Hasta los 80 años viajaba sola, pero desde hace cinco su hijo le pidió que lo hiciera acompañada de las amigas. Ahora, lo pone en redes sociales y son muchas quienes se unen a ella.
“Vivir cada día como si fuera el último”
“Estrujar la vida y vivirlo como si fuera el último”, este es el lema que lleva por bandera. Para ella la edad solo es un número y así lo demuestra diariamente. Cuenta -entre bromas- que hay personas que mediante las redes sociales le dicen que se tiene que cuidar y que ya está mayor para hacer esos viajes.
Ella cree que cada persona “tiene una vela de un tamaño” y se acaba a cualquier edad, depende de la persona. “No es más que aceptarlo”. En Europa considera que hay un gran “tabú” respecto a este tema, pero en otras zonas como la India “le dan naturalidad”. La muerte es “un estado más de lo que tenemos que pasar y yo me río de esas cosas”.
El vínculo con las redes sociales
A los casi 90 años se ha vuelto influencer en las redes sociales bajo el nombre Abuelita Mochilera. Acumula miles de seguidores y fans que le acompañan virtualmente en sus trayectos y le invitan a los sitios donde están.
Ella empezó en este mundo gracias a una amiga que le dijo que se abriera una cuenta: “Me enseñó como se subían fotos y es lo que hacía. Yo no sabía que me iba a ver tanta gente”. Ahora mismo está “asombrada” ante la gran cantidad de personas que comparte su día a día. Por ahora, desconoce un poco cómo funciona este mundo, pero quizá como reto del 2023 lleguen nuevos proyectos por la vía online.