La emoción y el sentimiento inundaron un año más la localidad vallisoletana de Medina de Rioseco durante uno de los momentos épicos de su Semana Santa, la salida de los pasos grandes, 'La Escalera’ y el ‘Longinos’. Las portentosas tallas de Francisco Díez de Tudanca y Tomás de Sierra cumplieron la épica y el milagro y superaron una vez el dintel de su capilla, como manda la tradición, para alcanzar la calle, gracias a la mezcla de devoción y esfuerzo humano de 20 hombres por cada conjunto de tallas.
Miles de personas esperaban en el Corro de Santa María de Mediavilla con vítores y aplausos, que más tarde se convirtieron en un espectacular silencio castellano a lo largo del recorrido que acompañó a los siete pasos de la Procesión de la Soledad, bella principalmente en la angosta Rúa Mayor.
Fe, cultura y tradición se entremezclan en la Semana de Pasión riosecana. En Viernes Santo se alcanza algo más, difícil de describir incluso para aquellos que se han alimentado desde la cuna de los sentimientos de esta celebración, que recuerda que una localidad del corazón de Tierra de Campos guarda un tesoro declarado de Interés Turístico Internacional y Bien de Interés Cultural de la Comunidad, con carácter inmaterial.
La Marcha Fúnebre a la Muerte del General O’Donnell suena de fondo, en un momento íntimo, que empuja a cada cofrade ante la inmensidad de lo que llevan entre manos.
Esas sensaciones se resumen, como antaño, en la emocionante procesión de la Soledad, que recoge la salida de los pasos grandes, El Descendimiento de la Cruz (La ‘Escalera’) y la Crucifixión (El ‘Longinos’). La Procesión de la Soledad no solo son los dos pasos grandes, sino también otras centenarias cofradías que mantienen desde el siglo XVI, con la creación de la cofradía penitencial de la Vera Cruz bajo el auspicio de los Almirantes de Castilla, una profunda devoción a los pasos procesionales que, cada año, los cofrades portan a hombros por las estrechas calles riosecanas. Esculturas de madera que a golpe de gubia tallaron grandes maestros de la imaginería castellana como Rodrigo de León, Pedro de Bolduque, Mateo Enríquez, Tomás de Sierra o Díez de Tudanca.
La procesión estaba compuesta por la Crucifixión, el Cristo de la Paz, el Cristo de los Afligidos, El Descendimiento de la Cruz, la Virgen de la Piedad, el Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad, que cerró una inolvidable noche con la emotividad plasmada en la humanización del rostro y una representación natural y clarividente de la expresión agónica de la soledad humana.