Entró en el mundo de la hostelería hace 12 años y desde hace una década ha estado siempre detrás de la misma barra. Empezó como ayudante de camarero. Pasó luego a formar parte de la plantilla normal, posteriormente encargado y finalmente logró hacerse con el establecimiento. Egoitz Bayón Berganza, nacido en 1989 en Barakaldo (aun que dice que es de Santurce), lleva desde el 1994 en Valladolid. Viene de una familia de hosteleros, también afincada aquí, y su futuro estaba encaminado al mismo fin. Sin embargo, el propietario del Ruta 66, en Parquesol, dice adiós al que ha sido 'su' bar durante 10 años.

Y lo hace por amor. Su pareja, Miriam, logró un puesto de trabajo en Zamora y desde entonces su vida ha cambiado. De lunes a viernes no se ven, mientras que los fines de semana el bar vive sus días de mayor actividad, lo que desemboca en la decisión que finalmente Egoitz ha tomado, además de mudarse hasta la ciudad zamorana: "Buscaré algo que no sea hostelería".

Su vida cambiará a partir de ahora y lo hará, previsiblemente, lejos de la barra. Aunque matiza en una entrevista con EL ESPAÑOL - Noticias de Castilla y León que "si no queda más remedio", tendrá que volver a colocarse en el mundo de la hostelería y restauración. Eso sí, lo haría como trabajador y no propietario. "Prefiero saber cuánto voy a ingresar cada mes. Sin tener que vivir con pagar autónomos, seguros sociales, la luz, el alquiler...", recalca.

Egoitz Bayón en la terraza del Ruta 66.

Egoitz continuará siendo el propietario del Ruta 66 aunque esté a varios kilómetros de distancia, pero la gerencia integral del negocio recaerá en manos de su hermano Iñaki Bayón, que con 24 años cogerá las riendas de su primer negocio. "Va a mantener la línea del bar y la va a subir. Yo apuesto mucho por él. La empresa sigue a mi nombre pero él va a ser el administrador y el que tome todas las decisiones", explica el hostelero.

El joven vasco afincado en Valladolid, que reconoce que se va a tomar una temporada "sabática" hasta que se asiente en Zamora, asegura que esta nueva vida "costará al principio", pero se ve seguro de sí mismo de intentar dejar el mundo de la hostelería. 

Atrás dejará 10 años de su vida en el Ruta 66. "Lo ha sido todo. Es parte de mí, es mi vida. Lo he dado todo hasta llegar al objetivo y sin esto va a costar al principio", insiste el joven hostelero. Sin embargo, por encima de ello está su mujer, que, según recalca con rotundidad, es el "motor" de su vida. "En Valladolid sin ella no soy feliz. El amor lo puede todo", admite.

Desde hace unas fechas hasta ahora han sido centenares los mensajes que ha recibido Egoitz, ya que esta era una decisión tomada desde hace tiempo y que ha ido comunicando entre sus clientes poco a poco. "Dicen que me van a echar de menos, pero las razones de la marcha las entienden", asegura, al tiempo que vuelve a recordar que su pareja lleva un año y medio fuera de casa. "De lunes a viernes estoy solo. Tú sabes lo que es llegar a casa por la noche y estar solo, se te cae encima. Miriam es la que me daba fuerzas para venir todos los días a trabajar y ser mejor que el día anterior. Faltándome eso se te van quitando las ganas", afirma. 

Egoitz Bayón en el interior de su bar.

Estos 12 años en el sector, Egoitz se ha enfrentado a diferentes situaciones que le han condicionado la vida. Trabajar casi todos los días, especialmente los fines de semana, no es tarea fácil, pues altera cualquier ritmo de vida y dificulta la conciliación familiar y personal. Para este emprendedor lo peor que le ha traído la profesión ha sido "no poder disfrutar" de su pareja. "El tiempo que ella tiene libre yo es cuando más trabajo. Quiero formar una familia y no quiero estar como mis padres que no han podido disfrutar de sus hijos porque han estado trabajando todos los días", lamenta.

No obstante, lo bueno también es una realidad. Ego valora mucho "toda la gente" que se lleva y el cariño que "siempre" ha recibido. "Aquí he encontrado todo. Un oficio cuando no sabía nada, he conocido gente y he hecho amigos", reconoce, para seguidamente destacar el "buen ambiente" que siempre ha habido en el Ruta 66. "No es como uno cualquiera. Tú vienes a tomar una caña y tienes un rollo distinto que en otros lados. Conoces a todo el mundo, puedes hablar con cualquiera y eso, quieras o no, te hace venir contento a trabajar", puntualiza.

Egoitz Bayón sirve una cerveza

Una de esas claves ha sido, según remarca con rotundidad, la cerveza. "Siempre nos hemos dedicado a ello y la tiramos muy bien, los mejores de Parquesol", presume con una sonrisa en la boca. También habla sobre el trato que se da a la gente. "Somos muy abiertos y alegres hasta en nuestros peores días. Siempre sacamos la sonrisa y eso a la gente le gusta. El trato al cliente que en muchos lados se está perdiendo es muy importante", añade.

Egoitz todavía recuerda cuando el establecimiento pasó a ser de su propiedad (por aquel entonces con un socio, ahora en solitario). "Lo que más ilusión me ha hecho es cuando lo abrimos por nuestra cuenta. Estaba como un niño pequeño que va a abrir un scalextric", echa la vista atrás.

De ese momento ya han pasado unos pocos años, como de cuando entró por la puerta del Ruta 66 por primera vez. Al mes y medio de comenzar tuvo claro que el bar acabaría siendo suyo. "Al mes y medio yo sabía que esto iba a ser mío. El corazón me lo decía y hasta que no lo conseguí no paré", comenta. 

Egoitz Bayón Berganza se despide de su bar de toda la vida, pero lo hace por amor. Empezar de cero no es sencillo, pero atrás deja un gran reguero de amistades y buenos momentos que a buen recaudo tratará de mantener su hermano, que tiene por objeto proseguir en la profesión familiar. Y así es el adiós de un hostelero de raza que lo deja todo por amor.

Egoitz Bayón en la planta de arriba de su bar.