60 catadores se dieron cita en el Club de Campo La Galera para degustar varias cosechas de Marqués de Riscal, entre ellos varios verdejos de Rueda. La organización, como siempre que hay un evento de esta importancia, estuvo a cargo del sumiller peñafielense Miguel Angel Benito, alma mater de tantos y buenos acontecimientos en torno al vino.
Uno también asistió de catador, aunque debo confesar que no tengo ni pajolera idea. A uno lo sacan del clarete con gaseosa y ya no sé distinguir. Pero mi amigo Miguel Angel Benito me ofreció sentarme junto a paladares exquisitos y tampoco era cuestión de desaprovechar el momento. Porque aprendí de vinos lo que jamás había pensado.
Luis Hurtado, una biblioteca vinícola, vitícola y agrícola
Un momento brillante e interesantísimo el que ofreció Luis Hurtado de Amézaga cuando comenzó explicando los orígenes de la bodega que, desde 1862, sigue establecida en La Rioja alavesa de Elciego. Hurtado es el director técnico de la bodega Herederos de Marqués de Riscal, además de enólogo e ingeniero agrónomo.
Y tiene desparpajo, gran soltura y expresa la literatura del vino como jamás había escuchado a nadie, salvo la excepción de mi querido amigo Miguel Angel, quien por cierto ha conseguido para Valladolid este extraordinario evento vinícola, donde hasta ahora solo se había celebrado en Madrid, Barcelona, Zaragoza y en la propia bodega.
En Rueda desde 1972
En Rueda, comentó Hurtado, llevan desde 1972 cuando su padre se llevó mosto de la primera cosecha a Burdeos para que sus amigos bodegueros comprobaran la calidad del Verdejo y le aconsejaran. Luego participarían en la creación de la DO en 1980 y hasta ahora.
En la Rioja alavesa la casa matriz
Luis Hurtado comentó que en La Rioja alavesa fueron los primeros que utilizaron la barrica bordalesa para envejecer vino.
En sus instalaciones, ahora también con hotel y enoturismo desde el año 2000, conservan botellas desde la primera añada de 1862. Y venden sus vinos en Burdeos.
La cata
Durante la cata, Hurtado habló de la viticultura regenerativa y ecológica, que es el reto del futuro. “Las tierras mueren de tanto esfuerzo y de tanta química”, dijo aseverando que hay que poner remedio a ese mal.
Catamos, -cataron- tres verdejos de cuatro añadas y un rosado –casi blanco- de garnacha. Uno de los Verdejos: “Barón de Chirel” era de cepas centenarias.
En el capítulo de los tintos se cataron cuatro de seis añadas distintas, entre ellos un gran reserva tempranillo de 2017 que fue una auténtica delicia. Otro gran vino fue un tempranillo “Frannk Guery” de 2001 y 2019 en honor al diseñador de las instalaciones hoteleras. El de 2001, comentó Hurtado, era como aquellos vinos extraordinarios de los años 40 y 50.
Y la sorpresa llegó con una joya: un vino de 1956, con el cuello de la botella cortado tras pasarlo, in situ, por un sistema especial para evitar tocar el corcho. Estaba elaborado con las variedades de uva graciano y mazuelo y a decir de los catadores de solera, era un milagro que se conservase así.
En definitiva, una gran cata y una gran experiencia la vivida en la mañana de este lunes, donde coincidimos de nuevo con Luisme (Luis Metodio Sánchez), del restaurante La Traserilla y Héctor Barcenilla, quien fuera rejoneador y ahora metido de lleno en el mundo vinícola y de la hostelería en Saldaña con el restaurante que lleva el nombre de su padre: Casa Carmelo.
Por cierto, La Galera, a la que hacía años que no acudía, está preciosa. Abunda la jardinería y arboleda por todos sitios, además de crecer de forma vertiginosa. Habrá que volver para visitar a Dámaso (quien fuera gran seguidor de David Luguillano), que me han comentado que sigue haciendo sus delicias culinarias en el restaurante del complejo.