Visiblemente todavía emocionado, vestido con una sudadera del Pucela diseñada por él mismo y sobrecogido por todo lo acontecido en las últimas 24 horas, Diego Chiaramoni llega a la Plaza Mayor de Valladolid, el centro neurálgico de la ciudad, para la cita que tenía con este periódico para la entrevista. Tras unas primeras palabras de complicidad junto a la inconfundible estatua del Conde Ansúrez y conocer cómo se encontraba, no había lugar más icónico posible para poder conocer la historia de este profesor de filosofía argentino que la terraza de un emblema de la hostelería vallisoletana como es el Café del Norte.
Ya sentados, café en mano y grabadora activada, Diego desprende sus primeras palabras, con remarcado acento y cierta emoción tras sus cuerdas vocales. Chiaramoni tiene 48 años y nunca había salido de Argentina dirección a España, pero su vinculación con el país, Castilla y León y Valladolid viene de mucho atrás. Concretamente de sus bisabuelos y abuela por parte paterna, naturales de El Bierzo y Burgos. Consecuencia de ese amor por sus raíces, el filósofo, con una pasión "casi enfermiza" por la literatura y el fútbol, tenía que buscarse un equipo. Eso le encaminó hacia el club "más importante, más grande y más lindo" de Castilla, el Real Valladolid Club de Fútbol.
Tras un viaje de 11.000 kilómetros, Chiaramoni llegó este martes a Valladolid, unas horas antes del partido que enfrentaría al Pucela y al FC Barcelona, recién proclamado campeón, en una batalla única por la permanencia de los locales. No era sencillo, ya que aunque los catalanes no se jugaban nada, ganarles no está al alcance de cualquiera. Sin embargo, se hizo. Una combinación única que ha convertido el comienzo de la estancia de Diego en 'su' Valladolid perfecto.
Además, al inicio del partido, los aficionados de la Grada de Animación del Fondo Norte sacaron un gran tifo con la figura de Miguel Delibes con una de sus frases: "Antepongo al espectáculo el triunfo de mi equipo... el Real Valladolid". Las casualidades a veces pueden resultar extrañas, pero eso son, casualidades. Y el destino así quiso que fuera la primera visita del filósofo argentino a la ciudad del Pisuerga: victoria ante el campeón, oda a una figura de dimensiones estratosféricas de la literatura y un recibimiento a un foráneo nunca visto.
Diego asegura que "no podía creer" que el estadio tuviese una capacidad para 27.000 personas, siendo esta una de las cosas que más le fascinaron. "Me pareció mucho más grande. Estaba en la tribuna preferencial alta, me regalaron la entrada allí, y yo veía desde arriba y la altura era grande. Además, es pintoresco el color violeta que le queda fantástico, el piso que es una maravilla y la gente ocupando todos los asientos. Cuando bajaron la bandera de Delibes fue una cosa...", relata.
Todavía fascinado por esa "mixtura" desde que llegó, el argentino siente que es una ciudad que le hicieron para él. "Tengo una pasión casi enfermiza por la literatura, por los gorriones que aquí los tenemos, por el fútbol... que entrara al estadio y que el fondo norte bajara una bandera con la figura de Delibes... en Argentina es imposible, es pasión irracional absoluta y no hay forma. Acá está todo tan imbricado lo cultural con lo deportivo...", insiste.
La historia de este viaje viene dada por una serie de pérdidas que Diego sufrió durante el 2020. Un poco antes falleció su madre, después un "amor" que tenía vino a vivir a España y se distanciaron, perdió a su perro y durante la pandemia en Argentina se vivió una cuarentena "extensa, larga y fuerte, de casi ocho o nueve meses". "Fue un momento de mucha soledad y angustia. Cuando fui saliendo empecé a escribir, que es una de mis pasiones, y cuando arrancaba este año me levanté y dije 'por qué no darse el gusto de reivindicar un poco ese sufrimiento y solventarlo con este viaje'", recuerda.
Finalmente, hace unos 100 días, con el "poquito de dinero que tenía guardado", sacó los pasajes del vuelo para venir hasta España. "El pasaje ya te obliga a prepararlo. La preparación fue de la mano de todos ustedes, que me decían que cuando viniese aquí fuera a tal sitio o que me conseguían un lugar o me invitaban a algún lado", agradece.
También jugó un importante papel una figura que hasta hace poco había estado en el foco mediático, pero que recientemente falleció. Diego, que define a esta persona como un "personaje discutido y conflictivo", sí aclara que ha sido una "gran pérdida para él", ya que le ha "extendido una mano maravillosa". Se trata de Fernando Sánchez Dragó, que antes de morir llegó a ofrecerle al filósofo argentino que le visitase en su casa de Soria. Además, es el culpable de que Chiaramoni pudiese publicar su primer artículo en un medio autonómico de Castilla y León. "Soñaba con el día de estar acá y conocer todo esto, es una maravilla", reconoce.
Mientras los sorbos de café se sucedían entre el entrevistador y el entrevistado cuando no tenían el turno de palabra, Diego señala que el viaje fue "muy emocionante". A su llegada a Madrid, teniendo en cuenta que es una persona que le gusta "captar todas las sincronicidades", nada más desembarcar en Barajas comenzó a percibir un pequeño olor a "canela". Seguidamente, encarriló dirección al bus que le traería hasta su amada Valladolid. "Cuando vine de camino ya pude ver el campo con las amapolas que a mí me decían, la zona de Olmedo y demás. Fue muy emocionante", asegura el argentino.
Al bajar del autobús una lluvia le esperaba en Valladolid "como si de un bautismo se tratara". "Me di un gran abrazo con Víctor, un gran amigo de aquí. Fue asentarme en el departamento y ya empecé a recibir visitas", puntualiza abrumado por el cariño recibido. Asimismo, Diego ha percibido en la todavía corta estadía en la urbe pucelana que Valladolid "no solo tiene mucha vida cultural, sino que hay mucha cultura de café y de barra, lo que en Buenos Aires se dice estaño. Mucha gente parada, mucha tertulia de barra, también en café chicos, no solo acá en el centro, sino en los barrios más profundos", se muestra sorprendido.
Durante las primeras 24 horas ha podido visitar varios lugares emblemáticos de la ciudad. Le cuesta poder decirse por uno, ya que el estadio "condiciona mucho", pero su pasión literaria le ha llevado a vivir un momento de "mucha emoción" en la Casa Zorrilla. "Me parece muy acertada esa imagen del Don Juan espiando. La Casa Zorrilla me llegó al corazón", reconoce el argentino.
Chiaramoni estará en España hasta el próximo 13 de junio, fecha hasta la cual espera "buscar las mejores fotos". "La ciudad bañada por luz te dice algo distinto según el horario", recalca al tiempo que se marca por objetivo poder conocer Burgos, Soria, "un poquito" de Salamanca, Segovia, que le han invitado a ir, e intentar "estirar" a León y "quizás" El Bierzo "por lo que significa para mi sangre".
Este pequeño lapso de tiempo le ha servido para enamorarse de Valladolid, si es que no lo estaba ya, por lo que ahora su sueño es poder traer a su familia y amigos a visitar Castilla. "Es más difícil que en Argentina porque es más oneroso, mucho más dinero, pero obviamente sueño con traer algún día a mí sobrinita cuando sea más grande y al grupo de filósofos que nos juntamos allí los sábados en Buenos Aires", aventura.
Si hay algo que encandila a este argentino con raíces españolas es el idioma. "El idioma ayuda mucho, la finura que tienen para hablar, los verbos que uno aprendió en la escuela... en Buenos Aires aprendes un montón de formas verbales y no las usas nunca. Acá son los verbos como uno los estudia y se conjugan como corresponde y eso a quien escribe y le gusta la literatura es importante porque uno aprende a hablar también", subraya.
Desde 1927, fecha en la que sus bisabuelos llegaron a Argentina junto con su abuela, de dos años por aquel entonces, nadie de su familia ha estado en España. "Fui el primero que vine a resarcir un poco lo que seguramente los bisabuelos con mucho dolor han tenido que dejar. Fueron a Argentina a hacerla grande, no quiero emocionarme, pero fueron importantes, allá dejaron la vida", recuerda muy emocionado y casi con lágrimas en los ojos.
Un viaje que va a marcar el devenir del futuro de este argentino, que tiene claro que va a suponer un "antes y un después" en el "meridiano de la vida". "Uno es consciente de que al querer tanto a la ciudad es posible que quiera volver, pero no se sabe por qué es muy lejos. Son esos lugares que los visitas y uno ya puede morir tranquilo", afirma.
Deporte, literatura y la gente. Tres elementos que han enamorado a Diego Chiaramoni de Valladolid, la cual califica como "una ciudad de cuento".
Desde su llegada, Diego se ha convertido en todo un fenómeno de masas. Mucha, muchísima gente le conoce, especialmente en el ámbito social del Real Valladolid. Le han parado por la calle, le han escrito y le han visitado. "La única experiencia que tengo es la de mi país. Allí generalmente eres un número más entre los hinchas. No me esperaba este recibimiento", asegura abrumado por todo lo generado a su alrededor.
Nada más terminar la entrevista, tras abonar el café, Valladolid hizo muestra de la hospitalidad de su gente. Un paisano castellano se presentó en el lugar (siento no recordar el nombre), para realizar un tour turístico que había ofrecido previamente al argentino al encontrársele por las calles de la ciudad del Pisuerga.
Diego, a buen seguro, despierta hoy un poco más enamorado de Valladolid, Castilla y de su gente. Le queda toda una aventura por delante hasta el próximo 13 de junio, teniendo la oportunidad de empaparse día a día de toda la magia que esconde esta Comunidad Autónoma. "Soñaba con estar acá", comenzaba, pero ya sueña con poder volver.