El Campo Grande se ha convertido en un punto de referencia de Valladolid. Son miles los turistas y vecinos que cada año recorren el parque y descubren los miles de rincones mágicos que hay en él. Un entorno que, además de la gran vegetación que posee, cuenta con unos animales muy exóticos como pavos reales o ardillas.
Pero, sin duda, uno de los puntos de referencia es el estanque que se encuentra en él. Y es que este lugar es demasiado especial, ya no solo para los turistas, sino para la familia del Catarro. Hace ya muchas décadas, concretamente en 1936, un vallisoletano llamado Marcelino empezó con una barca surcando las aguas de este pequeño lugar.
No es que se adentrara en el estanque porque sí, sino que la familia conocía muy bien el agua dado que eran pescadores y solían estar por el río Pisuerga. También alquilaban barcas de recreo y, de manera altruista, iban rescatando a aquellas personas que se metían a darse un chapuzón y se ahogaban.
Pero ¿de dónde viene catarro? La tercera generación que surca este estanque, Alberto Gutiérrez -37 años-, relata a EL ESPAÑOL- Noticias de Castilla y León que hay dos versiones: “Una es la que todo el mundo conoce y es que, como pasaban mucho tiempo en el río, con el frio que hace aquí, les decían que iban a coger catarro. Sin embargo, yo he indagado y he descubierto que mi tatarabuelo se llamaba Juan Martín Catarro y, por tanto, es un apellido que ha ido pasando de generación en generación”.
Marcelino obtuvo la licencia para poder navegar por las aguas del Campo Grande y, desde entonces, este espacio se convirtió en un “área recreativa”. El viaje inaugural fue el 12 de abril de 1936 y, pese a que no se conoce el motivo por el cual decidió meter una barca aquí, ha sido “una de las mejores ideas que ha tenido”.
Gutiérrez ha mantenido una tradición familiar. Un viaje por el estanque del Campo Grande. Y es que todos los vallisoletanos recuerdan con cariño cuando ellos se montaban en la barca del Catarro mientras le contaba algunas historias. Estas se han ido “manteniendo” con el paso de los años, pero no todas puesto que “los tiempos cambian y el humor también”. Por eso, este joven barquero ha decidido narrar algunas de las ya existentes “para aquellas personas más mayores que se montan y aún las recuerdan”, y otras “más modernas para las nuevas generaciones”.
Puede parecer curioso que haya decidido continuar con esta tradición familiar, pero es que lo ha vivido desde su más tierna infancia. “Llevaba varios años ayudando a mi abuelo en verano. Cuando tenía vacaciones, venía con él. Además, desde pequeño, me recogía del colegio y yo hacía los deberes en la barca”, recuerda.
Una barca llamada La Paloma que perdura desde los años 70 y que no ha perdido su esencia. El nombre también es una incógnita. “No fue el original, se lo pusieron después”, afirma. Cree que se puede deber a que, antiguamente, “cuando uno salía con la novia, decían que iba a ver a la paloma”. Por ello, y para diferenciarla de las que tenía en el río, le puso ese nombre.
Un trayecto de 10 minutos con un coste de 1,5 euros. Cierto es que está más orientada a los niños, pero “ahora hay muchos mayores que se montan”. Algunos para recordar lo que algún día vivieron y otros para acompañar a sus hijos o nietos.
No tiene un horario establecido ya que depende mucho de los más pequeños. “Me intento adaptar al clima, colegios y cambios de hora”, asegura. Y es que, por ejemplo, algunos fines de semana de febrero está allí, también algunas tardes de septiembre puesto que los niños tienen las tardes más libres. Y, en verano, está prácticamente todos los días.
En referencia a si ya hay nuevas generaciones practicando o si teme que algún día la barca deje de funcionar, Gutiérrez tiene claro que “seguirá en marcha” y que no le importan que no sea alguien de la familia quien lo lleve: “Si da paseos durante 100 años más, mientras disfrute y haga disfrutar a los demás, adelante”.
El Catarro siempre será un símbolo de Valladolid, al igual que La Paloma que seguirá durante muchas décadas haciendo disfrutar a los habitantes y turistas de 10 minutos mágicos con historias realmente curiosas.