Puede recorrerse en poco más de 10 pasos. Está escondida, ni siquiera da la sensación de ser una calle, y se encuentra en un emplazamiento único como es entre la mismísima Plaza Mayor y la Plaza de Fuente Dorada. Precisamente, es 'vecina' de la calle Ferrari, desde donde parte. Es difícil ahora mismo de situar, ¿verdad?
Eso se debe a que, tal y como se ha indicado, es complicado de identificar como calle. Una puerta la 'esconde' a ojos del viandante y son muy pocos los que saben de su existencia. Estamos hablando de la vía más pequeña de la ciudad de Valladolid. Y sí, está registrada dentro del callejero de la urbe, tal y como se aprecia en el documento aportado por el Ayuntamiento a EL ESPAÑOL - Noticias de Castilla y León. La longitud oficial de este lugar es de 9,04 metros.
Comprende los números 32 y 34 de la calle Ferrari y una puerta esconde toda su historia, pues a pesar de su prácticamente ínfima longitud cuenta con alguna que otra curiosidad y peculiaridad. Es la calle Boteros, que se construyó allá por el siglo XVI, tras el incendio que asoló a la ciudad y con la creación de la Plaza Mayor.
El escritor, exconcejal del Ayuntamiento, investigador de la Historia y amante de la arquitectura de Valladolid, Jesús Anta, trae hoy a este periódico todo lo que rodea a esta curiosa calle y cómo ha ido cambiando a lo largo de los años. "En todo el frente del convento de San Francisco, que todavía existe, se construyeron viviendas. No se podían hacer calles, por eso se hicieron corrales, lo que permitía levantar inmuebles y actividades industriales, comerciales, manufactura o artesanía", relata.
Para empezar, el nombre de Boteros rinde sentido por la artesanía que allí se producía. "Era un lugar concurrido, un lugar donde se trabajaba el cuero, donde se hacían botas de beber y elementos de tamaño pequeño. Pero esas actividades no las hemos llegado a conocer ninguna generación actual", explica Anta.
Y es que una de las primeras curiosidades que menciona el investigador y escritor es que la calle Boteros ha estado "en uso" hasta muy avanzado el siglo XX, hacia los años 50 o 60. "Todavía había un quiosco y una taberna dentro del corral", recuerda. Era un lugar de "vino barato" a donde iban "parejas de novios y militares a pasar la tarde".
Además, y a pesar de estar 'protegida' por una puerta, cabe resaltar que al tratarse de una calle pública tiene que estar "abierta entre las 08:00 y las 22:00 horas". "No puede estar la puerta cerrada, aunque esté de vuelta. No es propiedad particular", reconoce el escritor.
Otra peculiaridad de este lugar es que conserva todavía los ladrillos originales. "Otra cosa, muy interesante, es que el corral de Boteros por dentro, las paredes que vemos, los muros que vemos de las viviendas, son los originales de cuando se construye la Plaza Mayor y las calles adyacentes. Las casas de esa zona se levantaron en ladrillo. Luego las modas y lo que fuera lo revocaron y entonces ahora están con estuco y yeso, pero son ladrillo", afirma.
Al tratarse de un corral en sus orígenes, queda prácticamente claro que siempre fue una vía "sin salida". "Desde que hay memoria escrita esa calle aparece como corral, es decir, lugar cerrado", asevera el exconcejal y activista vecinal.
Además, es muy probable que Boteros todavía preserve la longitud casi original, que solo pudo ser modificada levemente con la construcción de los edificios de la calle Regalado en el siglo XIX. Asimismo, es importante entender la "lógica de esos corrales". "Cuando pensamos ahora en un taller, lo hacemos pensando en superficies grandes, dado que ahora los negocios y actividades industriales requieren mucha superficie", admite.
Sin embargo, echando la vista atrás en la Historia, Anta recuerda que el proceso era "muy, muy artesanal", haciendo que con un "cacho de local" y "trabajando en la puerta" fuese suficiente. "Se podía producir mucha actividad, entendida la actividad artesanal de los siglos XVI, XVII y XVIII", recalca.
En la actualidad los resquicios que quedan de todo lo que aconteció en Boteros son prácticamente invisibles, quedando solo "tres o cuatro puertas". La del quiosco se mantiene en la actualidad cerrada. Por su parte, la taberna se situaba al entrar, al fondo y a mano izquierda. Boteros fue un lugar de "concentración de gente" y "tertulias", llegando a reunir hasta a 30 o 40 personas a pesar de su poca superficie, que no llega a los 35 metros cuadrados, según los registros del Ayuntamiento de Valladolid.