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Es un ritual que antes se hacía con todos los componentes del equipo médico de la plaza de toros, además de los allegados habituales. Este del domingo fue a título personal del doctor Antonio María Mateo, quien cargó con todos los gastos de un delicioso cocido que nos había preparado el personal del Molino Rojo, con Ángel San Juan a la cabeza.

Los invitados

Entre los invitados se encontraban Carlos Martín Santoyo (mi jefe televisivo) y Manolo Illana, del equipo de Grana y Oro, León de la Riva, íntimo del Dr. Mateo, que repitió como uno después de lo de Moralejo. El propio Mateo, Juan Carlos Álvarez y Moralejo, además de las respectivas esposas.

Cocido, plato único

Siempre es el mismo lugar y menú en el domingo último de la feria taurina. Y lo cierto es que en este emblemático restaurante se come de mimo, con variedad y calidad. El cocido, en toda su amplitud y completísimo, adornado con piparras, (algunas rabiosas), cebolla y pepinillos, resultó un auténtico manjar, además de reconfortable para nuestro castigado estómago con tanto trajín taurino, fechas donde ni se come tranquilo ni se descansa.

Los postres, los “cafeses”, los chupitos y los “pezoncitos de novicia”

Toda una filigrana de pastelería la que nos sirvieron de postre: Una especie de flan con una bola de helado, adornado con un ramito de grosellas; ambos con sabor de mango, (obra de María José, la esposa de Ángel) que resultó un deleite para el paladar.

Tras los cafés y los chupitos, entre ellos el especial de la casa: “pezoncitos de novicia”; (un delicioso chupito a base de licor de café, nata líquida y canela) partimos hacia la plaza de toros para presencia la última del abono pucelano, donde, en una corrida triunfalista, los tres matadores: Castella, Manzanares y Rufo salieron en volandas con una buena corrida (para el ganadero y el torero) de Victoriano del Río, cuyas vacas pastan en una finca cercana a Mayorga.

En fin, volveremos al entorno del Dr. Mateo, cuyo trato siempre, siempre, es exquisito.

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