Hoy es uno de los días más recordados para los vallisoletanos. Es 23 de enero y hace 131 años murió el ilustre José Zorrilla a los 75 años. Su muerte se produjo como consecuencia de una intervención para extirparle un tumor cerebral. Y, sabedor de su destino, dejó constancia ante notario de su deseo: un entierro sencillo en su ciudad natal, donde debía recibir sepultura sin lujos ni alardes. Así lo recuerdan en el libro 'Tal día como hoy. Calendario histórico de Valladolid' de Roberto Delgado García.

El poeta quería un entierro "sencillo" en su ciudad natal, pero los deseos no se convirtieron en realidad puesto que hicieron de su muerte una Fiesta Nacional. Una de las grandes curiosidades fue que la capilla ardiente se instaló en la Real Academia Española y no en el Congreso, como sí ocurrió con otros escritores. Sin embargo, la relación del poeta con la academia fue "rígida y recelosa"; fue nombrado por primera vez en 1848, pero no llegó a leer su discurso ni a ingresar. Y, por segunda vez, en 1882, pero no pronunció la lectura de ingresos hasta tres años después.

Fue el 25 de enero, dos días después de su muerte, cuando tuvo lugar su sepelio. El cortejo aglomeró a representantes de las más altas instituciones y se despidió de él frente al Ayuntamiento de Madrid y la Iglesia de La Almudena. A las 17:00 horas fue enterrado en la sepultura número 14250 del Patio de Santa Gertrudis, en el madrileño cementerio de San Justo. 

Tuvieron que pasar tres años para que los ayuntamientos de Madrid y Valladolid resolvieran el dilema y pudieran cumplir el deseo del poeta: ser enterrado en su ciudad natal. Zorrilla dejó sus deseos para este día y pidió que sobre la sepultura no se pusiera más que una losa de piedra común y en ella debía poner 'El poeta José Zorrilla, hijo de Valladolid'. Alrededor de la misma debía haber una verja de hierro con el fin de evitar las profanaciones y el ayuntamiento no debía permitir que sus restos fueran exhumados.

Es conocido por todos que el poeta descansa en el panteón de vallisoletanos ilustres, pero el camino hasta llegar ahí no ha sido nada fácil y es que hubo hasta cuatro entierros diferentes. Estuvo enterrado provisionalmente en el cementerio de la sacramental de San Justo de Madrid y el cortejo fúnebre fue todo un acontecimiento en la capital española con miles de personas en las calles para rendir homenaje al poeta.

Tiempo después, el 16 de marzo de 1893, el Ayuntamiento de Valladolid solicitó que una vez pasado el tiempo legal necesario sus restos fueran trasladados a la ciudad del Pisuerga. Zorrilla fue trasladado en una comisión formada por periodistas, escritores y empresarios. Decidieron que el traslado se efectuara el 3 de mayo de 1896 desde la Estación del Norte al cementerio en una carroza monumental y al día siguiente se celebraron las honras en la Iglesia de San Benito. 

De hecho, tal fue el interés en la ciudad que hasta se hicieron concursos para diseñar la carroza y el decorado de la iglesia. El primero de los actos en su honor, a modo de despedida cultural madrileña, se celebró en el Ateneo de Madrid a las 22:00 horas del día 30 de abril. Un día en el que nadie quiso faltar. Días más tarde, el 2 de mayo se exhumó el cadáver y, para comprobar que era él, rompieron el cristal de la parte superior del féretro. 

Una vez levantada el acta notarial, se rezó un responso y fue trasladado al museo antropológico del doctor Velasco en el Paseo de Atocha, donde se puso la capilla ardiente. Posteriormente, a las 16:00 horas, se trasladó por los alrededores donde los ciudadanos estaban agolpados para despedir a lo grande al poeta.  

Posteriormente, llegaron al andén para viajar en tren hasta Valladolid y enterrar al ilustre poeta en su ciudad. Un lugar que en cada rincón le recuerda. Y es que, por ejemplo, si paseas por Valladolid puedes encontrar muchas referencias a su persona. Destaca el Paseo de Zorrilla, una de las arterias de la ciudad del Pisuerga, y también el estadio José Zorrilla, donde juega el conjunto blanquivioleta, y cuyo nombre rinde homenaje a este célebre personaje.