La Semana Santa de Valladolid cuenta con reconocimiento en toda España por ser la que con mayor fidelidad y detalle representa la Pasión pero también por la belleza y relevancia histórica de las impresionantes tallas barrocas que desfilan en las procesiones. Se trata del principal acontecimiento cultural y turístico de la ciudad y va mucho más allá de lo religioso, ya que congrega a decenas de miles de visitantes deseosos de contemplar el auténtico museo al aire libre en el que se convierte Valladolid durante estas jornadas.
Un evento que fue reconocido como de Interés Turístico Internacional en 1981 y que se encuentra estrechamente vinculado a la escuela barroca castellana en cuyo seno vieron la luz algunas de las más importantes tallas de la ciudad. Gregorio Fernández, Juan de Juni, Andrés de Solanes, Francisco del Rincón y Pedro de Ávila fueron algunos de los genios que alumbraron la actual Semana de la Pasión vallisoletana.
Gregorio Fernández
Es el gran protagonista de la escuela barroca castellana, aunque nació en la localidad lucense de Sarria en 1576. Se mudó a Valladolid a los 24 años, estableciéndose en la parroquia de San Ildefonso, y Francisco del Rincón, el escultor más importante de la ciudad, fue su padrino.
El retablo mayor de la parroquia de San Miguel fue su primera gran obra y, desde 1606, las parroquias y cofradías fueron demandando cada vez más esculturas de su taller.
Fernández solía utilizar la madera policromada, aunque llegaría a realizar una obra en alabastro destinada al sepulcro de los condes de Fuensaldaña. El período más dinámico de su carrera coincidiría con un momento de renovación de los pasos de las procesiones por parte de las cofradías vallisoletanas, que buscaban materiales que fuesen más duraderos, algo que conseguía la madera policromada de Fernández.
De esta manera, sus obras más relevantes terminarían unidas a la Semana Santa, durando hasta la actualiad, y embelleciendo las calles de la ciudad del Pisuerga durante la Pasión. El 22 de enero de 1636 fallecería en Valladolid.
Entre sus obras de mayor importancia hay que destacar el Santo Cristo del Consuelo (1610), que pertenece a la Cofradía del Santo Sepulcro, el Camino del Calvario (1614), el Cristo atado a la columna (1619), que es parte de la Cofradía de la Vera Cruz, el Ecce Homo (1620), de la misma cofradía, el Cristo Yacente (1623), el Descendimiento de la Vera Cruz (1623) y la Quinta Angustia (1625), que pertenece a la Cofradía de la Piedad.
Juan de Juni
Nació en 1506 en la región francesa de Borgoña aunque viviría durante algunos años en Italia. Establecido ya en Valladolid, entre 1541 y 1545 dio forma al grupo del Entierro de Cristo, que se encuentra en la actualidad en el Museo Nacional de Escultura, y que fue dirigido al sepulcro del obispo de Mondoñedo, Fray Antonio de Guevara, y también para el convento de San Francisco en la ciudad. La composición espacial de este conjunto escultórico fue antecedente de los pasos de la Semana Santa de Valladolid.
Después, realizó el retablo de la parroquia de Santa María de la Antigua, una obra que sería trasladada en 1922 a la Catedral de Valladolid. También fue el autor del retablo de la Catedral de El Burgo de Osma o de la capilla de los Benavente de Santa María de Mediavilla, en el municipio de Medina de Rioseco. Siendo ya un artista consagrado y reconocido, elaboraría dos tallas que conforman dos de los más importantes pasos de la Semana Santa de la ciudad: el Cristo Crucificado de Santa Catalina y también la Virgen de las Angustias (1571). Falleció el 10 de abril de 1577 y está enterrado en el convento de Santa Catalina de Valladolid.
Francisco del Rincón
Es el primer gran maestro de la escultura barroca vallisoletana del siglo XVII y llevó a cabo trabajos tanto en madera como en materiales como el alabastro o la piedra. Nació en 1567 en Valladolid y a los 30 años realizó su primera obra importante, el retablo mayor y las esculturas funerarias del complejo del Hospital de Medina del Campo. Después, trabajó en los bultos funerarios del doctor Jerónimo de Espinosa, que se encuentran en el convento de San Agustín.
Recibió el encargo de elaborar un grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño Jesús destinado a la iglesia de Santiago de Valladolid y comenzó a trabajar para la cofradía de la Pasión y para la de las Angustias. Para la Pasión elaboró el primer paso en madera policromada, el de la Elevación de la Cruz (1604), y para las Angustias realizó distintas esculturas para el retablo mayor de la iglesia.
Hizo, además, cuatro grandes Cristos Crucificados: el conocido como Cristo de las Batallas, que se encuentra en la iglesia de la Magdalena, el de la Parroquia de Peñaflor de Hornija, el destinado al Convento de las Descalzas Reales y el conocido como Cristo de la Luz, que forma parte de la cofradía de las Angustias.
Fallece en Valladolid en 1608, con solo 41 años, dejando el testigo a su hijo Manuel del Rincón, que fue discípulo de Gregorio Fernández y que se convertiría en un importante imaginero vallisoletano barroco hasta su fallecimiento en 1638.
Pedro de Ávila
Nació en 1678 y en su carrera artística trabajaría de forma activa con la Congregación de San Felipe Neri, que fue cliente de su padre. Para esta cofradía, realizaría una Magdalena Penitente y destacó especialmente su Cristo del Olvido (1720), que recorre las calles de la ciudad de la mano de la cofradía de la Preciosísima Sangre en la noche del Lunes Santo.
Participó del esplendor de la parroquia de El Salvador a lo largo del siglo XVIII, y allí realizó una figura de San Pedro Regalado, que estuvo englobada en el paso procesional de Las Lágrimas de San Pedro en el año 1965. Elaboró también una talla de la Virgen del Refugio, que se ubica en la actualidad en una capilla de la iglesia. Falleció en Valladolid en 1742.
Andrés de Solanes
Fue discípulo del maestro Gregorio Fernández y siempre le consideró su mentor de referencia, aunque en 1626 se independizaría finalmente de su taller y configuraría el suyo propio. Participó en el proyecto de un paso procesional del Santo Entierro, que le había sido encargado por la cofradía penitencial de la Piedad. Además, entregó en 1629 el paso de La Oración del Huerto a la hermandad de la Vera Cruz.
Para el monasterio de la Santa Espina realizó las imágenes de Cristo atado a la columna, el Ecce Homo y el Cristo Yacente. Reproduciría, además, modelos que habían sido creados por su maestro de la Inmaculada Concepción o de Santa Teresa y en 1626 le fueron encargadas unas esculturas destinadas al retablo del convento de San Pablo en Valladolid. Fallecería en Vitoria en el mes de diciembre de 1635, cuando estaba trabajando en los retablos del convento de Nuestra Señora de Aranzazu de la ciudad.