El 4 de mayo de 1475, hace ahora 548 años, el IV conde y I duque de Benavente, don Rodrigo Alfonso Pimentel, adquirió, por un total de 240.000 maravedíes, los terrenos para edificar su palacio en Valladolid. El palacio de Pimentel, como se le conocería desde entonces, se convirtió en uno de los palacios señoriales más importantes de la capital, testigo de hechos históricos de primer orden.
Situado en la confluencia de la calle de las Angustias con la de Cadenas de San Gregorio, en plena plaza de San Pablo, es un claro ejemplo de la arquitectura doméstica del Renacimiento en Valladolid y se encontró desde un inicio en un enclave fundamental. En la plaza de San Pablo convergían los edificios de mayor importancia de la ciudad en la época ya que desembocaba en ella la actual calle de las Angustias, que entonces era la Corredera de San Pablo, que registraba una de las mayores concentraciones de palacios.
Además, en la propia plaza se construyeron a principios del siglo XVI unas importantes casas que luego serían el Palacio Real. Por otro lado, el complejo dominicano de San Pablo, integrado además de la iglesia y el convento, por el Colegio de San Gregorio, era uno de los ejes principales de la vida ciudadana ya que en la iglesia tenían lugar las sesiones de las Cortes y el Colegio empezaba a ser uno de los focos intelectuales más importantes del momento.
Aunque su construcción se inició en el siglo XV, fue incorporando después elementos de épocas posteriores y en la actualidad es la sede de la Diputación Provincial de Valladolid. Es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura palaciega de la ciudad y entre sus muros nació, el 21 de mayo de 1527, el rey Felipe II, el monarca que convirtió a la monarquía española en la primera potencia de Europa y que llevó al Imperio español a su máximo apogeo.
La construcción del palacio de Pimentel se inició por orden del marques de Astorga, para pasar, posteriormente, a ser propiedad de Bernardino Pimentel, regidor de Valladolid y tío de Alonso Pimentel y Pacheco, el II duque de Benavente, que era el propietario cuando el rey Felipe II nació en sus estancias al encontrarse la familia real en el palacio para asistir a las Cortes que habían tenido lugar en abril de 1527 en la ciudad.
En 1530, el palacio era propiedad de los condes de Rivadavia y sus herederos se lo vendieron en 1849 a Mariano Reynoso y Ocáriz, que lo vendería en 1875 a la Diputación Provincial de Valladolid, que aún alberga allí su sede.
El legendario bautizo de Felipe II
Felipe II nació el 21 de mayo de 1527 en el palacio de Pimentel. Hijo de Carlos I y de Isabel de Portugal, vio la luz en la ciudad del Pisuerga de forma casual, ya que sus padres se encontraban de paso por la ciudad para participar en las Cortes, y acerca de su bautismo existe una leyenda muy popularizada entre los vallisoletanos.
Su bautizo estaba programado para el día 5 de junio de ese año y la norma obligaba a celebrar las ceremonias bautismales en la parroquia de la que formara parte el edificio donde naciese el niño, siendo en este caso la parroquia de San Martín. Según se dice, Carlos I no contemplaba oficiar el bautizo en un templo tan humilde teniendo al lado la impresionante iglesia de San Pablo, en la que, además, se celebraban las Cortes, y justificó que, aunque la entrada del palacio pertenecía a la parroquia, no así la ventana.
Por este motivo, según cuenta la leyenda, se cortaron las rejas de la ventana para que se pudiera sacar a Felipe y que fuese bautizado en San Pablo. En la actualidad, se conserva la cadena que cierra la ventana del palacio para recordar aquel momento histórico. Con todo, y a pesar de que es una tradición muy celebrada por los vallisoletanos, cuesta creer que un emperador tuviese que recurrir a este tipo de argucias para no doblegarse ante las costumbres sociales.
Un ejemplo representativo de la arquitectura palaciega
El palacio de Pimentel que ha llegado a la actualidad no tiene nada que ver con su disposición inicial debido a las grandes transformaciones que ha sufrido a lo largo de los siglos. Se encuentra organizado en torno a un patio, como solía ser habitual en la arquitectura vallisoletana de la época, al cual se accede mediante un zaguán, que comunica con la calle a través de una portada tardogótica de arco rebajado. En cuanto al exterior, lo más importante es su famosa ventana de estilo plateresco, de inicios del siglo XVI, que se encuentra en la esquina.
Precisamente, esta ventana y el torreón que se eleva en ese punto, potencian la esquina, que es fuente de perspectivas. La ventana cuenta con un atrevido arco y una decoración de grutescos. Consta de dos alturas, que son tres en el Torreón de la esquina, un elemento que le da una cierta prestancia de nobleza y sus muros son de adobe y tapial, después revestidos de ladrillo, excepto en las esquinas, portada y zócalo, en los que se ha empleado la piedra.
A nivel estructural es un ejemplo representativo de las casas noble de la época, con una portada de arco de piedra, el zaguán, el patio porticado, crujías en torno a él y un segundo patio dedicado a jardín. Además, entre los años 1939 y 1940 se instaló en el zaguán del palacio un zócalo de azulejos con 12 escenas de episodios históricos de la ciudad de Valladolid, obra del ceramista talaverano Juan Ruiz de Luna.
Las 12 escenas, que se han convertido en una de las mayores señas de identidad del palacio, se encuentran relacionadas con la vida de Felipe II y para su elaboración se colocaron más de 3.000 piezas con una mezcla de yeso, arena de grano grueso y medio, y agua de manantial con el objetivo de evitar las impurezas. Un palacio señorial que ha sido testigo de importantes hechos históricos y que es una de las joyas de Valladolid.