Castilla y León ofrece infinitas posibilidades a la hora de visitarla. Una región repleta de rincones mágicos, pueblos llenos de encanto y un extensísimo y bello patrimonio. Puede que ni siquiera los propios vecinos de la Comunidad sean conscientes de esto último, pero lo cierto es que en cada punto de la región hay un lugar impregnado por la belleza y el recuerdo de años atrás.

Los fines de semana y festivos son un momento extraordinario para conocer en profundidad el lugar en el que vives. Adentrarte en todos sus secretos y descubrir la historia que ha llegado hasta nuestros días. Lo cierto es que cada vez son más quienes apuestan por el medio rural y, lejos de acudir a las grandes urbes, prefieren perderse por rinconcitos con mucho encanto. 

Sin ir más lejos, Valladolid ofrece todo lo que los ciudadanos están buscando. Una provincia con belleza, turismo, naturaleza y mucho encanto. Una provincia en la que visitar pueblos adornados por almendros -en plena época de flor-, tierras de vinos, campos infinitos de lavanda o recorrer sus monumentos más significativos. 

Las aldeas no son excesivamente frecuentes en esta tierra, pero alguna que otra hay y no dejan indiferente a nadie por los tesoros que esconden. Una de ellas es Aniago, que pertenece al término municipal de Villanueva de Duero. Se ubica en la zona central de la Cuenca del Duero, a unos 30 kilómetros de la capital.

Una panorámica de Villanueva de Duero

A principios del siglo XIV era un pueblo con un término extenso perteneciente a Valladolid, partido judicial de Medina del Campo y jurisdicción en Villanueva de Duero. Sin embargo, el 7 de noviembre de 1365 el Ayuntamiento se lo vendió a la reina Juana Manuel, mujer de Enrique II. Y ella lo vendió a fray Pedro Fernández Pecharromán, fundador de la Orden de San Jerónimo. Y es que el deseo de la reina era que se crease un monasterio jerónimo con la regla de San Agustín.

En 1409 ya no existía el convento y, por este motivo, Aniago volvió a ser propiedad del Consistorio. El 26 de enero del mismo año, la ciudad recibió por orden del rey el mandato de vender el lugar y fue el obispo de Segovia, Juan Vázquez de Cepeda, quien fundó el monasterio dedicado al hospital. Pero en 1436, un año antes de su muerte, otorgó el testamento a favor de la reina María de Aragón, esposa de Juan II, nombrándola su patrona y esta donó la villa de Aniago a los monjes cartujos.

Un ave en lo alto de este emblemático lugar Asociación Amigos de la Cartuja de Aniago

Lo cierto es que esta aldea nunca ha tenido una población muy amplia. Y se utilizaba más a modo de 'caserío' anejo a Villanueva de Duero. Hasta el 2004 vivían algunas personas en él, pero en 2015 ya informó de que era un lugar despoblado de habitantes que encierra las ruinas del pasado. Sin embargo, sigue teniendo cierta actividad en sus parcelas donde se pueden ver sembrados cereales y otros productos.

La única cartuja de la provincia

Sin embargo, pese a que todo esto ya es llamativo de por sí, no es lo que más destaca de esta aldea vallisoletana. En España quedan muy pocas cartujas y aquí se encuentra una de ellas, la conocida como Cartuja de Aniago. Un lugar que hoy en día está abandonado y del que se pueden observar las ruinas de lo que un día fue un monasterio de la orden religiosa de los cartujos.

Una imagen de la cartuja vista desde una de las ventanas Asociación Amigos de la Cartuja de Aniago

Una cartuja que se levantó en 1440 y que estaba protegida con un gran muro. Además de las construcciones que formaban el complejo, contaba con varias bodegas y la propia casa que tenían en Villanueva de Duero, lugar donde vivía el vicario.

La iglesia era de planta de una sola nave, edificada en sillería y ladrillo, con cabecera poligonal. En el siglo XVIII se adornaron las paredes de la sala capitular y del prestiberio con yeserías barrocas que todavía pueden verse en algunas paredes. 

Un espacio con mucha importancia en el país que fue visitado por los Reyes Católicos en 1494 o por el emperador Carlos V. Pero no solo ellos, sino que también se acercaron hasta la localidad vallisoletana Juana de Portugal o Felipe II en 1592.

Sin embargo, poco tiempo después, con la Guerra de la Independencia, los monjes tuvieron que abandonar este lugar en 1808. Los franceses lo ocuparon utilizándolo como cuartel para los ejércitos y los cartujos no pudieron regresar hasta 1820. Pocos años después, en 1835 con la Desamortización de Mendizábal se produjo el abandono definitivo de este emblemático lugar. 

Grabado de la Cartuja de Aniago en el siglo XVIII Asociación Amigos de la Cartuja de Aniago

Una situación que ha llevado a su deterioro absoluto y a que, hoy en día, sólo queden en pie algunas paredes o símbolos. Una de las zonas más visibles que perdura es la espadaña, de 22 metros, que sigue manteniendo el equilibrio desafiando al paso de los siglos. Pertenece a una iglesia de estilo gótico y planta cuadrada, que aún mantiene escayolas y motivos decorativos.

Lo cierto es que quienes han tenido la oportunidad de conocer el pasado de este emblemático lugar o viven en la zona, no quieren que la Cartuja de Aniago caiga en el olvido. Y pretenden dar una vida a lo que hoy son ruinas. Por ello, existe la Asociación de Amigos de Aniago que tiene como objetivo recuperar este Patrimonio de Castilla y León.

Elementos decorativos que pueden contemplar los visitantes Asociación Amigos de la Cartuja de Aniago