Es por la tarde y el sol aprieta como en una ola de calor de pleno julio o agosto, aunque iniciábamos junio y pasábamos por fechas de tiempo inestable. Tras la reja, de esas de cualquier negocio de toda la vida que son abatibles, aparece Elena García. "Entra que ahí al sol te va a dar algo", dice. Nada más entrar, la esencia y el olor del papel, los recovecos a recorrer en un local de no más de 40 o 50 metros cuadrados lleno hasta los topes de material y la hospitalidad que raramente defrauda en este tipo de lugares, impregnan nuestro sentir de la infancia que atrás ya quedó.

Estamos en Parquesol. Uno de los barrios más conocidos y poblados de Valladolid, en el alto del Cerro de la Gallinera. Allí llegaron hace casi 40 años, 39 concretamente, en 1985, Elena García Revilla y Rosa García Revilla. Dos hermanas que por aquel entonces se encontraban sin trabajo y, aún siendo ajenas a este sector, decidieron montar la Librería Roel. Sí, Roel de Rosa y Elena. No era muy difícil de adivinar de dónde viene la denominación del negocio, bromeábamos al preguntarles el nombre.

Están entre los negocios decanos de este barrio, protagonista durante la época de expansión urbanística de la ciudad del Pisuerga. Situadas en la calle Adolfo Miaja de la Muela, en honor a aquel jurista y catedrático de la Universidad de Valladolid que fue pionero en la definición del Derecho internacional público en España, Elena y Rosa llevan cerca de cuatro décadas despachando material escolar, de manualidades y libros, cuando Parquesol era apenas esa calle y pocos metros más.

"Elegimos Parquesol porque era un barrio nuevo y a ver si teníamos suerte", relata Rosa. "No conocíamos este negocio. Simplemente no teníamos trabajo y hemos tenido siempre unos padres detrás que nos apoyaron al 100% no, mucho más", añade Elena. A pesar del "miedo" y la dureza de los primeros años porque "no había gente", Roel permanece perenne al paso del tiempo y lo hace adaptándose a los tiempos, a pesar del auge incesante del comercio electrónico que tanto comercio local ha sacrificado.

Eso sí, nunca se imaginaban llegar hasta el punto en el que se encuentran. "Pensar en el año 2000 era algo hipotético, pues no te digo en el 2024", explica Rosa. Pero al final, "una cosa va arrastrando a la otra, vas encajando con la gente y aquí estamos 39 años después", añade Elena.

El paso de varias generaciones de familias por la librería

Una trayectoria tan sumamente larga les ha permitido ver pasar por su librería a todas las generaciones de familias de uno de los barrios de Valladolid que se caracteriza por tener una gran vida social. "Algunos, en concreto, hemos visto a la madre embarazada y a la niña que ahora viene con sus hijos", subraya una orgullosa Rosa.

Un paso de los años que les ha generado "mucho cariño" con los vecinos de Parquesol y que, además, es recíproco. "Roel ha creado una familia. Nosotros les apreciamos y ellos notamos que nos quieren", afirma Elena con una sonrisa en la cara.

Los retos que el paso del tiempo ha colocado

Pero el tiempo siempre coloca barreras y obstáculos en el camino. Y a eso también se han tenido que enfrentar. El auge imparable del desarrollo tecnológico, que no tiene por qué ser su enemigo, y el comercio electrónico han sido retos a los que han tenido que saber enfrentarse.

Han sido muchas, por desgracia, las librerías que se han quedado por el camino en esta batalla contra las grandes distribuidoras de comercio electrónico. Pero Rosa y Elena han logrado hacer frente al gigante y todavía resisten este envite tecnológico que tantos quebraderos de cabeza traen a muchos. "Hemos tenido mucha paciencia", admite Rosa.

Las redes sociales han sido un aspecto fundamental. Las crearon poco antes de la pandemia y ahí hacen recomendaciones diarias de libros y autores que, a su juicio, pueden gustar a la gente. También el ser activas en la vida social del barrio ha hecho mucho. "Intentamos hacer de vez en cuando firmas con autores. Casi todos son locales, pero bueno, César Pérez Gellida, aunque es de aquí, es muy famoso. Ha venido varias veces. También Andrea Longareda o Juan Gómez Jurado", explica Rosa.

Una actividad por la que han decidido apostar porque "queremos sobrevivir, no queremos morirnos". "Haces lo que puedes. Si nos piden mandar algo, servimos donde haga falta. Si alguien te dice 'es que lo he pedido porque me lo llevaban a casa'. Dilo porque nosotros también. Hay que modernizarse en estas cosas", aclara Elena.

El efecto de la pandemia les llegó por dos vertientes opuestas. Una fue positiva, pues la gente llegó con "una lista de compra como si fuera al Carrefour a hacer la del mes". Pero también muchos se acostumbraron a "comprar en internet". "Claro, es comodísimo eso de ver un anuncio y te lleven a casa un bolígrafo, dos gomas y un lapicero", subraya Rosa.

En este aspecto, esto supuso un "pisotón" para cualquier negocio pequeño, lamenta Elena. Sin embargo, esto no las ha frenado en su intento de adaptarse al desarrollo digitalizador del siglo XXI en un claro ejemplo de resiliencia. "Hemos ido intentando entrar poco a poco en las redes sociales. Aunque somos un poco manazas (ríe)", destaca Elena.

Rosa es plenamente consciente de que una librería como negocio es "muy duro", pero es creyente absoluta de que se "puede sobrevivir" teniendo "mucha paciencia". "Puedes sacar un sueldo para comer. Si la gente piensa que se va a hacer rica que se olvide, que ponga otra cosa", reconoce. 

Pero ellas están absolutamente encantadas de la vida elegida. "Es un trabajo de lo más gratificante. Somos afortunadas porque trabajamos en algo que nos encanta, los libros nos han gustado desde pequeña y poder trabajar en eso es un privilegio", puntualiza Elena.

Cambio de la demanda y la inmortalidad de los libros en físico

Lógicamente, los productos que se demandaban más en 1985 no son los mismos que los de ahora. "Antes trabajabas el libro de texto. Ahora también, pero la mitad de los libros se dan gratis, indiscriminadamente de si lo necesitas o no. Antes la campaña del libro de texto era casi el 60% de la venta del año, ahora es escasamente el 10%", señala Rosa.

Ahora el volumen de negocio de Rosa y Elena se centra principalmente en los libros. Lejos de la creencia de que los eBook vinieron a sustituir al físico, al de toda la vida, ello no ha quedado más que en una mera anécdota. Aunque a mitad de lo que llevamos de siglo XXI el 'boom' de los libros electrónicos amenazó al tradicional, todo ello parece haber quedado en un pequeño resquicio.

Y es que la gente sigue prefiriendo el libro físico. "No hemos bajado en el tema de libros, a lo mejor por el tema de las redes sociales e ir recomendando libros... realmente para nosotros ha subido un poco", asegura Elena.

Es en esa línea donde insiste Elena, que cree que el tema del libro es "muy difícil" que se acabe. "La gente sigue apegada", insiste. "Ha influido que nosotros al recomendar mucho la gente prueba", aclara Rosa.

Precisamente, puede ser ese trato personal y asesoramiento en físico o directo por redes sociales lo que hace que todavía, a día de hoy, la gente siga apostando por el libro tradicional y sentir el papel más allá de una pantalla. 

La Librería Roel sobrevive 40 años después en un local que abrió sus puertas por primera vez en 1985, cuando Parquesol apenas era una o dos calles. Desde entonces, son muchos los que han ido cayendo por el camino, quedando apenas cuatro negocios de la época. Una situación, que obviamente, también les preocupa.

"Cuando vas paseando y todo está cerrado es muy triste", lamenta Rosa. "Un barrio está vivo si hay comercio local. Todos somos imprescindibles para todo. El panadero, el del calzado... todos somos necesarios, pero eso tiene que darse cuenta el público", zanja Elena.