Raíces italianas y polacas, pero con una vida asentada y arraigada en Venezuela. Esta es la historia de un matrimonio que hace cuatro años tuvo que marcharse de su país en un vuelo humanitario, coincidiendo con la pandemia del Covid, debido a la terrorífica situación que ya se vivía por aquel entonces y que, lejos de amainar, se ha ido avivando.
Con la voz llena de rabia, relatan a EL ESPAÑOL-Noticias de Castilla y León cómo se ha ido deteriorando el lugar que los vio crecer. Un país donde aún guardan sus mejores recuerdos de la infancia y adolescencia, y donde todavía queda algún familiar, aunque ya muy pocos porque la gran mayoría ha ido cogiendo rumbo a otros lados del mundo.
De la emoción a la tristeza hay un paso o, mejor dicho, un recuerdo. Y éste llega cuando empiezan a hablar de diez años atrás y de las dificultades que comenzaron a vivir como empresarios. “Hubo un paro petrolero y mi padre, precisamente, se dedicaba a este sector. Cada vez era todo más complicado. Teníamos empresas y no podíamos mantenerlas. Comenzó la decadencia de los productos de primera necesidad, de las medicinas, la parte sanitaria era inviable”, asegura la mujer, que prefiere preservar su identidad.
Ambos coinciden en que son pocas personas las que conocen realmente lo que sucede allí y así lo han podido apreciar en la reciente concentración que tuvo lugar en la Plaza Mayor de Valladolid, y a la que ellos han acudido. Explican que el 80% de la población está en una situación mala porque "el salario no le da" y obliga a que tengan que trabajar "todos los miembros de la casa, incluso tener varios empleos". Pero, ¿cómo son realmente las condiciones de vida? ¿Son tan precarias? El matrimonio explica que, por ejemplo, la luz tiene unas horas limitadas al día: "Cada seis horas nos quitan el servicio".
Y no sólo eso, sino que hace unos años los supermercados entraron en una gran crisis y tenían que cerrar porque no había alimentos. Quizá esto pueda ser alarmante visto desde la lejanía, pero no es lo único. Allí los servicios sanitarios públicos "no funcionan". En caso de necesitar una operación "te dan una lista de todos los materiales que necesitas" y, si te dejan hospitalizado, "tienes que afrontar el coste". Y no acaba ahí porque "la inseguridad es terrible" y "hasta por un móvil te matan".
Una crisis que ha provocado que una gran parte de venezolanos decidieran marcharse. Y que todo haya terminado estallando el 28 de julio, tras las elecciones que dieron la 'victoria' a Edmundo González -que lograba el 67% de los votos-, pese a que Nicolás Maduro fue declarado ganador.
Unas elecciones que no da por perdidas y un cargo al que se aferra sacando todas sus armas para justificar que es el claro vencedor, pese a que los resultados no lo demuestran. Maduro ha acusado de un presunto ataque cibernético que ha retrasado los resultados electorales y ha creado un Consejo Nacional de Ciberseguridad. También habla de ataques de 'bots' contratados por la "ultraderecha". Una maquinaria represiva del chavismo que no deja de trabajar. Está habiendo desapariciones forzosas y amenazas. El pueblo está completamente atemorizado y miran con esperanza al pronunciamiento del Tribunal Supremo de Justicia, quien será el cargado de validar el 'triunfo' de Maduro.
"Tenemos familiares que no pueden usar el móvil, lo revisan y se los llevan presos"
"Tenemos familiares que no pueden usar el móvil, lo revisan y se lo llevan preso. Hay un deterioro en los medios de comunicación. Los impresos ya no existen y hay otros a los que están bloqueando. Las restricciones por redes sociales ya han llegado y les obligan a vivir en un aislamiento total. A los testigos de mesa los están amenazando porque saben cuál ha sido el resultado", lamenta el matrimonio que ve cómo sus familiares están en una situación crítica porque Maduro se niega a salir del poder.
Ellos consideran que las personas que se han marchado son "la luz de Venezuela, una ventana para que todo el mundo sepa lo que realmente ocurre". Cierto es que los ciudadanos se han movilizado y muchos países también. De hecho, en esta guerra de o conmigo o con nadie más, Maduro expulsaba a las representaciones diplomáticas de siete países latinoamericanos que no reconocen su victoria: Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay. Pero, ¿qué está sucediendo con España?
Los ciudadanos sí están dando la cara ante esta situación. Y no solo los propios venezolanos que residen en el país y han salido a la calle con numerosas concentraciones, sino también quienes observan la gran injusticia que los votantes están viviendo. Sin embargo, no es suficiente, se necesita un apoyo firme y decidido del Gobierno para, entre todos, frenar esta situación. Pedro Sánchez se ha mantenido al margen en esta rebelión aunque, hace unos días, pedía "calma y civismo" después de que los venezolanos salieran a la calle por este 'fraude'.
Lejos de denunciar la postura autoritaria de Nicolás Maduro, ha valorado la labor del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y el matrimonio venezolano expresa cuál es el sentimiento común de quienes viven aquí y ven cómo el Gobierno mantiene el silencio. "Es un compromiso que el presidente tiene con su partido porque está por medio Zapatero, que es una mano dura. Él tiene bastantes intereses económicos en Venezuela, como las minas de oro, y a Sánchez no le queda más que llevar el equilibrio".
Una supuesta mina de oro que salía a la luz cuando 'El Pollo' Carvajal, jefe de la inteligencia militar durante el chavismo, lo daba a conocer a la Audiencia Nacional de España. Una información que el expresidente ha tildado de "surrealista", pero cuya investigación sigue en curso.
Una pequeña esperanza
Las concentraciones no van a frenar porque no quieren permitir que Venezuela acabe "aislada" y creen que es muy importante que "la calle siga caliente". Maduro se ha dado cuenta que la gran mayoría que antes estaba a su favor, ya no lo está. "El pueblo se ha cansado. Y si seguimos con la presión es posible que la situación se pueda revertir", afirman.
Una de las posibles soluciones, que se ha mencionado en los últimos días, es una Amnistía. Una idea que "al principio no gustaba, pero ahora ya sí". Tienen claro que "no importa" si es el precio a pagar para que "Venezuela vuelva a ser libre".
Un matrimonio que lleva cuatro años echando de menos su hogar, del que nunca se olvida. Y a la gran pregunta: ¿Alguna vez os habéis planteado regresar? Con una mirada cómplice responden: "Cada noche, pero lo principal es volver a tener el país que conocíamos".