Desde hace un año, uno de los icónicos quioscos del Paseo de Zorrilla de Valladolid permanece envuelto en su corazón de hierro. Sus puertas están cerradas a cal y canto. Mientras tanto, su dueña, Laura Alonso, busca un relevo que lo reabra, ya que ella decidió cambiar el rumbo de su vida. "Me quedan tres años o me lo quitan", apostilla.
Este sábado, en el Día del Vendedor de Prensa, EL ESPAÑOL - Noticias de Castilla y León cuenta la historia de Laura Alonso, una quiosquera que necesita traspasar su negocio antes de que le toque pagar para desmontarlo.
Y es que, según nos explica, la normativa municipal establece que los quioscos de la ciudad del Pisuerga que ocupen vía pública, en el caso de cese de actividad, podrán permanecer en su sitio un máximo de cuatro años de no encontrar a alguien que se haga cargo del negocio.
Una carrera contrarreloj para Laura que, además, si en tres años no encuentra alguien interesado en el traspaso del quiosco, deberá ser ella misma quien se haga cargo de los costes del desmantelamiento y recuperación de la vía pública. Precios que pueden ir desde los 3.000 a los 5.000 euros. "Prácticamente lo regalo", reconoce.
10 años
Durante una década completa, Laura ha estado regentando este quiosco, que lleva muchos más años en este lugar, antes en la acera de enfrente. "Tuve una lesión en la espalda y yo soy auxiliar de enfermería. Tenía que buscar algo en un sitio que no cogiese pesos", relata en declaraciones a este periódico.
Fueron unos allegados quienes le dieron la idea del quiosco y decidió tirarse "a la piscina". Encontró que los anteriores dueños querían, como ella ahora, traspasarlo y decidió ir adelante con su nuevo cambio de vida.
"Me lo pusieron fácil porque los que lo tenían anteriormente me enseñaron mucho y ya luego me fui yo ganando mi propia clientela", recuerda la ya exquiosquera.
Durante su etapa, de una década, Laura asegura haber estado "muy bien" con una cartera de clientes "muy buena". "Trabaja mucho con las consejerías y las Administraciones públicas de alrededor. También tenemos colegio y el parque", apunta.
Sin embargo, la posibilidad de pasar a ser asalariada en un puesto que además está relacionado con el mundo de los quioscos empujó a Laura a tomar la decisión de dar un giro de 180 grados a su vida.
"Me da más tranquilidad porque tengo mis descansos y mis vacaciones. Aquí (en el quiosco) también, pero si cerraba no hay ingresos", admite.
Entre los mejores recuerdos que se llevará está el "ver crecer a todos los niños del colegio" y que ahora "ya son mayores". "Me saludan: 'Ay Laura, te echamos de menos en el quiosco'. Los clientes han sido muy fieles para mí", presume con mucho orgullo.
Fue hace un año cuando Laura decidió cerrar su quiosco. Un momento en el que lo pasó "fatal", nos cuenta con las lágrimas en los ojos a punto de salir y con tono entrecortado y emocionado. Antes de ello, ha tenido que afrontar diversos momentos.
Hasta la pandemia, su negocio fue "bien". Con la llegada de esta, tuvo que hacer frente a distintas adaptaciones. No obstante y afortunadamente, la gente tenía la "excusa" del quiosco para poder "salir a por el periódico" cuando todos los demás negocios estaban cerrados.
"Vendí muchísimo", recuerda, para luego añadir que tras ellos las "ventas fueron cayendo" y las distribuidoras cada vez ponían "más trabas". "Tenías que estar pendientes de las facturas", reconoce la exquiosquera.
Desde que decidiera traspasar su icónico quiosco, Laura se ha encontrado con que la gente empieza a perder las ganas por estos negocios. Lo achaca a las "condiciones de las distribuidoras" porque piden fianzas en las que "hay que desembolsar un dinero".
Ahora bien, recalca que es un negocio "rentable" y que únicamente hay que tener "ganas de trabajar". Entre los consejos que da es el "saber estar de cara al público, ser un poco amable con la gente y ya está".
Uno de los quioscos que se encuentran en esta misma acera, a unos 150 metros, cerrará próximamente y lamenta que si no logra traspasar el suyo, "esto se va a quedar vacío". "Todavía hay gente que compra el periódico, están deseando que yo o cualquiera vuelva a abrir", apunta.
Laura ha estado una década en su quiosco, donde ha podido a conocer "a todo el barrio". Una relación cercana y de proximidad que tanto caracteriza a un sector tan especial como el comercio local. Ahora, busca un relevo que lo reabra, con las mismas ganas y esperanzas que cuando ella lo regentaba.
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