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Cigales es un municipio vallisoletano que se ubica al norte de la provincia de Valladolid, entre viñedos y campos de cereal. Es conocido por ser la cuna del clarete y viene de celebrar, hace unas semanas, la Fiesta de la Vendimia, una fecha muy señalada en el lugar.

Cuenta con más de 300 bodegas subterráneas y con una Iglesia de Santiago, del siglo XVI, que brillan en un lugar que destaca por sus vinos de Denominación de Origen, por sus barrios de bodegas tradicionales y por su gente.

Daniel Gallo Medina es un joven que lleva cinco años en el campo. Trabajando el viñedo. Ahora mismo en la poda: es su profesión, su vida. Él se encarga de realizar esta labor para obtener una uva de gran calidad que sirva para elaborar los mejores vinos.

Cinco años en el campo

“Soy un joven de 30 años, normal y corriente y al que le gusta salir con sus amigos, estar con la familia y demás. Me considero una persona algo inquieta, aunque siempre me dicen que tengo muchos pájaros en la cabeza”, asegura Daniel Gallo Medina, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León.

Este joven nace en Cigales, en marzo del 94 y recuerda su infancia de forma “muy feliz”. Se ha criado en la bella localidad pucelana y la recuerda sin consolas, móviles ni demás. Yendo al parque a disfrutar con sus amigos al aire libre. Eso era vida.

Nuestro protagonista, amante de la lectura y del cine, que cuenta con un Grado Superior de Administración y Finanzas, Transporte y Logística, se incorporó al campo hace cinco años, aunque lleva apoyando a su padre desde pequeño.

Daniel podando las viñas Fotografía: Jesús Pilar Sobejano

“Somos una empresa de servicios vitícolas en las que damos soluciones a todos los trabajos de la viña. Al ser autónomo, la compañía no tiene nombre como tal, pero al ser una Denominación de Origen pequeña todos nos conocemos no hace falta publicidad”, asegura nuestro protagonista.

Se ubica en Cigales, pero da servicio a muchos pueblos de alrededor.

Su trabajo

“Durante todo el año estoy yo solo, pero, en temporadas como la poda, podemos ser otras tres personas. En poda en verde, un grupo de 10 y, en vendimia manual, que es cuando más mano de obra necesito, unas 40, durante un mes aproximadamente”, nos explica el joven.

Daniel se dedica, principalmente, al “cuidado de las viñas” con el objetivo de que “den buena calidad de uva”, pero, poco a poco, ha empezado a dar, cada vez, más servicios a terceros por lo que compagina ambas cosas en la actualidad.

“La poda, para mí, es una de las labores más importantes del ciclo de la uva. Recuerdo siempre ese dicho de ‘aunque pode un burro da uva’, que no es del todo cierto, ya que con la poda controlamos el desarrollo de la cepa”, explica.

Todo, con dos fines, el primero, asegurarse de una larga duración de vida de la planta y, la segunda, para limitar los kilos de cosecha con el fin de obtener uva de gran calidad.

Daniel trabajando en la poda de viñas en Cigales Fotografía: Jesús Pilar Sobejano

Seis meses

Se empieza a podar justo ahora, después de la vendimia. Algunos lo hacen justo después, otros esperan a la caída de la hoja, sobre finales de octubre o primeros de noviembre. Están realizando labores de poda hasta marzo, aunque, en ocasiones, la cosa se puede alargar hasta abril. 6 meses, aproximadamente.

“La poda es una de las labores que no se ha mecanizado y si se quiere mantener cierta calidad de la uva no se mecanizará nunca. El único avance que tenemos, con respecto a nuestros abuelos, son las tijeras eléctricas. Son más rápidas que las de mano y evitan hacer esfuerzos físicos que requerían mucha fuerza”, apunta.

Mirando al futuro, dentro de Cigales y de la Denominación de Origen que lleva el mismo nombre y que es conocida por sus excelentes claretes, aunque también elaboran grandes tintos, blancos y espumosos, el deseo de Daniel pasa por “un mayor consumo de vino”. 

Que se disfruten de los mejores claretes que aseguren el trabajo y la forma de vida a muchas personas que viven de esto, como es el caso de nuestro protagonista.

 

 

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