20 años del último atentado de ETA en Valladolid: una bomba en un conocido bar del centro
- El 6 de diciembre de 2004, la organización terrorista llevó a cabo una serie de acciones armadas coincidiendo con la celebración del Día de la Constitución.
- Más información: La sangrienta huella de ETA en Castilla y León
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El 6 de diciembre de 2004, día en que se conmemoraba el 26 aniversario de la Constitución Española de 1978, hace ahora 20 años, la organización terrorista Euskadi ta Askatasuna (ETA) llevó a cabo su último atentado en Valladolid.
La banda colocó un pequeño artefacto explosivo en la cafetería La Banqué, situado en la Plaza Mayor de la ciudad, que explotó alrededor de la 13:30 del mediodía. La detonación no causó daños personales ya que ETA avisó de la colocación de la bomba y la Policía Local desalojó previamente el establecimiento.
Con todo, el miedo y el caos se adueñaron de esta céntrica zona de la ciudad, con gran afluencia de ciudadanos y turistas en esas fechas, disfrutando del puente de la Constitución y la Inmaculada Concepción.
Las sirenas de los vehículos policiales y de los equipos de emergencia se adueñaron del centro de la ciudad, mientras la Policía se esforzaba por blindar y acordonar la zona después de la llamada de aviso de la colocación del artefacto, que había llegado minutos antes de la 13:00 del mediodía.
La explosión llegaría poco más de media hora después, a la 13:30 del mediodía, con la zona ya acordonada y causando tan solo daños materiales en los aseos de la cafetería.
Pocos minutos después de producirse la detonación, se acercaron al lugar de los hechos el entonces delegado del Gobierno en Castilla y León, Miguel Alejo, y el alcalde de Valladolid, el popular Javier León de la Riva, para preocuparse por la situación de los empleados y clientes del establecimiento.
Un día negro
El mismo día en el que se produjo la explosión en la cafetería La Banqué de la Plaza Mayor de Valladolid, ETA hizo estallar otros dos artefactos explosivos de poca potencia en las ciudades de León y Ávila.
Concretamente, los atentados se produjeron en la cafetería Lleras de la calle Burgo Nuevo de la ciudad leonesa y en la cafetería La Fortaleza, en la calle de los Reyes Católicos de la capital abulense, siendo desalojados ambos establecimientos, como en el caso vallisoletano, y provocando las explosiones escasos daños materiales.
Además, fuera de Castilla y León, aquel Día de la Constitución, la organización colocó artefactos en otros municipios de España como la localidad cántabra de Santillana del Mar, Ciudad Real, Málaga y Alicante, que estallaron de forma simultánea a las 13:30 horas, al igual que las de Valladolid, León y Ávila.
Un intento por parte de la banda terrorista de generar el terror en un día de celebración para todos los españoles.
Las explosiones causaron sobre todo daños materiales, aunque las de Santillana del Mar y Ciudad Real provocaron algunos heridos leves, entre ellos una niña de siete años, que tuvo que recibir asistencia médica tras el atentado en la localidad cántabra, junto al zoológico del municipio.
Además, 13 personas sufrieron afecciones en los tímpanos en esa explosión. En la de Ciudad Real, la bomba fue activada cuando la Policía aún estaba desalojando el local y hubo tres heridos leves, dos de ellos agentes que estaban participando en el desalojo.
La lenta agonía de ETA
En el momento en el que se produjeron estos atentados, ETA se encontraba sumida en un momento de grave crisis después de la detención en la localidad francesa de Salis-de-Béarn, solo dos meses antes, el 4 de octubre, del histórico Mikel Albizu, Mikel Antza, el máximo responsable de la organización desde 1992.
Además, en la misma operación fue detenida su compañera sentimental, María Soledad Iparragirre, Anboto, una de las etarras más sanguinarias que formó parte de los comandos Araba y Madrid de la banda.
Antza se había puesto al frente de ETA tras la caída de la conocida como 'cúpula de Bidart' en marzo de 1992, cuando se detuvo en esa localidad francesa a Francisco Mujika Garmendia, Pakito, José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, y Joseba Arregi Erostarbe, Fitipaldi, que dirigían la banda desde mediados de los 80.
La detención de Antza supuso un duro golpe para una organización armada que, a partir de ese momento, solo vería caer una cúpula tras otra hasta su alto al fuego definitivo de octubre de 2011.
Además, el año 2004 había sido especialmente duro para la organización ya que los atentados del 11 de marzo en Madrid supusieron un incremento de la alerta antiterrorista, de la colaboración con los servicios secretos de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo y de las operaciones policiales.
Si bien la principal alerta, tanto global como en España, a partir de ese momento fue la del terrorismo islamista, una ETA ya diezmada comenzó a recibir duros golpes fruto de ese incremento de la presión policial generada por el 11-M.
En agosto, ETA se había dirigido por carta al nuevo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero pidiendo "establecer vías de comunicación para resolver el conflicto" y en noviembre de 2004, Batasuna −el brazo político de la banda, ilegalizado en 2003− había propuesto la apertura de un proceso negociador con el Gobierno.
El diálogo con el Ejecutivo se inició en 2005 y desembocó en una tregua iniciada en marzo de 2006, que se rompió el 30 de diciembre por el atentado de la T-4 en el aeropuerto madrileño de Barajas. Habría que esperar aún cinco años hasta que, el 20 de octubre de 2011, ETA puso fin a una sangrienta historia de más de cinco décadas.