Hay personas que dejan una huella imborrable. Que siempre serán recordadas y que su muerte deja un vacío en la sociedad. No tienen porqué ser especialmente famosos, sino aquellos que hicieron el bien y dedicaron su vida a cuidar al resto.
Es el caso de Luis Gómez Esteban, un relojero desde la infancia -de ahí que se le conozca como 'El Relojes'-, quien fallecía el pasado 22 de noviembre a los 88 años.
Una pérdida que ha conmocionado a todos los que le conocían porque su amabilidad y simpatía era única. "Empezó a los 17 años en un taller en Fuente Dorada y continuó ahí hasta que se jubiló", explica su hija Susana en declaraciones a EL ESPAÑOL- Noticias de Castilla y León.
No fue el único lugar en el que trabajó, ya que también ayudaba en una tienda especializada en caza que había en la Plaza Mayor, y que ya cerró hace muchos años. En ambos lugares se le podía encontrar, aunque había que buscar un poco, porque Luis siempre estaba metido en su taller.
Un espacio que se convirtió en su refugio, y es que se pasó toda la vida arreglando los relojes de los vallisoletanos. Además, su amplia trayectoria, hacía que siempre acudieran a él por la confianza que le tenían.
"A veces querían arreglar relojes muy antiguos, de abuelos o bisabuelos, y siempre iban donde él porque sabían que era capaz. Él los entendía y era una forma de que siempre tuvieran ese recuerdo con ellos", asegura.
Una profesión -y amor a la misma- que le permitió conocer a algunos de los rostros más conocidos. Es el caso de Miguel Delibes, quien llegó a convertirse en uno "de los habituales clientes" de Luis Gómez.
Aunque no fue el único, ya que también trabajó para "militares, guardias civiles y doctores" que pedían sus servicios a sabiendas de que el trabajo que harían sus manos iba a ser excepcional.
El oficio del relojero continúa en esta familia. Y es uno de sus nietos quien se ha animado a seguir tras haber aprendido todo de su abuelo. Ahora, trabaja en Suiza de relojero. "Mi padre le enseñó desde muy pequeño porque a él le gustaba mucho y ahora es a lo que se dedica", afirma.
Un legado eterno de este vallisoletano, nacido en Viana de Cega, a quien siempre le recuerdan como "una buena persona, amigo de sus amigos y querido en todos los lugares".
Su hija, con una gran sonrisa, rememora que siempre era quien ponía ritmo en todas las celebraciones: "Le animaban a cantar, porque le encantaba". Una despedida que sus hijos recordarán para siempre porque hasta la esquela tuvo un toque muy original.
Debido a su amor por los relojes, y a la profesión que le ha acompañado siempre, uno de sus hijos decidió poner: "El relojes. Se le acabó la cuerda". Una bonita forma de honrar su memoria y recordarlo para siempre.
"Ha sido siempre muy querido y eso es con lo que nos quedamos. Cuando falleció nos llamó mucha gente. Solo podemos decir lo buena persona que fue", finaliza su hija Susana.