
Teresa, a la derecha, junto a María Jesús haciendo encaje de bolillos
Teresa, una mujer de 83 años que disfruta enseñando el arte del encaje en un pueblo vallisoletano: "Me relaja"
Nacida en Villanubla, nuestra protagonista se dedica a transmitir un oficio que “no se puede perder”, explica.
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Teresa Álvarez se define como una ama de casa que nació en la localidad vallisoletana de Villanubla hace 83 años y que afirma que de vivió una “infancia muy feliz” con los antiguos oficios como pieza angular sobre la que gira toda su vida.
“Recuerdo que, cuando era pequeña, de mayor quería dedicarme a algo que estuviera relacionado con la aguja y el hilo. Me gusta mucho bordar y también hacer encaje de bolillos”, explica nuestra protagonista.
Tanto le gusta que, en Villanubla, todos los miércoles, en el Centro Multiusos 3 de abril de la localidad pucelana imparte clases a un grupo de entre 20 y 25 tejedoras que están encantadas con ella y que hacen auténticas obras de arte con su aguja e hilo.
Hace 30 años
“La idea de ser encajera me llegó hace 30 años, cuando en el Centro Cívico Reina Juana de Valladolid me encontré con una profesora, de nombre Mari Luz, que me enseñó desde cero. Cuando no sabía hacer algo, ella me ayudaba con todo”, afirma nuestra entrevistada.
Teresa empezó de cero hace seis lustros. Su profesora le enseñó hasta a “hacer las almohadillas” que son tan necesarias para comenzar con el encaje de bolillos. Es algo indispensable.
“Las almohadillas pasar por ser el lugar perfecto para poner posteriormente el dibujo que se quiere hacer para el encaje de bolillos. En la almohadilla picamos y sale la puntilla que queremos hacer con la plantilla que previamente hemos colocado”, señala Teresa.
A medida que fue aprendiendo y perfeccionando su estilo le llegó a la cabeza la idea de enseñar a los demás todos sus conocimientos y eso es lo que hizo.
De ser enseñada a enseñar
Desde entonces, en Villanubla, empezó a transmitir todos sus conocimientos a un grupo de mujeres que estaban y están encantadas con ella y que hacen auténticas obras de arte con sus manos.

El grupo de encajeras tejiendo con las directrices de Teresa
“Doy clases, desde hace muchos años, en un centro que pertenece al Ayuntamiento de Villanubla y que se llama 3 de abril. Al principio comenzaron unas 30 personas, pero ahora estamos entre 20 y 25. La edad va de los 40 a los 75 años aproximadamente”, nos explica.
Entre puntillas y bolillos, las alumnas de nuestra protagonista, que a sus 83 años cuenta con una gran vitalidad y que no se cansa de ayudar a los demás, confeccionan auténticas obras de arte.
“Cada puntilla lleva su tiempo, según los bolillos y lo que se quiera hacer. Confeccionamos toallitas para bautizos, también hacemos pañuelos, o cojines para alianzas y arras”, explica Teresa.
Elementos y objetos que acaban sirviendo como regalos para familiares y amigos. Todo bordado con una sutileza perfecta gracias a las directrices de Teresa, una virtuosa del encaje.
Un oficio que no se puede perder
“El oficio de encajera creo que es algo que no se puede perder porque lleva existiendo desde hace años y es algo que merece la pena mantener. A mí me relaja y hace sentir bien. Descansas. Yo, por ejemplo y siempre en mi caso particular, puedo decir que descanso haciendo encaje de bolillos”, afirma orgullosa Teresa.

Teresa al fondo y una de las actividades de las encajeras en Villanubla
A pesar de esa relajación, no duda en afirmar que para llevar a cabo un buen trabajo en lo que al encaje se refiere, “hay que estar muy concentrada” porque “rápido te equivocas y aparece una falta” en “algo que no queda bien”.
“Me gustaría que después de que yo he disfrutado tanto con el de encajera alguien tomara el relevo y enseñara a nuestro grupo tan majo que tenemos. Esto no se puede perder y vamos a luchar al máximo para que así sea”, finaliza.
Ojalá, Teresa, cumpla su deseo y este grupo de mujeres que teje y encaja por vocación y diversión continúe durante muchos años más.