Olegario González de Cardedal defiende escuela y familia como realidades complementarias
En la tarde de ayer, el teatro del Seminario San Atilano acogió el inicio de las XV Jornadas Diocesanas, dedicadas a la familia. El obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, fue el encargado de inaugurar este ciclo formativo. En sus palabras previas a la conferencia, “muy agradecido a los participantes”. El tema, recordó, “es la familia, nuestro objetivo pastoral diocesano, desde tres perspectivas: su función educativa, la fragilidad y las redes sociales”.
Refiriéndose a la segunda de las ponencias, el prelado subrayó cómo el papa Francisco “invita a acompañar, atender y estar cerca de todas las debilidades y los defectos de las familias: la vejez, el paro, la ruptura, el divorcio, los hijos, la enfermedad... situaciones que necesitan que los cristianos prestemos atención”. Con respecto al ponente, destacó que ha sido profesor de muchos sacerdotes de la Diócesis de Zamora y agradeció su presencia.
El conferenciante, Olegario González de Cardedal, es sacerdote de la Diócesis de Ávila nacido en 1934. Doctor en Teología por la Universidad de Múnich, es catedrático emérito de Cristología de la Universidad Pontificia de Salamanca y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Autor de numerosos libros y artículos, en 2011 recibió el Premio Ratzinger.
El contexto de un problema
González de Cardedal comenzó su intervención aludiendo a las perplejidades nuevas en nuestra sociedad, subrayadas por las últimas asambleas del Sínodo de los Obispos, dedicadas a la familia. En concreto se refirió a lo que señala el número 84 de la exhortación apostólica Amoris laetitia del papa Francisco: el desafío educativo.
Según este teólogo, “tenemos la admirable realidad hoy de la unidad de la conciencia humana mundial: todos podemos ser conscientes de lo que le pasa al ser humano en nuestras antípodas, un logro. Todos somos hombres, todos somos iguales en derechos y dignidad, hombres y mujeres. Lo que la ciencia, la técnica y la medicina han logrado en el último siglo es algo admirable. Por eso una lectura del todo negativa de nuestra realidad no es justa. Nunca ha habido menos pobreza que ahora”.
Recordó cómo, según el historiador Arnold J. Toynbee, “las civilizaciones no se hunden por eliminación desde el exterior, sino por suicido desde el interior”, es decir, por “la falta de confianza y de reflexión por parte de quienes las vivimos. Más decisivos que los desafíos son las respuestas que les vamos a dar, jugándonos la vida”.
Olegario desgranó algunas realidades que desafían al tema familiar. “Un hecho mortal en Europa es la implosión demográfica, después de la explosión demográfica que sucedió después de la Segunda Guerra Mundial. Hoy día nos encontramos con la terrible realidad de que Europa no tiene capacidad de engendrar viva para que pueda continuar. O crece o muere”.
También habló de la caída de los matrimonios en sus diversas formas, debida al miedo al arraigo, a los vínculos, a engendrar... De la normalización de los abortos en el juicio social pasando de lo que es dar muerte a un ser humano a ser una operación estética. Y del aumento de las rupturas de los matrimonios, lo que llega a una situación de individualismo y narcisismo como caracterizadores de una cultura del espectáculo.
En cuanto a la educación, se preguntó: “¿es posible la educación ante una doble amenaza: el puro positivismo tecnológico que sólo prepara profesionales, o la pura ideología dogmática, política o religiosa, que sólo busca adhesiones? ¿Qué espacio abierto queda para transmitir ideales que no sólo sean proclamas políticas y pensamiento que no sólo sea formación técnica? Ésta es la gran cuestión”. Además, el ambiente cultural dominante es el de “la modernidad líquida, la disolución de todo lo que era sólido. Nada permanece, todo es fugaz, incompleto, indefinido... todo se desvanece”.