Las normas están para cumplirlas. Y eso debió pensar uno de los vigilantes de seguridad del Museo Etnográfico de Castilla y León, a la hora de permitir la entrada de los familiares de los alumnos de la Escuela Musikea de Zamora, que a las 12.30 acudían para asistir, como cada año, al entrañable recital musical de Navidad. La sorpresa, a diferencia de otras ediciones, fue que al llegar a 90 personas en el interior del salón de actos, el responsable de seguridad del recinto comunicó a los que permanecían en la cola que ya no podían entrar.
Rápidamente la indignación se apoderó de los asistentes, fundamentalmente debido a las malas formas utilizadas por el empleado para defender el cumplimiento de la normativa en materia de seguridad, y los responsables de la escuela musical trataron de intermediar con el vigilante, en vano, a pesar de que en la sala había, al menos, 15 butacas vacías, ya que los niños que iban a actuar también contabilizan en el recuento de esas 90 personas que permite el aforo.
La solución, con el consiguiente disgusto de los profesores de Musikea y de las familias, fue que los alumnos salieran fuera de la sala y entraran por turnos para ofrecer su recital, y en su lugar entraran los padres de los alumnos que iban desarrollando su actuación. Las familias, a su vez, tuvieron que ir abandonando la sala para dejar paso a los familiares de otros respectivos alumnos. Un buen número de padres se quedaron en el pasillo durante toda el recital. Lo que impidió que los verdaderos protagonistas pudieran, además, presenciar la actuación de sus compañeros, y que cantaran todos juntos a coro al final de las intervenciones individuales.