El Museo Diocesano de Zamora, ubicado en la iglesia de Santo Tomé, acoge durante el primer semestre de este año la muestra ‘Libros litúrgicos ilustrados de la Biblioteca Diocesana de Zamora’, decimoséptima exposición temporal desde que se abrió el centro museístico, hace casi diez años.

“Es una alegría poder mostrar estos libros de nuestra Biblioteca Diocesana, que han sido parte de la liturgia de la Iglesia antes del Concilio Vaticano I y que muestran nuestra historia”, afirmó el obispo de Zamora, Fernando Valera. “Queremos que se aun motivo más para estar cerca de toda la sociedad, la cultura y lo que es Zamora para el mundo. Es nuestra humilde contribución a ir mostrando paso a paso aspectos importantes de nuestro patrimonio”, añadió. 

Los libros litúrgicos son, fundamentalmente, el Misal, que contiene los textos de la celebración eucarística; el Epistolario y el Evangeliario, con las epístolas y los evangelios, respectivamente; los Rituales, para las celebraciones de los ritos sacramentales -excepto la Eucaristía-; el Pontifical, dedicado a las celebraciones episcopales, y el Breviario, con las oraciones del Oficio divino recitadas por religiosos y clérigos.

“En la Diócesis de Zamora, no solamente tenemos el Archivo Histórico Diocesano, sino también la Biblioteca Diocesana de Zamora, con un nutrido número de volúmenes antiguos y modernos. Una de las secciones es la de libros litúrgicos”, explicó el director del Museo y delegado diocesano para el Patrimonio y la Cultura, José Ángel Rivera. 

“La renovación de la liturgia que se emprendió con el Concilio Vaticano II supuso el paso del latín a la lengua vulgar. Eso provocó que los libros de los que aparece aquí una muestra fuesen retirados del uso. Hicimos una campaña de recogida de estos libros escritos en latín”, añadió.

Los 23 libros expuestos están escritos en latín y presentan diverso formato y lugar de impresión, concretamente, en Amberes (Bélgica), Roma y Venecia (Italia) y Madrid. “Generalmente, presentan una cuidada edición, aunque el uso diario explica el deterioro de algunos de ellos. La mayoría aparecen ilustrados con diversos grabados en la portada, las letras iniciales capitales, orlas y, también, en páginas enteras. Los de mejor calidad son los flamencos, los editados en Amberes”, precisó Rivera de las Heras.

“Algunas de las estampas llevan en el pie el nombre de quien diseñó la composición, mediante dibujo o pintura, que suele corresponder a algún artista prestigioso, y del grabador que abrió la plancha o matriz que dio lugar a la estampa. A veces aparece el grabador encargado de retallar la pancha porque estaba cansada de las múltiples ediciones realizadas”, indicó.

En este contexto, José Ángel Rivera apuntó que las estampas que ilustran estos libros “no solo difundieron los misterios iconográficos más importantes de la liturgia, sino que también constituyeron una fuente gráfica para artistas de segundo orden que o tenían capacidad de invención”.