Alcañices, Nuez, Trabazos, Campogrande, San Vicente de la Cabeza, Sarracín, Cabañas de Aliste, Las Torres de Aliste, Palazuelo, Villarino tras la Sierra, Santa Ana, Alcorcillo, San Mamed, San Blas, Viñas de Aliste, Vivinera, Latedo, Vega, Moldones, Villarino de Cebal, y San Martín. Veintiún localidades de la encantadora comarca de Aliste, que no solo comparten un paisaje inigualable, una gastronomía deliciosa y un sangrante problema de despoblación, también comparten párroco. Fernando Lorenzo es el cura de estos 21 pueblos del arciprestazgo de Aliste-Alba y el encargado de la gestión de esta veintena de templos y, como no, de sus feligreses. Un toresano que lleva trece años dedicado al servicio eclesiástico siempre en la comarca de Aliste.
EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León ha acompañado al párroco en una jornada de trabajo, donde, algunos días, llega a celebrar siete misas diarias. En coche de un pueblo a otro, Fernando se encarga de los oficios de estas 21 localidades alistanas y del funcionamiento económico, de mantenimiento y de registro de todas sus iglesias. Un trabajo maratoniano para el cura que más pueblos de la provincia gestiona dentro de la Diócesis de Zamora. Si bien, Fernando quita importancia al número, ya que hasta este mismo mes de septiembre era el encargado de 28 localidades distintas. De las cuales siete ahora gestiona otro párroco de la zona.
En una jornada normal de domingo, que suele empezar a las 09.30 horas saliendo de la Casa Parroquial de Alcañices (cabeza de la comarca) y comenzando la ruta de las misas en los diferentes pueblos. En días con festividades, Fernando tiene que organizar un horario de oficios con misas a las 10, las 11, las 13.15 horas, y tras la comida, otras a las 16 y 17; y 19, "incluso a las 21 horas en el verano, que todavía hay más luz". Oficios cada hora porque la comarca de Aliste no es precisamente un territorio en línea recta, con carreteras anchas y lisas. Fernando calcula que entre las dos localidades más lejanas de esta veintena que gestiona "puedo tardar más de media hora en coche". A lo que hay que sumarle que una misa estándar tiene una duración de otros 30 minutos, aproximadamente. No hay tiempo para entretenerse. Pero, como indica el párroco, "no podemos decir misas como churros". Y es que, la tarea de los párrocos (y más en zonas rurales) es la de "acompañamiento". Antes del COVID, Fernando visitaba a los enfermos, paseaba y hablaba con las gentes del pueblo, y compartía temores y confidencias con los feligreses. Incluso más allá de la mera tarea confesional o la difusión de la palabra de Dios, los curas cumplen, para Fernando, "la función de crear una unión y comunidad".
Las iglesias como punto de reunión hasta de los gatos
La religión, la iglesia y los curas son necesarios en estos pueblos a tal nivel que el momento de ir a misa es "un acto social". Es el momento de la semana o, incluso el mes, que se reúnen (casi) todos, se ven, se preguntan unos por otros y comparten con Fernando las novedades del pueblo. Y es que, pese a lo pequeño de estos pueblos, "hay personas de avanzada edad que apenas salen de casa durante la semana". Pero no faltan a misa.
Hoy mismo, EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León acudía a Viñas de Aliste para presenciar uno de estos oficios. En una fría mañana de enero, una docena de vecinos se han acercado hasta la iglesia de San Esteban. Y la tarea no es fácil. Este templo se erige en lo más alto del municipio, con una cuesta bastante pronunciada y calles sinuosas. Pero ahí estaban sus feligreses, incluso con muletas, acudiendo a la llamada de sus campanas media hora antes del servicio. Es más, en este pequeño pueblo hasta los gatos acuden raudos a la llamada de Dios. Y es que ha sido sorprendente ver como una vecina llegaba acompañada por dos mininos que, obedientes, han esperado al término de la misa tumbados en la entrada del templo.
Además, hoy era un día especial en la comarca de Aliste. El territorio celebraba la festividad de sus mártires San Fabián y San Esteban, que gozan de gran devoción en los pueblos de la zona, si bien este año (otra vez) no han podido procesionar, como lo hacían tradicionalmente, a causa del COVID. Y si la misa empezaba a las 12.00 horas, apenas diez minutos antes, Fernando llegaba en su Peugeot desde la vecina San Blas, donde ya había celebrado el primer oficio. Una vez preparado con su sotana, el párroco comenzaba el oficio en un templo donde apenas un par de estufas de butano proporcionaban algo de calor a los fieles, que aguantan estoicamente la misa sin quitarse el abrigo.
Encantados por la visita de un periódico. Los vecinos se muestran "muy contentos" de tener a Fernando como cura. Y si bien reclaman que "haya más" párrocos, ninguno de ellos querían renunciar a Fernando como su pastor. Pero estas no han sido las únicas reivindicaciones que han trasladado a EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León. Por supuesto, ha habido tiempo para relatar la difícil situación sanitaria a la que están abocados. "Aquí no vemos el médico ya ni una vez a la semana", reclamaban. "¿Cómo pretenden que pidamos cita por teléfono con un contestador que te da mil opciones? ¡Qué somos muy mayores para estar sin médico en el pueblo!", espetaba otro. Y así, tras el oficio, se cumplían las explicaciones dadas por Fernando, cuesta abajo, los vecinos se iban preguntando por "sus cosas". Que si los hijos, que si las enfermedades... Y así se hace una comunidad.
50.000 kilómetros en un año y una convicción
Tras la misa en Viñas de Aliste, Fernando se traslada de nuevo a Alcañices (otros 20 minutos de coche) para hacer las otras tareas de párroco, antes de iniciar los oficios de la tarde, que le esperan a partir de las 16 horas. Y es que la labor de un cura no termina cuando acaba la misa. "Hay mucho trabajo de despacho y de gestión de las iglesias", detalla el párroco. Fernando se encarga del registro de los libros sacramentales (bautizos, defunciones, confirmaciones y bodas), de la contabilidad de las 21 parroquias con sus 21 cuentas bancarias, de la gestión de las obras, del mantenimiento de las casas parroquiales, de la restauración de las imágenes y de organizar las partidas económicas para, por ejemplo, dar ayudas a las cofradías.
Horas y horas de trabajo de despacho, que se suman a un trasiego de un pueblo a otro para que, al menos una vez al mes, cada pueblo pueda tener una misa. Fernando explica que, cada año, hace una media de 50.000 kilómetros. Casi nada. Pero lejos de sentirse cansado, cree firmemente que "mientras haya una sola persona en el pueblo, la iglesia tiene que estar abierta". Pone el ejemplo de Villarino de Cebal, un pueblo con cuatro vecinos, pero al que acude cuatro veces al año y se preocupa porque "la iglesia siga en pie". Una tarea para la que esos cuatro vecinos colaboran. "Se encargan de limpiarla el día que saben que va a haber misa y nos avisan de cualquier desperfecto que detecten", explica el párroco.
Pero innegablemente la pandemia del COVID y la falta de párrocos ha acelerado la llegada de un "nuevo método pastoral". Tanto feligreses como el cura se han tenido que adaptar y tirar de nuevas tecnologías para poder gestionar el trasiego que supone encargarse de 21 pueblos (o 28 hasta hace unos meses). Fernando relata que utilizan las redes sociales para anunciar las misas de la semana. A través de Facebook y un grupo de Whatsapp, el párroco informa de las novedades y va organizando a los feligreses con los horarios de los oficios. Y, pese a la avanzada edad de muchos de ellos, los hijos, nietos y vecinos ayudan a los más mayores a enterarse de estas informaciones.
Es más, Fernando recuerda que, durante la época del confinamiento que las iglesias también tuvieron que cerrar, "se daba misa vía streaming, y los nietos o hijos se lo ponían en el móvil o tablet a sus mayores". Y es que no quiere que los vecinos "pierdan el hábito y la unión social" que supone ir a la iglesia. Si bien cree que es necesario que la iglesia se plantee nuevas formas de transmitir la palabra de Dios, ante la escasez de curas.
Vecinos transmitiendo la palabra de Dios
Actualmente ya, zonas como esta de la provincia de Zamora utilizan el mecanismo de las celebraciones para poder trasmitir la palabra de Dios cuando el cura no puede ir a diario a celebrar misas. En este caso son laicos, formados por la propia Diócesis de Zamora, quienes dirigen este evento religioso que no llega a ser una misa, pero sirve "para que no se pierda el sentido de la celebración de la palabra los domingos". A través de reuniones pastorales, estos laicos reciben la formación y dan la comunión, pero no pueden hacer consagraciones.
Sobre la posibilidad de que la Iglesia Católica permita la ordenación de mujeres u hombres casados como curas, Fernando lo ve "lejos" de hacerse realidad. Pero sí indica que, actualmente, ya hay hombres casados que ejercen como diáconos. Una figura que se sitúa como un poco más que un celebrante. Fernando opina que "las mujeres y los laicos en general cada vez tienen más peso en la iglesia y así tenía que haber sido siempre".
Pero sí matiza que "en otras religiones sí se permite la ordenación de hombres casados y aún así su problema para encontrar pastores es el mismo". Y es que para el cura de los 21 pueblos es un problema de fe en general. "No queremos compromisos serios y largos, falta mucha gente que quiera preguntarse cuál es su objetivo en la vida; y dentro de eso, no hay vocación a la vida religiosa", añade. Pero se muestra esperanzado con el futuro y defiende que "la Iglesia se ha mantenido durante miles de años, así que Dios proveerá".