Zamora despierta tras más de dos años de pesadilla y renace tras un parón de tres años la Semana Santa más genuina de la que hace gala la ciudad del Duero, una de las de más historia y tradición de España. Este 2022, más que nunca, Zamora vive la Semana de Pasión con más devoción que nunca.

La Semana Santa de Zamora hunde sus raíces en el siglo XIII, y desde entonces ha conservado intacta la austeridad, la oración y el silencio.

Un halo de misticismo y sentimiento recorren las calles medievales de la ciudad, sus piedras contemplan el paso del tiempo a la luz de los faroles y las velas, y el trasiego de miles de cofrades y hermanos siembran de fe cada paso. La Semana Santa de Zamora traspasa fronteras, la ciudad se convierte en centro de peregrinación y multiplica su población, a pesar de lo cual el silencio lo inunda todo.

Desde 1986 del reconocimiento del título de Semana Santa de Interés Turístico Internacional, lo que la convierte aún más conocida para visitantes de todo el mundo. El acontecimiento religioso se mezcla con la vertiente cultural y social, y así caminan de la mano fe y tradición, encuentro y fervor, arte y devoción. Destaca la puesta en escena de los desfiles procesionales así como la calidad de los pasos y las tallas, obra de ilustres y prolijos imagineros como Mariano Benlliure y Ramón Álvarez, entre otros. El Museo de Semana Santa de Zamora aglutina gran parte de ellas, y constituye uno de los focos de interés más relevantes de la Semana de Pasión. Diecisiete cofradías imprimen carácter propio a los desfiles procesionales, que enriquecen cada año con exquisito respeto y dedicación.

Los días centrales de la Semana Santa zamorana concentran momentos memorables como el Juramento del Silencio o la austera procesión de las 'Capas Pardas', el Miércoles Santo; el canto del Miserere en la procesión de Jesús Yacente, en la noche del Jueves Santo, la madrugada del Viernes Santo de la Cofradía de Jesús Nazareno, la solemnidad del Santo Entierro en la tarde del Viernes Santo y la explosión de alegría y de flores del Domingo de Resurrección, entre muchos otros. Las hermandades penitenciales recorren la noche con los pies descalzos, y el canto gregoriano acude, a menudo, al clamor de los rezos. Es imposible resumir la impresionante riqueza de la Semana Santa de Zamora. Es todo emoción. Hay que vivirla.

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