Diego de Ordás, el zamorano que subió al volcán
Nació en Castroverde de Campos en 1480, y su caballeresca hazaña de subir al volcán Popocatépetl revela un espíritu inquieto fuera de lo normal
1 enero, 2023 07:00Noticias relacionadas
“En Castroverde fueron sus natales
Del reino de León, y en Nueva-España
Fué de los capitanes principales
El de mayor valor y mejor maña;
En las islas sus hechos fueron tales,
Que cada cual se vende por hazaña,
Y ansí Cortés por su merecimiento
le dio grandísimo repartimiento”.
Juan de Castellanos
Diego de Ordás nació en Castroverde de Campos en 1480 y es uno de los personajes más destacados de la gesta conquistadora americana. En la Plaza de la Inmaculada de Castroverde, un busto de bronce sobre una pirámide escalonada nos recuerda la importancia de este insigne vecino.
De origen humilde, dedicó la mayor parte de su vida a las conquistas en América, empezando en Colombia, junto a Alonso de Ojeda y Juan de la Cosa, y más tarde en Cuba, llegando a ser mayordomo de Diego Velázquez de Cuéllar. Después en la conquista de Nueva España, llegó a ser el brazo derecho de Hernán Cortés.
El cronista de Medina, Bernal Díaz lo describía como de unos cuarenta años cuando llegó en 1519 a México, capitán de soldados de a pie, pero no a caballo. Se esforzaba mucho y daba buenos consejos, era alto y con escasa barba, pero prieta, de buena conversación, pero se trababa con algunas palabras...
Durante la campaña mexicana Ordás ocupó siempre un puesto sobresaliente. Desde el inicio se le otorgó mandar en un buque y una tropa. Llegando a la península de Yucatán desembarcó junto a la compañía de españoles en busca de náufragos sobrevivientes de previas exploraciones.
A finales del verano de 1519 se enfrentaron a gran cuantía de tlascaltecas, a los que derrotaron siguiendo las tácticas de Cortés, batallando en forma de bloque, juntos como un muro de escudos. Los jinetes atacando con sus lanzas a media altura y la infantería con las espadas mirando al frente.
En la ciudad de Tlaxcada fueron bien recibidos por multitud de indígenas que querían conocer aquellas extrañas gentes que tantos indios mataban. Mientras descansaban unos días en esa ciudad, pudieron observar la enorme cantidad de fuego que expulsaba el volcán Popocatépetl. Diego de Ordás tenía grandes deseos de conocer cómo era y verlo de cerca y solicitó permiso a Hernán Cortés para la ascensión. Éste, aunque reticente, se lo concedió. Acompañaron a Ordás dos españoles y algunos indios rastreadores, que trataron de asustar a los tres españoles mencionando los temblores de tierras, llamas, cenizas y piedras que el volcán expulsaba, y que no se atrevieran a subir más allá del lugar donde ellos tenían sus ídolos. Esta intrepidez de Ordás, que podría parecer una temeraria curiosidad sin más recorrido, sirvió luego para deducir que allí habría azufre, y en una ocasión en que el ejército se vio sin pólvora, mandó Cortés subir a recoger el mineral que pudieran para fabricar munición provisional.
En la conquista de la capital mexicana Ordás fue siempre el consejero permanente de Cortés y se encargó de las misiones más arriesgadas debido a su aplomo. Era tal su serenidad ante el peligro que una anécdota narra que durante las fiestas que Moctezuma preparó para entretener y causar admiración de los españoles, uno de los actos consistió en presentarles osos, leones y tigres enjaulados. Ordás se aproximó curioso a una de las jaulas y un león lo agarró con una de sus garras. Antes de que la fiera lanzara la otra mano para atraparlo, Ordás con todo estoicismo sacó su daga y segó la zarpa del león que le detenía. Moctezuma quedó admirado de la imperturbabilidad con que reaccionó el español.
Cuando en enero de 1520 regresaban los españoles a la capital mexicana, Diego de Ordás entró en vanguardia para realizar un reconocimiento, pero fue atacado por sorpresa en vanguardia y retaguardia y desde ventanas y azoteas. Con dificultad logró Ordás regresar con sus hombres a los aposentos de México. Como los ataques a los españoles no cesaban, y el mismo Moctezuma había muerto a manos de sus súbditos, Cortés decidió salir de noche y en silencio de la capital mexicana con sus hombres, pero los indios los vigilaban y atacaron por tierra y agua contra los españoles, muriendo muchos de éstos a manos de los aztecas o ahogados en el lago que rodea la capital. De los mil trescientos hombres que habían entrado en México solamente quedaban cuatrocientos, entre ellos Ordás, que siempre iba en vanguardia con los más valientes para aguantar el choque principal.
En 1521 Ordás llega a España por orden de Hernán Cortés a dar cuenta de lo realizado en la conquista de Nueva España. Al año siguiente es preso por los oficiales de la Casa de la Contratación de Sevilla por haber vendido más de cien marcos de perlas en Lisboa antes de llegar a Sevilla, para donde las traía registradas.
Estando en Sevilla en 1523, Ordás compró las dos terceras partes de un navío y organizó un viaje a México con el navegante vizcaíno Cristóbal Rodríguez, partiendo en 1525. Al llegar, la situación en nueva España había cambiado bastante. Cortés parecía no regresar de una expedición y el zamorano fue en su busca. Con los informes que iba recogiendo transmite a México la noticia de la muerte de Cortés, pero, por suerte las noticias eran falsas y cuando Cortés regresó en 1526 entregó a Ordás la rica encomienda de Huejotzingo. El heredamiento de Huejotzingo constituyó la base de la fortuna personal de Diego de Ordás, pues le venía rentando unos seis mil pesos de oro al año.
Tras una vida de riesgos y hazañas Diego de Ordás decidió regresar a España, donde obtuvo un hábito de Santiago. Fue un hombre duro y rígido, con un valor inusual. Su caballeresca hazaña de subir al volcán Popocatépetl revela un espíritu inquieto fuera de lo normal, que fue reconocido por el emperador Carlos I al concederle un escudo de armas con un volcán. Se le conoce como “el león de la conquista”, apelativo quizás otorgado por su valor en la lucha y por ser nacido en el reino de León.