No conocía personalmente a mi colega Patricia, hasta que nos saludamos recientemente en la entrega de trofeos en Laguna de Duero.
En la actualidad ejerce en Tudela de Duero en una agencia de comunicación dedicada fundamentalmente al mundo del vino y, como su padre, es una mujer-orquesta que, además, es corresponsal de CNN Portugal, y para Qwerty Podcast (márketing-consultoría).
Me habló del homenaje a su padre, al que conocí en la década de los 90, y tuvo el detalle de regalarme su libro tomando un vinito en el Dial vallisoletano, mi local de inspiración.
Novillero, apoderado, ganadero de bravo y empresario taurino. Pero, sobre todo, Marcial Villasante fue una persona seria y comprometida durante su larga etapa en el siempre apasionante pero complicado mundo del toro. Sintió siempre la llamada solidaria ayudando a todo aquel que llamaba a su puerta. Por ello, Marcial dejó un camino plagado de amigos.
Compañero de fatigas y paisano de “El Nono”, (Andrés Vázquez”) juntos recorrieron caminos por media Castilla para satisfacer sus instintos de incipientes toreros y quitarse el hambre de toro, en años también de hambrunas.
Escribe de él Paco Cañamero con su pluma afilada y certera que “Marcial, por su modestia, siempre estuvo alejado del poder, nunca entró para repartirse la tarta de los empresarios de arriba”. Y además -remacha el “Caña”- se bajó a la base, pisando la tierra donde estaban los que se iniciaban en esto del toro proporcionándoles ayuda.
Marcial apoyó a Julio Robles, llevó las carreras de Julio Norte, Pepe Luis Gallego y a Mingo y a otros muchos que luego no llegarían.
Patricia, su hija, periodista y conocedora del tinglado taurino, no ha escatimado detalles, ni tiempo ni medios. Llenó la maleta de recortes, entradas, fotos, carteles y, sobre todo, mucho entusiasmo e ilusión para hacerle este homenaje literario y humano a su padre, que por cierto le ha salido bordado.
Y pone a su padre de romántico apasionado, porque conoció las vicisitudes que el bueno de Marcial tuvo a lo largo de su dilatada trayectoria taurina, desde que surcara los caminos como maletilla hasta su faceta de empresario, donde fue siempre respetado durante sus 50 años de ejercicio.
Todo arranca en Villalpando, el ámbito rural donde Marcial nació y soñó con ser alguien en el toreo. Y allí volvió Patricia para revolver en la historia del pasado de su padre y encumbrarlo en el sitio que merecía. Diez lustros ajustando cuentas cada tarde de toros por esas plazas de Dios es para salir escaldado, pero Marcial aguantaba lo indecible y siempre destacó por su hombría de bien.
Escribe Patricia en el libro que da honor y gloria a su padre que la Fiesta adolece de personajes como Marcial, porque “falta sensibilidad y romanticismo en el mundo del toro”. En Salamanca, desde la década de los 60 hasta su muerte, ha dejado un reguero de profesionalidad y buen hacer en lo que Marcial dominaba a la perfección por su buena condición: ser buena gente entre la variopinta gente del toro.
Desde Salamanca, Marcial mostró su fuerza como empresario, sencillo y modesto, pero que siempre cumplió. Llegó a dar toros en Tenerife, contrató a los mejores del momento en las plazas que gestionó por Salamanca, Zamora y Valladolid. Hasta llegó a tener una punta de vacas y ganado que adquiría para organizar sus festejos.
Y en las plazas modestas, -rurales como él decía y recalca Patricia- ofrecía todo tipo de espectáculos de calidad, desde corridas, novilladas y rejones, hasta forcados, mujeres toreras, cómicos. Y siempre, siempre, cumplía con todos.
“Mi padre,-recuerda Patricia- fue un adelantado en su tiempo como luchador y emprendedor. Fue, en definitiva, un hombre-orquesta”.
Enhorabuena, Patricia.
Os dejo el correo de Patricia por si queréis adquirir algún libro. Os lo recomiendo. pvillasantesa@gmail.com