En las entrañas de la propia historia de Zamora, entre callejuelas empedradas y muros que susurran relatos de antaño, se erige el barrio de San Frontis. Testigo silencioso de los siglos que han marcado la evolución de esta ciudad bañada por el río Duero.

A través de los vestigios del tiempo, EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León se sumerge en los escritos del estudioso Balbino Lorenzo, quien desvela los orígenes de uno de los barrios más populares de Zamora, cuyo pasado se entrelaza con la llegada de Aldovino de Perigod a comienzos del siglo XII.

"Primero debió existir el arrabal y después se conocería su denominación: San Frontis es el nombre del albergue de peregrinos que fundó Aldovino de Perigod, un clérigo que llegó a Zamora a comienzos del siglo XII con aquellos francos que venían a repoblar nuestra tierra", expone Balbino Lorenzo.

El albergue, en sus primeros días, albergaba a peregrinos y, con el tiempo, se transformó en una iglesia que, pese a las sucesivas reparaciones y renovaciones, conserva vestigios de su origen románico. La designación 'San Frontis' surgió de la conexión personal de Aldovino con la ciudad francesa de Perigod, donde San Frontis fue obispo en el siglo III.

Aunque las fechas parecen disonantes —San Frontis del siglo III y Santa Marta del siglo I—, la nomenclatura de la iglesia se fundamenta en la figura de Aldovino. Una lápida, rescatada de entre los muros del templo tras la gran riada de 1860, testifica: "Por el descanso eterno del fundador del lugar de la iglesia. Yace aquí enterrado, natural de Protágoras, llamado Aldovino adornado de costumbres, probado esclarecido y en fama y vida el cual murió el último día de junio de la era MCCLIII".

Balbino Lorenzo explica que en el archivo parroquial, se hallan registros que vinculan a Aldovino con el lugar de nacimiento de San Frontis, respaldando la teoría de que la iglesia fue erigida en recuerdo de las prédicas del santo en Zamora.

Más allá de las raíces cristianas, San Frontis se entreteje con la leyenda de los primeros obispos consagrados por Santiago tras su llegada a España. Balbino Lorenzo sugiere que San Frontis podría haber sido uno de ellos, destacando su supuesta habilidad para conjurar y extinguir milagrosamente a animales dañinos. Aunque estos relatos suenan a fantasía, el estudioso zamorano señala la existencia de pruebas singulares y raras que respaldan su autenticidad.

Pone como ejemplo de ello a algunos antiguos escritores que daban por cierta la situación de Numancia en el Teso del Castro. Estos  ponían como una de sus razones el haber encontrado en las orillas del Duero en una cueva, durante la persecución de una gran culebra, el cadáver de Megara, que fue unos de los primeros capitanes numantinos. Además, en aquel sitio estaba la advocación al Santo, a quien se le atribuye la virtud milagrosa sobre los animales dañinos y que se le pinta o esculpe sobre un monstruo o culebra.

Los vínculos con la antigüedad también se manifiestan en la tradición de "matar la sierpe". Hasta el siglo XX, los habitantes de Zamora se congregaban anualmente en las orillas del Duero, cercanas al antiguo puente romano, para llevar a cabo este rito que remonta sus raíces a tiempos inmemorables.

Así, el arrabal de San Frontis, enclavado en las estribaciones del Temblajo o Teso del Castro, se erige como un testimonio viviente de la historia zamorana, tan antiguo como el mismo nombre de Numancia. Un viaje a través de los siglos que revela los cimientos de un barrio que ha resistido las embestidas del tiempo, conservando la esencia de su origen en cada rincón adoquinado y en cada piedra que guarda los susurros de un pasado milenario a orillas del Duero.