Una mujer observa desde lo alto los destrozos con su hijo en brazos en Ribadelago

Una mujer observa desde lo alto los destrozos con su hijo en brazos en Ribadelago Heptener

Zamora

Quince minutos de terror: la tragedia de Ribadelago cumple 65 años en Zamora

Ocho millones de metros cúbicos de agua arrasaron con la localidad zamorana y sesgaron la vida de 144 vecinos

9 enero, 2024 09:36

Cada 9 de enero el dolor vuelve a los corazones de los zamoranos. Nadie olvida y nadie debe olvidar que hoy hace 65 años que la presa de Vega de Tera se resquebrajaba para sepultar bajo las aguas a la aldea de Ribadelago. Un triste suceso que se llevó por delante las vidas de 144 de los 532 habitantes del municipio zamorano.

Así, cada año, Zamora vuelve a estremecerse lo que ocurrió cuando el reloj daba el paso del 8 al 9 de enero en 1959. Con todos los vecinos en sus camas, un sector de más de 150 metros de longitud del muro de contención de la construcción se rompió dejando escapar ocho millones de metros cúbicos de agua embalsada. Una fuerza descomunal de agua que alcanzó rápidamente al pueblo de Ribadelago, situado a solo ocho kilómetros, y que dejó sin apenas tiempo a sus habitantes para poder huir. Apenas unos minutos tuvieron desde que escucharon el fuerte estruendo del derrumbe de la presa y la mortal llegada del agua en apenas 15 minutos.

El latigazo fisuró setenta metros de muro, liberando una brutal masa de agua que arrasó todo lo que había durante los ocho kilómetros del cañón del Tera, hasta llegar a Ribadelago y devorarlo, y seguidamente fluyendo violento en el propio lago glaciar de Sanabria, al cual hizo crecer tres metros, pero que gracias a sus cincuenta y uno de profundidad, ejerció de sumidero de aquel feroz aluvión, salvando del desastre, por cierto, a otros pueblos como Galende o El Puente. Quince minutos, que dieron al traste con los cerca de 27 millones de pesetas que costó el proyecto final de la presa, más otros cuatro del aliviadero.

Así es, en menos de un cuarto de hora, 144 personas perecieron, y solo 28 cuerpos fueron recuperados para darles sepultura. Al resto de fallecidos, ni con submarinistas profesionales fue posible rescatarlos. Deben estar aún en el fondo del lago, envueltos en piedras, barro, escombros y bidones de la empresa Moncabril.

Quince minutos con gente corriendo despavorida, subiendo a lo alto del pueblo, a peñas, a tejados, en la más completa y heladora oscuridad, solo escuchando ladridos, chillidos desesperados, mugidos, chasquidos y chapoteos, un rugir de agua constante, cerca y lejos. Y luego el silencio.

Y después del silencio vino la voz. La voz que clamaba por las pérdidas utilitarias y las humanas, la voz de la prensa nacional e internacional, la voz que buscaba responsabilidades y creaba comisiones de investigación, la voz que acusaba a técnicos negligentes de la empresa constructora, por el hormigón de baja calidad, por las jornadas abusivas…

Pero esa voz, apenas la podía oír esa niña pequeña, de unos cuatro años que, sentada en una piedra, esperaba ingenua y paciente a que la recogieran sus padres, arrastrados por la corriente. O a la de ese hombre alto y fuerte, abatido por el dolor, que besaba los restos de su casa, y rezaba sin consuelo al cielo pidiendo por su mujer y tres hijos desaparecidos.

El después de la tragedia

Como resultado de este trágico suceso, se creó el 'Servicio de Vigilancia de Presas' con el objetivo de garantizar la seguridad de las presas en España, tras esa imborrable tragedia. Aunque originalmente se creó solo para velar por la seguridad de las presas españolas, más tarde se amplió para garantizar el cumplimiento de la citada Instrucción.

El juicio por la catástrofe de Ribadelago se celebró en marzo de 1963 en Zamora y concluyó con la condena de la empresa responsable de las obras, Hidroeléctrica Moncabril (que más tarde fue absorbida por Unión Fenosa), a pagar 19.378.732 pesetas.

Los informes periciales presentados demostraron que la rotura de la presa se debió a la mala calidad de los materiales utilizados, que no pudieron soportar la presión, las bajas temperaturas y las fuertes precipitaciones de las semanas previas al desastre. Por ese motivo, el Tribunal de Justicia condenó al director gerente de la empresa y a dos ingenieros como responsables directos de las obras a un año de prisión menor por un delito de imprudencia temeraria. Sin embargo, la sentencia fue posteriormente recurrida y los condenados finalmente fueron absueltos o indultados por el Estado.

El alcance de la tragedia en términos de vidas, pertenencias y ganado fue devastador, y en pocos días se recaudaron donativos por valor de 12 millones de pesetas para ayudar a las víctimas, como uno de los primeros actos de solidaridad colectiva masiva en el país. Además, el régimen franquista pagó indemnizaciones a las familias afectadas, pero muchas de ellas nunca llegaron a recibir el dinero.

En compensación a la destrucción del pueblo, Ribadelago Nuevo fue reconstruido aguas abajo siguiendo el modelo del Plan Badajoz y se llamó temporalmente Ribadelago de Franco. Se construyó un nuevo municipio para reubicar a los supervivientes que perdieron sus hogares, y la presa original quedó abandonada y todavía se encuentra en el mismo estado que el día del desastre.