La diócesis de Zamora va a iniciar la restauración del sepulcro de la familia Ordóñez de Villaquirán, una importantísima obra histórica y artística ubicada en la iglesia de San Juan Bautista o San Juan de Puerta Nueva de Zamora.

Desde finales del siglo XX, este impresionante sepulcro, adornado con la figura yacente y los símbolos heráldicos de la familia Ordóñez de Villaquirán, ha permanecido en la entrada del templo, junto al muro norte de la iglesia. Sin embargo, el paso del tiempo y las condiciones ambientales han causado un deterioro significativo en su estado de conservación, lo que ha motivado la intervención urgente por parte del Obispado de Zamora.

La preocupación de la diócesis por conservar este importante legado histórico-artístico ha llevado al Obispado a iniciar los trámites necesarios para obtener la aprobación de la comisión territorial de Patrimonio de la Junta de Castilla y León. Ahora, el expediente ha sido aprobado, permitiendo así que se proceda con la restauración.

Los principales daños que presenta el sepulcro son consecuencia del proceso natural de envejecimiento de los materiales y las condiciones ambientales adversas, como la humedad y los contaminantes. Ante esta situación, se estima que los trabajos de restauración tendrán una duración aproximada de tres meses.

Sepulcro de Ordóñez de Villaquirán de la iglesia de San Juan de Puerta Nueva

La propuesta de intervención tiene como objetivo principal conservar la autenticidad histórica y estética de la obra, siguiendo estrictamente el criterio de mínima intervención y los estándares internacionales en materia de restauración.

Se emplearán tratamientos estables y reversibles, que no alteren el aspecto original del sepulcro. Todos los procedimientos se basarán en estudios científicos y técnicos para garantizar la eficacia de los materiales y productos utilizados.

Sepulcro de la familia Ordóñez de Villaquirán

El sepulcro de la familia Ordóñez de Villaquirán no solo es una pieza de gran valor artístico, sino también un testimonio histórico de la elite local de Zamora. En una época en la que el deseo de notoriedad social y poder político impulsaba a ciertos linajes a dejar una huella indeleble, el sepulcro se erige como un símbolo de prestigio y memoria.

Algunos miembros de la elite zamorana, como don Juan Ordóñez de Villaquirán, optaron por enterrarse en el interior de los templos y dejar un legado tangible de su existencia. Estos sepulcros, adornados con figuras y símbolos familiares, no solo honraban la memoria del difunto, sino que también transformaban las parroquias zamoranas, dando lugar a capillas y capellanías dedicadas a sufragar sus almas.